Vivimos en un mundo lleno de hipocresía, ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Estos que son considerados los peores son los más sinceros, quizá por eso la sociedad los criticaba hasta más no poder.¿De que servía la mentira? ¿La traición?
Estamos en el mundo sin saber por qué estamos, ni cuál es nuestra función aquí. A lo largo de nuestra vida intentamos dar respuesta a dos estúpidas preguntas que al final no tienen importancia. Se desperdicia el tiempo... Y el tiempo en la ría es algo muy valioso.
—Si me dieran a escoger, preferiría morir a tiros antes que pasar años en la cárcel —habló el mexicano, juntando sus manos sobre la mesa y mirando a sus compañeros—. Y, si puedo elegir, que los tiros me los de cualquier persona que no tenga relación con la policía.
Lúa se apoyó en el marco de la puerta y lo miró con recelo. La policía estaba ahí para ayudar, para hacer el bien común. Sin embargo, en ese pueblo parecía todo lo contrario, incluso los narcotraficantes estaban aliados con la autoridad. Estos eran la clave para borrar cualquier pista de último momento.
Debía de ser verdad eso de que con dinero y fariña se convencía a cualquiera.
—Veste moi bonita cando pos esa cariña —chasqueó al darse cuenta de su presencia, ella resopló ante su actitud y caminó hasta la mesa para sentarse de mala gana en una de las sillas que la rodeaban.
—¿Has conseguido despejar la mente? —le preguntó el ojiverde, consiguiendo que centrara su mirada en él—. Me tomaré eso como un "no me toques los cojones". Entendido, Lúa.
—Ni siquiera sé porque sigues hablándome, gilipollas. ¡Casi me matas! —reclamó.
—Que suerte que no lo haya hecho, ¿eh? —sonrió irónico, sosteniéndole la mirada.
Los demás estaban en silencio, analizando la situación y fingiendo que no se percataban de la tensión que había entre ambos.
—Tenéis mucho de que hablar y todos aquí agradecemos que lo hagáis en privado —señaló Zabdiel—. Vuestros problemas y diferencias las arregláis los dos solitos, nadie más tiene que estar involucrado.
—No creo que haya nada de lo que hablar, todo está dicho y ha quedado muy claro, a mi parecer.
—Pues a mi parecer tenemos muchas cosas que decirnos... Si tú no quieres, como mínimo escúchame, creo que me lo debes.
—Yo a ti no te debo nada —siseó.
—Basta —volvió a interferir el mismo—. No quiero repetir las cosas dos veces.
Ambos lo miraron con una clara expresión de molestia, pero Zabdiel no se dejó intimidar por ninguno de los y les hizo frente mirándolos casi con diversión. Erick fue el primero en rendirse, sabiendo que no conseguiría nada, y bufó mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada a la ventana para fijarse en el exterior del pazo. Lúa refunfuñó pero terminó haciendo lo mismo.
—No tenéis quince años, aprended a controlar las putas emociones —tamborileó sus dedos en la mesa de manera desinteresada—. La semana que viene tenemos una operación en Riazor, mucho más arriesgada que la mierda que hacemos aquí, los hijos de puta de los colombianos se empeñaron en descargar allí la mercancía. Es un suicidio.
—¿Y vamos a ir? —preguntó ella—. La última vez me dejasteis a mi sola aquí... Si mal no recuerdo estuvisteis por Laxe, y yo tuve que hacerme cargo de todo esto, fue duro.
—Pudiste con ello —señaló Richard—, así que no te dejes.
—Decirle a Lúa que no se queje es como decirle a un drogadicto que deje de drogarse —chasqueó Christopher—. La intención está ahí, pero es obvio que no te harán caso.
—¡Te has pasado! —chilló ella, mirándolo ofendida.
—¿Ves? —sonrió de lado, sabiendo que le acababa de dar la razón.
Las mejillas de la gallega se tornaron rojas, por nada del mundo admitía que era una quejica. Escuchó como la conversación volvía a tomar el rumbo que estaba cogiendo antes de que ella hablara, lo que no se esperaba era que la dejaran elegir que puesto quería tomar esta vez.
—Si quieres venir, vente, y si quieres quedarte, quédate —murmuró Joel mientras jugaba con un mechero en sus dedos—. No vamos a pedirte que te quedes ni tampoco te pediremos que vengas con nosotros, ambas cosas son igual de arriesgadas y tienes que ser tú la que decide qué lugar tomar.
Si se iba a Riazor y un cometían allí un pequeño error, este podía costarles la vida. No conocían el terreno tan bien como Sanxenxo, no era su misma gente de confianza y era un lugar mucho más vistoso que no acostumbraba a tener descargas de mercancía como la ría en donde ellos dominaban.
Si se quedaba en Sanxenxo, corría el riesgo de que algo malo pudiera suceder y no saber cómo manejarlo. Ya fuera con los marineros o con la policía. Ella podía aparentar muchas cosas pero ese mundo no lo tenía tan dominado como ellos, todavía cometía errores con frecuencia y sabía de sobra que si se tenía que enfrentar sola a algo delicado no iba a ser capaz.
—Piénsatelo —habló Richard—, sabemos que no es algo que puedas responder en dos minutos, puedes hacer un esquema de los pros y las contras y tomar una decisión después —sugirió con diversión.
—No hay nada que pensar —bufó Erick—. Es algo sencillo, Lúa, en ningún lugar te pasará nada.
Había sonado como una promesa. Si fuera dicho por otra persona habría utilizado otras expresiones más dulces y que transmitieran confianza, pero Erick no estaba dispuesto a decir "No dejaré que te pongan un dedo encima, ni que te acusen de algo, ni que tengas que lidiar con mierdas." No, él en ese momento no estaba para ser lindo con ella.
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Fariña da costa
Teen FictionFariña es el nombre por el cual se conoce la cocaína y la droga en polvo en la costa gallega. Cinco chicos latinos arman su banda en el mundo del narcotráfico. Y que mejor que exportar droga desde sus países de origen hasta la costa de Galicia. Ci...