Capítulo 10

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Habían pasado dos semanas desde que había ocurrido el incidente del golpe, Lúa se había mudado al pazo donde vivía rodeada de tranquilidad con los chicos.

La mafia era dura y sabía que no pertenecía a ella por mucho que quisiera intentarlo.

La primera vez que tuvo una pistola en las manos no pudo sostenerla más de un par de segundos, sus dedos temblaban y el sentimiento de pánico inundaba su cuerpo.

—Lúa, necesito que te concentres. — pidió Joel mientras le devolvía el arma, él estaba siendo el encargado de enseñarle a disparar—. Esto es importante.

—No puedo, todo esto me resulta muy abrumante...

—Por favor. — pidió, señaló con la mirada al frente y se situó detrás de la joven—. Sácale el seguro, los brazos rectos y a la altura del pecho para que el disparo vaya en la dirección que apuntas... Aprieta el gatillo y dispara.

Lúa no podía evitar sentirse incómoda, la respiración del Mafioso en su nuca estaba poniéndola más incómoda de lo que ya estaba.

Hizo paso a paso como él le había indicado, el eco del disparo la sobresaltó e hizo que su cuerpo chocara con el que tenía atrás.

—Para la próxima no te asustes... Ha salido bastante bien, vas mejorando.— dijo mientras asentía—. Vamos a repetirlo hasta que te salga, esta noche vas a venir con nosotros a la playa y te necesitamos.

—Lo único que haré es causar problemas, todavía no estoy preparada para esto. — murmuró bajando la mirada a la pistola que tenía en sus manos.

—No pienses así de ti misma, bonitiña. — soltó una risa mientras negaba con la cabeza—. Venga, no vamos a perder más tiempo y vamos a seguir entrenando.

Pasaron la tarde entrenando la puntería de Lúa a la hora de disparar, Joel estaba siendo un buen maestro porque la joven aprendía bastante rápido.

La noche había llegado más rápido de lo que había deseado, tenía los nervios a flor de piel por todo lo que podría pasar.

—Lúa, guarda el arma en la parte de atrás de tu pantalón. — pidió Erick mientras imitaba la acción con su pistola—. Esperemos que no tengas que usarla.

—No voy a matar a nadie. — dijo seria.

—No tienes que matar a nadie, puedes disparar en partes ajenas del cuerpo para ganar tiempo y correr. — dijo Zabdiel alzando una ceja.

Cuando más cerca estaban de la ría más se podía notar el ambiente tenso, la brisa del mar era lo único que calmaba la situación.

La Fariña había sido recogida hace tan sólo minutos y ahora estaba siendo transportada a una de las fábricas abandonadas que usaban como depósito.

—Me imagino que ya sabéis para que estamos aquí. — dijo Erick en cuanto llegaron a la playa y se situaron frente a los marineros.

—La lealtad es algo muy importante y ninguno de vosotros ha cumplido con esa parte. — prosiguió Joel mientras se echaba las manos a los bolsillos.

—¿Por qué lo hicisteis? — preguntó Christopher, a pesar de que ya tenía muy clara la respuesta—. Sabéis muy bien quien manda en la costa; CNCO.

—¿Y qué hace Lúa aquí...? — pregunta uno de ellos mientras la mira descaradamente.

—Quita tus asquerosos ojos de ella. — espetó Erick—. Forma parte de CNCO, creo que ya lo habíamos dejado claro.

—Es una niña y además una traidora. — murmuró por lo bajo.

—¿De verdad creíais que no nos entraríamos o que no haríamos nada al respecto? — preguntó Richard soltando una risa sarcástica—. No juguéis con los mafiosos porque vais a perder, oh espera, ya habéis perdido.

Los hombres bajaron la mirada, sabiendo que nada bueno les esperaría esa noche.

—Queridos marineros, el dinero está sobrevalorado. — murmuró Christopher mientras sacaba un par de billetes de su bolsillo y loa acercaba al cigarrillo que estaba fumando. Estos comenzaron a arder y sus cenizas se desvanecieron en el aire.

Lúa Frunció ligeramente el ceño, puede que ellos fueran asquerosamente ricos pero no tenían que humillar así a la gente que no lo era.

Era cuestión de poderío y CNCO había demostrado a los hombres de Sanxenxo que ellos eran poderos.

—Hay muchas personas que desean vuestro lugar porque polo carto baila a mona. — dijo Erick, forzando la frase gallega que había escuchado varias veces desde que había entrado en el narcotráfico gallego—. Habrá consecuencias pero no será hoy, quiero ver como os cagais de miedo unos cuantos días antes de que nosotros actuemos.

—Señor, no todos hemos estado de acuerdo con el plan... — recriminó uno de los allí presentes.

—Una pena, tendrás el mismo castigo que ellos porque no has abierto la puta boca para decirnos nada. — espetó en su dirección—. Ahora todo Dios a su jodida casa.

Los marineros comenzaron a abandonar la playa, con los cuerpos temblorosa y los ojos inundados en lágrimas. No tendrían futuro después de esto, se habían querido pasar de listos y no les había resultado.

Lúa apretó sus puños a ambos lados de su cuerpo mientras asentía.

—Él tenía razón. — susurró, ganándose la curiosa mirada de los cinco mafiosos—. Yo soy una traidora.





Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora