Capítulo 2

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Primera nota de mi compañero:
Es todo un mandón.

No se alteren neuronas, ni te desesperes paciencia.
Si algo aprendí estos meses en mi cueva es a soportar chicos mandones.
Sr. Gruñón era una eminencia en la materia.

Lidiar con Trey será pan comido. opinó mi estómago.

—Eres Mía. —pronunció con satisfacción y posesión mi nombre.

¿Porqué mi nombre en sus labios se oía como poesía?.

—Mia Hill —completé—. Y tú? Trey...

—Trey Lifford.

—Lifford. —dije lentamente saboreando su apellido.

Si sigues sonriendo así, no pensaré con claridad. Su sonrisa era tan resplandeciente como una luz cegadora, su brillo irradiaba felicidad.

Entonces…

—¿Cuál es la razón por la que estás en esté grupo de apoyo?. —pregunté, me impresionó lo directa y franca que fui.

—Prefiero resguardar mis razones.

Dicen que una sonrisa en la cara no significa felicidad. Quizá él no era del todo feliz.

¿Estaría bien?.
No lo sé, pero me dedicaría a descubrirlo.

—¡Muy bien!, ya tengo anotados los 5 pares —dijo Samanta, moviendo su lápiz en las páginas de su libreta—. Tendrán que reunirse antes del lunes de la próxima semana, ese día quiero avances del proyecto ¿Entendido?.

—Entendido. —confirmamos todos.

—Hasta el siguiente lunes, chicos. —se despidió y salió de la sala.

Mire mi cuaderno que sólo tenía una nota informativa, lo cerré  y me levanté dispuesta a salir de la sala.

—Tenemos que tener una cita.

¿Tenemos?. ¿Cita?.

Seguro se refiere al proyecto, ilusa.

—Claro, nos podemos reunir cuando quieras.

—Dije cita, no reunión. Quiero salir contigo. —confesó Trey sonriente, ocultado sus manos en los bolsillos de sus jeans.

Suspiré.

Un chico lindo no me invita a salir todos los días, no podía desperdiciar esta oportunidad.

Pero por más que me lo pensaba, la canción Dime Que No de Ricardo Arjona hacía estragos en mi cabeza.

De un lado, si aceptaba a la primera, demostraba que era mas fácil que la tabla del uno.
Del otro, si lo rechazaba corría el riesgo de no tener está propuesta de nuevo.

El que no arriesga no gana.

—No. —respondí.

Auch, eso dolía más que el acné.

—Sabía que aceptarías, es más, tendremos nuestra cita justo ahora. —jaló mi muñeca para tirar de mí y seguirlo a... él sabrá.

Mientras caminábamos y cruzábamos por los pasillos y puertas de aquel hospital, mi GPS mental se averió, estaba completamente desorientada hasta que Rey Ricura se detuvo frente a la puerta con el número noventa y siete grabado en está.

Al entrar, el olor a vainilla me dio la recibida a esa habitación tan masculina, las paredes azul marino colgaban dibujos, fotografías y posters de deportes eran notables gracias al gran ventanal que tenía ese cuarto, la vista era hermosa, la camilla se percibía cómoda y blanda desde sus sábanas blancas, a su lado una mesita de noche donde libros apilados y un cubo de rugbi eran su decoración, al otro lado estaba ubicado un desastroso escritorio lleno de rompecabezas incompletos y más libros.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora