#condescendiente

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Nunca antes he cuidado de un pequeño humano. Es todo movimiento: correr por esto, correr por aquello. Lavar cosas, lavar al pequeño humano, nunca lavarte a ti. Es una labor que te da muy poco tiempo para pensar en ti. Tú. Tú que todavía tienes el corazón roto.

Que estás manejando tus sentimientos incluso mientras envuelves y limpias y alimentas. Sentimiento que no tienes derecho de tener. No piensas en estos sentimientos o les pones un nombre. Vivir, vivir, vivir. Limpiar, amar, dormir. Todos me ayudan, pero en algún momento de la primera semana se vuelve claro que soy la cuidadora de Sophie.

Amelia sabe lo que necesita, Amelia sabe qué tipo de formula come; Amelia, ¿dónde están los pañales? Amelia, la bebé está quisquillosa; Amelia...

Todo es verdad. Sophie y yo tenemos un sistema. Averigüé que, si frotas su espalda en sentido contrario a las manecillas del reloj dos veces, luego palmeas desde su espalda baja hasta entre sus omoplatos, esos eructos difíciles se resuelven. Tiene una alergia a las proteínas. Noto las erupciones en su piel y la llevo al pediatra que Sarah eligió, una mujer iraní de nombre Dra. Mahtab. Ella es severa y me da una mirada extraña todo el tiempo.

—La minoría de las madres primerizas son nerviosas y con dudas. Debes haber hecho esto antes.

—No soy su madre— digo.

Camino hacia la mesa donde está examinando a Sophie y la levanto. La Dra. Mahtab me da otra mirada mordaz y me quita al bebé y la regresa a la mesa.

—Mi error. Tal vez debería prescribir algo para tu manía.

Sophie tiene que comer una fórmula especial. Cuando Kyuhyun llega a casa del hospital, todas vamos al súper así podemos comprar algunas. Ella agarra un paquete de pañales y la detengo.

—No me gustan esos— digo —Gotean.

Kyuhyun se hace hacia atrás con una sonrisa y me deja escoger.

—No me mires así— le digo.

—Así cómo, ¿Amelia?— pregunta. —¿Cómo si realmente me impresionas? No puedo evitarlo.

Estoy aturdida. Dejo caer el paquete de pañales y ambos nos agachamos para recogerlos. Cedo y nos paramos al mismo tiempo; pone los pañales bajo su brazo, sus ojos nunca dejando mi rostro. Entonces Sophie empieza a llorar y ambos vamos por ella.

No cedo. Le doy un codazo para quitarlo del camino para levantarla de su asiento del auto. Kyuhyun sonríe todo el tiempo.

—¡Kyuhyun! ¿Qué?

Deja caer su cabeza.

—Nada— dice, mirándome a través de sus pestañas. —Solo que eres realmente buena en esto. Estoy tan agradecido que estés aquí

Me sonrojo. Siento trepar el calor, por mi cuelo y hacia mis mejillas.

—Puaj, detente. Vamos— le digo.

En la caja registradora, dos personas me dicen que mi bebé es hermosa y que luzco genial Kyuhyun solo sigue sonriendo.

Kyuhyun divide su tiempo entre Sophie y Sarah. Yo obtengo los intermedios.

Pienso un montón sobre los viejos tiempos. Cuando bebíamos cerveza barata en bares de mala y hablábamos con emoción sobre los días cuando fuéramos minores. Todos los grandes planes y no incluían que tu novio embarazara a una chica o tuvieras el corazón roto o que te encargaras de la bebé de tu mejor amiga mientras ella estaba en coma.

Nadie te dice que duele tanto ser un adulto. Que la gente es tan complicada que terminan lastimándose entre ellos para su auto- conservación. Miro a Sophie y ya tengo miedo por ella. No quiero que el mundo llegue a ella. A veces, la sostengo cerca y lloro, mis lágrimas mojando la parte de atrás de su trajecito mientras duerme en mi hombro.

A la Mierda con el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora