Epílogo

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TREY LIFFORD

—Extrañaba tanto esto. —acaricio con mi nariz su cuello, oliendo la fragancia a frambuesa y lo beso.

Tengo una manía con esa parte de su cuerpo, me encantaba ver que solo con el rozar de mis labios se erizaba, y el suspiro que emitía me volvía loco por seguir besando su suave y dulce piel.

Su fragancia, joder, era la mejor que en toda mi vida he olido. Juro que cada vez que me inunda con su olor me dan ganas de correr y sumergirme en el frasco de su perfume. Además de usar su champo.

—Eso se notó. —rio pícara y sonrojada.

Fue una noche intensa, pero la reconciliación lo valía.

—¿Cuánto?

—Muchísimo. —mordió su labio provocativamente.

No me resistí. La besé y con astucia me posicioné sobre ella. Me correspondió con más ganas atrayéndome a sí con sus brazos. Tomo sus caderas y las aprieto sin dejar sus labios. Y justo cuando mis manos están por llegar a donde quiero tocarla, un celular suena.

—¿Quién llama a las tres de la madrugada? —le susurro, es su celular.

—No sé. —jadea sobre mis labios.

En vista a que sus piernas rodeando mis caderas sé que no contestará. Continúo rozando con mis yemas la piel de sus piernas, su respiración se debilita. Y vuelve a suceder, suena SU celular.

—Que insistencia —gruñe mirando a la mesa de noche, ahí está su móvil, lo toma y descuelga—. Diga.

Sonrío por lo jadeante que ha sonado, me propongo hacerla gemir, ¿Por qué? Porque amo ese sonido. ¿Cómo? Besándola en el cuello e ir descendiendo.

—Mamá —a estás altura hiperventilaba—. Sí, eh, estoy bien, ¿Qué pasa?

Su cuerpo se tensa, me detengo a mirarla. Frunce su ceño, no me gusta.

—¿Qué? —su levanta rápido haciéndome de lado— ¿Cómo que Lya rompió fuente?

Oh, mi Dios. Dylan junior ya viene al mundo.

—¿Ya está en labor de parto? —musita, pone una mano por su frente— ¿Por qué no me avisaron antes?

Y se molestó, si su madre pudiera ver cómo ha cruzado sus brazos no dudaría en reprenderle y castigarle.

Mejor le castigo yo, después, claro, si intento algo ahora podría quedar sin hijos o sin Trey’s Junior's.

—Bueno, vale —resopla, y se pone de pie, cubre todo su cuerpo desnudo con la sábana—. ¿En qué hospital están?

Tiro de la sábana, que no le de vergüenza mostrar lo que ya he visto, y tocado, y saboreado. Me sorprende la fuerza que usa para jalar la sábana. No, lo que me sorprende es su cara roja, no roja de sonrojo, roja de rabia.

—¡Trey! —gruñe fulminándome con sus ojos.

Le muestro mis palmas en son de paz.

—Que gruñona.

—No, mamá, ya voy en camino —deja su celular en la mesa y se dirige al baño—. Y ¡no! No estoy gruñona, mi hermana está en labor de parto y tengo que estar ahí para cuando Lyon de su primer llanto.

—Está bien. —salgo de la cama y pienso seguirla, entro al baño.

—¿Qué haces?

Rio porque se ha tapado la vista, ¿en serio no quería ver? Yo creo que sí.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora