Capítulo 24

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 La mañana inició con una insoportable alarma, la cual estrellaría contra la pared y la aplastaría con unos martillazos.

—¡Apaguen eso! —vociferé conteniendo mi rabia e impulso de llevar a hechos mis pensamientos.

La alarma provenía del celular de un tarado que por más ruidos que emitirá no lo despertaría jamás. Ni un sismo regresaría a Trey desde los más profundo de sus sueños.

Tenía el sueño muy pesado, quizá soñaba con elefantes todos los días.

Yo misma apagué la alarma y mi mano picó por querer lanzarlo al piso. Ahora ¿A él o a su teléfono? De ahí el dilema.

Desactivé la alarma y la hora iluminó su pantalla dejándome perpleja.

Chispas, ¡las clases!

Me levanté y casi soy yo la que termina en el suelo al tropezarme con las deportivas de Rey Ricura. ¿Quién deja sus zapatos así?

Definitivamente era mejor golpear al dueño… dilema resuelto.

—¡Trey! —grité para despertarlo.

No, no se despertó. Debe ser a mi castigo de anoche, fue cruel, lo obligue a decorar uno de mis vestidos con brillos, también hice que saliera por unas mascarillas faciales a media noche, espléndidamente las consiguió, y le hice pasar una noche de chicas conmigo. La soporto.

Sonrío. Este chico en verdad me ama.

Fui corriendo a la cocina y al tomar una hoya con una cuchara regresé trotando.

Uno.

Dos.

Tres.

Empecé a golpear con la cuchara la hoya causando un ruido que le pudo haber ganado a la alarma, seguí con más fuerza aumentando el volumen, solo entonces él despertó.

—¡Para eso! —pidió ocultando su cabeza bajo la almohada.

No me rendí.

Otra idea se insertó en mi cerebro.

Puse la hoya y cuchara en mi escritorio para subir a la cama gateando por él, me senté en su trasero; y vaya trasero, con mis manos tocando su espalda, él asomó su rostro y fue mi oportunidad de acercarme, estando a centímetros de su oído susurré:

—Levántate, dormilón. —empecé a besarle el cuello y se levantó tirándome de espalda al colchón posicionándose sobre mí.

—Si vuelves a besar mi cuello, prometo arrancarte toda la jodida ropa.

Chispas.

—No son mis intenciones —besé su mejilla—. Es hora de ir a clases…

—Podemos ser más productivos aquí en la cama.

Reí alejándome o buscando hacerlo.

—Esta vez no. Esta vez toca ir a clases.

—Te llevo. —aseguró caminado somnoliento al baño.

—Está bien. —dije siguiéndolo. 

Luego de una lucha de cepillos y guerras de aventar crema dental, estábamos vestidos y listos para nuestras clases.

De pronto, levantándome con prisa mi vista se tornó borrosa y aturdida mis sentidos se desestabilizaron, me apoyé en el sofá cerrando mis ojos.

—¿Estás bien? —oí a Rey Ricura preguntarme.

Me ayudó a sentarme en el sofá pequeño.

—Seguro me levanté demasiado rápido. —supuse pestañando.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora