Capítulo 5

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Trey daba los mejores abrazos.

No dormí nada. Tenía muchos pensamientos merodeando mi cabeza, que se aumentaban al cerrar los ojos. Era imposible reconciliarse con el sueño cuando el invitado de honor era el insomnio.

Trey tampoco durmió, se mostró intranquilo, pero fue prudente, no indagó nada sobre lo ocurrido, cosa que agradecí, de verdad no quería hablar al respecto.

—Disculpa el mal rato que te hice pasar ayer. —me apené, por mi culpa tuvo una mala e incómoda noche.

—No te disculpes, malos días tenemos todos —meditó—. Recuerda que las personas y el sol, no siempre brillan con la misma intensidad.

Sonreí embelesada en su ideología

—¿Todo bien? —inquirió viéndome.

Expandí; como si fuese posible; más mi sonrisa.

—Siempre.

Suspiro, ya paso todo.

Lo nota, pero frunce el ceño, ve mis mejillas, no es cómodo que vea mi cara así, hinchada.

—¿En dónde está Steven? —inquirió… ¿Enojado?

—No lo sé. No lo he visto desde el desayuno de ayer. —mi sinceridad habló.

—Steven debería cuidarte mejor. —dijo tensando su mandíbula.

—Voy a llamarlo. Él no suele desaparecer de esta forma.

—Toma. —me ofreció mi teléfono. Marqué el número de Steven, estaba apagado.

—Está apagado. —me escuché decepcionada.

—Me quedaré hasta que Steven vuelva. No voy a dejarte sola.

Se dirigió a la cocina. Probablemente tenía asuntos por atender y los hacía a un lado por estar cuidándome, me sentía culpable de su desvelo, lucia cansado, era demasiado, no soportaría ser la causa por la cual renuncie a sus pendientes.

—Trey, de verdad, no es necesario que lo hagas.

—¿Quieres un Sándwich o una ensalada de frutas? —ignoró mis palabras. Emitió un bufido al mirar mi cara de reproche—. No. No te dejaré.

Qué terco.

Cruzo brazos, molesta, era libre, soy una adulta, puedo cuidarme sola, pero también odiaba estar sola, le verdad, no quería estar sola.

Suspiro, calmando el enojo, aceptando su compañía.

—La ensalada suena bien.

Dicen que los chicos cocinando se ven sexys. Afirmativo, se los confirmo.

Estando Rey Ricura de espalda me percaté de lo ancha que era, al igual que sus hombros que sobresalían de su franela blanca sin mangas. Trey era un sensual y atractivo cocinero.

Un mono negro y sus tenis deportivos, complementaban su atuendo de correr.

¿Vendría de algún gimnasio?

Lo creo, los chicos no nacen con un cuerpo así de Atlético. Ha trabajado mucho en lo bien que se ve. Se ve demasiado bien.

—¿Qué harás está tarde? —preguntó de pronto.

Libero mi labio inferior, lo mordía inconscientemente.

La concentración al picar la fruta en trozos y la dedicación que ejercía al hacerlo, me era admirable.

—Nada.

—¿Quieres venir a un partido conmigo? —se detiene para mirarme de reojo.

—Claro, no tengo nada mejor que hacer.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora