CAPÍTULO 7

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— No me parece una buena idea

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— No me parece una buena idea. —Lisa intentó dar unos pasos hacia atrás, tratando de convencer a Rosé de no hacer fila para esa montaña rusa.

La neozelandesa se había sentido tan mal por haber, prácticamente, echado a su mejor amiga de su casa que el domingo fue a la suya, sorprendiéndola a las diez y media de la mañana.

¿Rosé? —Preguntó Lisa, frotándose sus ojos. Los domingos los Manoban tenían la libertad de dormir hasta tarde y aquello lo aprovechaba cada miembro de la familia.

— Hoy... —Hizo una pausa—. ¿Te acuerdas de la feria a la que íbamos? —Lisa asintió, sobándose los brazos. Hacia frío y se estaba arrepintiéndonos de haber salido de la cama sin ningún suéter que la abrigara.

Rosé había averiguado sobre el retorno de la feria, luego de esta ser suspendida por algunos problemas técnicos en sus juegos mecánicos. Había pasados dos años y en su anuncio de regreso tenían un apartado donde habían hecho pruebas rugosas para confirmar la seguridad y si, cumplía con todos los requisitos según la municipalidad.

— Así dijiste cuando éramos niñas, le tenías miedo al gusanito —Dijo Rosé con diversión, acordándose de la cara de niña aterrada que tenía Lisa en ese entonces—, y al final te termino gustando. Incluso subimos tantas veces que vomite en el niño... ¿Andrés? No sé, pero nos seguía a todos lados.

— Era el gusanito... ¡Esto es una puta montaña rusa que mide como seis pisos! —Claramente, exageró en el tamaño y en la voz que utilizó para remarcar lo grande que era la atracción.

— Eso mismo dijiste cuando pasamos del carrusel al gusanito —Bromeó, ganándose un bufido de su contraria. Enseguida suspiró cuando notó que Lisa de verdad no tenía ganas de entrar, tampoco la iba a obligar—. Bien, tú ganas. ¿Y si vamos a esa atracción? Se ve entretenida —Señaló un lago artificial, donde había algunos botes en forma de cisnes.

Lisa siguió la mirada de su contraria, encontrándose con el navío del amor, donde entraban a un túnel con el entorno lleno plantas, corazones y flores rosadas en los bordes, entre mas cosas que hacían ver a la atracción bastante llamativa —. Ahí solo dejan entrar parejas... —Bajo la voz, en eso sintió los dedos de su contraria enredarse en los suyos con firmeza, para luego prácticamente arrastrarla.

— Cuando éramos pequeñas siempre nos dio curiosidad el saber como era dentro, pero no nos dejaban entrar por nuestra edad y porque... —Rosé volteó hacia atrás, encontrándose con los orbes de su mejor amiga—, no sabíamos como aparentar ser un pareja, pero ahora si. ¿Qué dices?

— Yo... —Lisa cerró la boca, siguiendo los pasos de Rosé en completo silencio hasta que llegaron a la fila.

— ¿Ustedes dos...? —El joven que verificaba las pulseras miró a sus dos contrarias, alzando su ceja izquierda al ver las manos entrelazadas del par— Solo pueden entrar parejas.

ENTRE BROMA Y BROMA | CHAELISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora