Capítulo 21

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La gallego bufó al tiempo que se cruzaba de brazos, él no hacía más que sacarla de quicio con sus palabras y acciones. ¿Quién era él pasa besarla? No tenía derecho.

—Si pones tus labios sobre los míos juro que voy a pegarte.— amenazó mirándolo directamente a los ojos, los cuales tenían un atisbo de burla que la cabreaba todavía más.

—Que suerte que soy un poco masoquista entonces.— murmuró ladeando una sonrisa.

—No me jodas, Erick.— espetó con rabia, sabía que lo estaba haciendo a propósito y aún así le estaba siguiendo el juego.

—Ya me gustaría a mi joderte, Lúa, pero si ni siquiera me dejas besarte...— suspiró de forma dramática.

Ella se hartó de la conversación y volvió a tomar el cuchillo entre sus manos, sin importarle que todavía tuviera rastros de sangre en el filo. El rostro de él se transformó repentinamente, estando alerta y no específicamente por sí mismo sino por miedo a que ella se cortara.

—Lúa, deixa iso.— ordenó en gallego, consciente de la debilidad de ella cuando le hablaban en su idioma.

—Deja tú tus estúpidos coqueteos, sé que no te gusto y que lo haces únicamente por molestar.— siseó.

—Lo hago para distraerte.— la corrigió—. ¿No te das cuenta que hace unos minutos estabas empezando a alterarte y ahora estás bien, cabreada pero bien?

Ella gruñó frustrada al darse cuenta de que tal vez, solo tal vez, él estuviera en lo cierto y todo lo que había dicho y hecho había sido para distraerla del asesinato que acababa de cometer. Dejó caer el arma blanca al suelo y el cubano fue rápido en tomarla, limpiarla y alejarla de ella.

—Soy una estúpida, ¿verdad?— preguntó de forma retórica, pues Erick estaba ocupado guardando el cuchillo en su lugar y lo suficientemente lejos como para oír sus murmullos.

—Lo eres.— afirmó la voz de Richard entrando en la cocina—. No sé a qué viene la pregunta pero lo eres.

—Tú siempre tan majo.— respondió irónica, él rió y su mirada bajó hasta las ensangrentadas manos de la gallega—. Oh, no te preocupes, no es mía.

—Lo sé, por eso mismo voy a hacer la siguiente pregunta— hizo una pausa mientras subía de nuevo la mirada a sus ojos—, ¿por qué diablos no te has lavado las manos? Es asqueroso cargar con la sangre de alguien más, ¿no crees?

Antes de que pudiera responder puso una mano en su espalda y la empujó para hacerla caminar, abrió el grifo para que ella pusiera sus manos bajo este y que el agua cayera directamente en su manchada piel. Richard tomó gel entre sus manos para después frotarlas con las suyas. Como si de una niña pequeña se tratase, él estaba limpiando cada rastro de sangre que había en sus manos.

—Gracias.— musitó agradecida dándole una, casi, tímida mirada.

Él le devolvió el gesto sonriente y tomó una toalla para secarlas.

—No hay de que.— le guiñó un ojo—. Ahora sube a la habitación y duérmete, mañana será un largo día y a ti las sábanas se te pegan muy fácil.

Quiso protestar, ¿qué culpa tenía ella de que los mafiosos siempre actuaran de noche? Sin embargo, recordó que nadie le había pedido que se quedara despierta sino todo lo contrario, ellos habían actuado por sí solos y ella también lo había hecho por su cuenta.

Como si fuera una niña obediente, besó su mejilla y susurró un "Buenas noches" antes de subir a su habitación.

Richard dejó escapar un suspiro cuando la escuchó subir las escaleras, se volteó para buscar a Erick con la mirada y rió al no verlo por allí. Suponía que se había esfumado en cuanto lo vio con ella, no lo culpaba, aunque tampoco lograba entender que pasaba entre ellos dos.

—¿Lúa ya se ha ido a dormir?— le preguntó Zabdiel cuando él salió al exterior.

—Si, acaba de subir a la habitación.— contestó mientras le pedía a Christopher un cigarrillo.

—¿A su habitación?— inquirió Erick mirándolo—. ¿O a la de alguien más?

El dominicano se quedó en silencio mientras compartía una mirada con él, como si no pudiera creer que acabase de preguntar eso en voz alta.

—¿Insinúas algo, Erick?— se atrevió a preguntar Christopher al notar la situación.

—Pregúntaselo a Richard.— fue su única respuesta.

—Tu pregunta estuvo muy fuera de lugar.— comentó el recién nombrado—. Y si la duda no te deja dormir, quédate tranquilo que ella está en su habitación.

—Me siento un tanto perdido en la conversación.— murmuró Joel cruzándose de brazos—. ¿Por qué habría de ir Lúa a la habitación de alguien más? ¿Se ha puesto mal como de la última vez?

—No, pero Richard tuvo su momento con ella.

—¿Qué momento ni que momento, gilipollas?— espetó—. Yo no soy el que la ha besado.

—Fuiste quien se encargó de curarla cuando su padre le rompió el tabique nasal, quien la abrazó cuando mató por primera vez y quien le lavó las manos hace tan solo minutos.— enumeró con una falsa sonrisa en el rostro—. Que romántico, ¿no?

—Deliras, Erick, deliras.— negó con la cabeza antes de entrar de nuevo, lo que menos quería era iniciar una discusión de madrugada y por lo visto su compañero no tenía ganas de callarse la boca—. Vosotros dejad de mirarme así.

—No hay nada de malo en todo lo que ha hecho, somos un equipo, ¿recuerdas?— mencionó Zabdiel—. Aunque estoy empezando a pensar que tú...

—No.

—Pues yo ya lo pensaba desde hacía tiempo.— comentó Christopher encogiéndose de hombros.

Que Joel estuviera de acuerdo fue la gota que colmó el vaso de Erick.

—Los que deliráis sois vosotros.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora