Capítulo 27

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Allí estaba, con su uniforme deportivo y su cabello revuelto como siempre, sus esferas celestes conectaron con mis ojos, y estaba cansado, sus ojeras eran visibles.

Analicé y di con un vendaje en su brazo derecho, solté todo el aire en mis pulmones al ver que solo era un yeso.

¿Qué le pasó en el brazo?

No te debe de importar, Mia, no te importa; recuerda.

Su aspecto da pena de por sí solo, jadea, suda y tiene cara de que caerá al suelo en cuestión de segundos. Toma aire, regula su respiración y abre la boca.

Lo dice, pero sigo enojada como para oírlo.

—Vine a explicarte... —no lo dejo terminar, le lanzo la puerta con mucha fuerza en la cara.

Lástima que no obtuve ningún avance, ha puesto su pie para evitar que se cerrase.

—Vete. —gruñí usando mi peso para cerrar; de forma imposible; la puerta.

—Déjame hablar. —se rinde... un poquito. O tal vez lo suficiente para que dé un empujón enérgico cerrar la puerta, me aparto muy contenta con ello.

—No te oiré, lo mejor será irte. —vocifere dándole la espalda a la puerta, algo estúpido porque no podía verme.

De pronto, como si de brujería se tratara abre la puerta, ABRE LA PUERTA, ¿CÓMO PUE...?

—Me vas a oír quieras o no. —me apunta con su dedo.

Mi cerebro sigue en ese trance de no saber cómo consiguió entrar sin las llaves. LAS LLAVES. Mis manos se hunden en el bolsillo trasero donde las he dejado, y ¡Sorpresa! No están.

Las mismas llaves que usa para cerrar la puerta y regresar a verme divertido.

Mi sangre se calienta, casi llega a un punto de ebullición. Desato toda esa furia mirándolo.

—No voy a oír ninguna de tus estúpidas explicaciones. —mascullo odiosa.

Se acerca, retrocedo.

—Por favor, escúchame —une sus manos, suplica—. Puedo explicarte todo.

—¿Por qué debería? —cruzo brazos, enarco una ceja—. Dame una buena razón.

—No quiero perderte, no puedo perderte.

—No quiero escucharte, sal de aquí.

—Perdón.

—Muy tarde.

—Lo siento.

—Mejor vete —bramé harta, no lo quería frente a mí.

Frunzo su ceño. Ojalá no se viera tan sexy como se ve. O como lo veo.

—No me iré, y si lo hago será contigo. —se fue acercando.

—Ni se te ocurra acercarte. No me cargaras y me llevarás a ningún lado. No está vez.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora