Capítulo 10

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El partido estuvo reñido y muy bueno en sus dos primeras fases, más en la última no preste tanta atención, mi mente solo me repetía que no me enojara con Trey, sé que ganó The Dragons por el tablero.

Justo ahora caminaba con las chicas a la salida.

—¿Van a ir mañana a la fiesta en la cabaña? —preguntó de pronto la pelirroja.

—Tal vez —admite Tania— sólo si va mi palomita de maíz.

Nadie ignoró sus suspiros de enamorada.

Mi confusión fue muy grandiosa.

—¿Tu palomita de maíz?

—Ya sabes el amor de su vida. —indicó Ashley.

—Ah. —Entendí.

Ya estábamos afuera del estadio.

—¡Colibrí! —gritó el último chico que quería ver.

Las chicas siguieron, yo también.

—Colibrí. —Se interpuso frenándonos el paso.

—¿Qué quieres, Trey? —espete molesta.

—Por qué estás enojada. —dijo viéndome como si fuera un crucigrama.  

No, a mí no me miras así, no estoy loca.

—Por tu culpa. —me crucé de brazos.

—Déjenos a solas —pidió a las chicas y las vi adelantarse para darnos privacidad—. Lo sé, pero no pude evitar mirarte de más, lo intenté, en verdad lo hice.

Se detiene cuando se percata de mis ojos fulminantes, sabe que no es eso, se lo piensa, revisa que pudo haber hecho, no da con nada, cruza sus brazos y se inclina hasta quedar a mi altura. Asiente comprendiendo.

—¿Qué hice?

—Siento que no te conozco, Trey.

—Dime que quieres saber y te lo diré.

Giro mis orbes, esquivándolo.

—En casa. —dicto, entrando a su auto. 

Mi miraba pesaba y quemaba a su paso.

—Después de esta noche me conocerás como la palma de tu mano. —entrelazó de nuevo nuestras manos.

¿Cómo le hacía para calmar mi enojo?

Su pulgar comenzó a trazar círculos en mi pequeña palma.

Su tacto era protector y cariñoso. Sus círculos en mi palma lograban disminuir mi nivel de ira.

—No te enojes —susurró—. No me gusta que te distancies de mí, Colibrí.

Libero mi mano, cruzo brazos. Él se acerca a punto que olfatea mi cuello, me alejo más, se acerca más y ríe.

—Quieres alejarte. —le aconsejo, encarándolo. Mala idea, su cara roza la mía.

—De ti no puedo.

Su aliento acaricia mis labios, sé que me besará, giro la cabeza, removiéndome en mi puesto.

—Solo vamos a casa. —mando, nerviosa.

Ríe de mi estado, estoy roja, quiero morir, tomo mi mano, besó mis nudillos antes de encender el motor y ponernos en marcha.

—¿Entonces? —preguntó Trey al cerrar la puerta del departamento.

Se percibía ansioso.

—Vayamos a mi recámara —invité, buscando una caja de cereales azucarados para alimentar mis nervios— ¿Quieres?

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora