Capítulo 26

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Me estaba besando, como nunca antes lo había hecho; con anhelo suplicante.

A pesar de las tormentas, su boca vuelve a la mía y mis labios volvían a ser suyos.

Ahí supe que hay besos que salen de los labios y otros que provienen del alma.

—¿Sentiste lo mismo cuando él te besó? —cuestionó mirándome intenso.

No, no sentí ni una pizca cuando Owen me besó. Esos besos estaban a años luz de ser iguales.

Negué respirando forzoso.

—¿Por qué no regresas conmigo, Mia?

—No pienso volver a un lugar donde no me valoran. —zanjé molesta.

—Hazlo por nosotros.

¿Nosotros?

Recordé lo sola que me sentía en ese “nosotros”.

—Nunca existió un nosotros. Solo fuiste tú y yo siguiéndote.

Él me miró dolido.

—Lo siento. —susurró.

—Llévame con Steven. —pedí evadiendo sus orbes celestes.

—Primero escúchame.

—Empieza.

Me senté en uno de los columpios, él lo hizo en el de alado.

Sostuve mis brazos cruzados y mi cara de enojo.

—Fue un accidente automovilístico —le oí decir—, eso detonó mi depresión.

Relaje mis hombros viendo la seriedad que poseía.

—Todo inició cuando papá me inscribió para ejercer derecho, a pesar de no ser lo que quería, lo acepté y seguí adelante. Luego fue mamá, me pidió abandonar el deporte, lo acepté y seguí adelante. Después fue Natasha, me engañó, lo acepté y me arrastré hacia delante, pero llegué a ese punto en donde nada valía la pena en mi vida.

Una lágrima bajó por su mejilla.

—Mi vida era tan vacía y yo solo me consumía en gris, entonces pasó. Salía de clases y acababa de perder a la última persona que me apoyaba, Eddy.

—¿Eddy? —interpelé estupefacta.

Él asintió reprimiendo su llanto estrujando su rostro.

—Dejó de ser mi amigo, ya no tenía un motivo para seguir arrastrándome. El camino me condujo a un abismo… y yo caí en él.

Ya no era una sino varias lágrimas las que caían por sus mejillas. Me dolía verlo así.

—¿El accidente fue intencional? —soné preocupada.

—No, iba alcoholizado. —contestó mirándome.

Limpié sus mejillas con mi mano y este la tomo para besarla, quería demostrarle que no estaba del todo solo.

—Tenía tres cotillas rotas, ninguna perforó mi pulmón, el doctor dijo que ese pudo haber sido mi final y que estoy vivo de milagro. Yo creo que estoy vivo para amarte.

Suspire.

—¿Por eso estabas en el hospital?

—Sí, ¿Sabes por qué discutía con Tania? —dijo poco jocoso.

Ladeé mi cabeza con gesto curioso.

—Porqué.

—Le dije que no iría al grupo de apoyo. —confesó besando mis nudillos.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora