Capítulo 13

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A partir de aquí se narra una escena sexual, obviamente, para mayores de 18 años. Sí quieres continuar la lectura, se consciente que lo haces bajo tu responsabilidad.

MIA HILL


Después fue subiendo el borde de mi vestido poco a poco hasta dejar mi sexo completamente expuesto para él.  El deseo ardió en sus celestes ojos, mientras se lamia dos dedos sensualmente, los mismos que utilizó para separar mis labios, para mejorar el rozarse de mi clítoris, el cuál masajeó con lentitud y yo vibre en respuesta.

Mi cuerpo fue sumergiéndose en el deseo que sentía y me obligaba a arquear mi cabeza hacia atrás, mordía con fuerza mi labio inferior para no dar pequeños gritos y suspiros de placer. Pero él hacía muy bien su labor.

De pronto sentí su lengua lamer, y no pude controlar mis piernas que temblaban frenéticamente.

—Oh, Dios —exclamé cegada por el placer—, ¡Trey! —gemí con fuerza su nombre.

Intenté apoyarme en la pared, pero las ondas placer que se esparcían por todo mi cuerpo me hacía tambalearme, y no quería arruinar el momento.

Trey se dio cuenta y me ayudó colocando mis muslos sobre sus hombros mientras continuaba, pero ahora estaba centrándose en mi clítoris, trazando círculos lentos que hacían palpitar mi entrepierna.

—Se siente tan bien que quiero gritar. —jadeé con mis párpados cerrados.

En ese momento notaba también como actuaba su lengua, mientras yo, me retorcía de placer, sintiendo mi sexo que cada vez estaba más húmedo.

—Mírame —pidió con voz extraña—. Mírame mientras te enloquezco, Mia.

Su voz era familiar, pero no la de Trey.

Entre suspiros y jadeos me costó abrir mis párpados, pero lo que vi me dejó helada. Él chico agachado frente a mi vientre era Chris. Su sonrisa retorcida y ojos llenos de malicia me asustaron demasiado que empecé a gritar paranoica.

—¡NO! —desperté.

Miré mi habitación de reojo y aún estaba en mi casa. Llevé una de mis manos al pecho para evitar que mi pecho explotara, mi frente estaba empapada en sudor.

—¿Quién es Trey? —inquirió una segunda presencia en mi habitación, que al escuchar salté. La miré, era Lya, estaba de brazos en cruzado con un semblante que me obligaba a dar explicaciones o mínimo responder su pregunta.

—¿De que Trey hablas?

Mejor hacerse la desatendida.

—¡Cariño! ¿estás bien? —habló mamá preocupada, asomada en el marco de la puerta—. Te oímos gritar fuerte y asustada.

Abrí mi boca para emitir alguna palabra, pero nada.

—Tuvo una pesadilla. —contó Lya.

—¿Seguras?

—SÍ. —dijimos al unísono altamente.

Era la excusa perfecta para no contarles sobre mi penoso sueño.

—Bien, bajen a desayunar. —ordenó y se fue, cerrando la puerta de mi habitación.

—Dime quien es Trey y no le digo a papá sobre tu sueño húmedo.

Tragué grueso y mi cerebro elaboraba que decirle.

—Fue una pesadilla.

Era verdad, mi subconsciente me jugó una mala broma.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora