Capítulo 15

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Sanxenxo 📍

El reloj del teléfono de Lúa marcaba las 00:00 cuando lanchas cargadas de fariña empezaban a llegar a la costa, los marineros que allí se encontraban no dudaron en correr a la orilla para tomarlos y adelantar el proceso. Cuanto más rápidos fueran, mejor.

Sabían que CNCO no estaba presente pero que Lúa había quedado al cargo y por lo visto, como buena gallega, se le daba bastante bien el narcotráfico.

—Lúa, ya todo está en su sitio. — dijo uno de los marineros al cabo de unos minutos, la joven fijó su mirada en él y asintió lentamente.

—Perfecto, iré a verlo por mi propia cuenta. — le informó sonriendo de lado—. Podéis ir a casa.

Este asintió antes de ir a avisar a sus compañeros para después retirarse de la playa. Lúa cumplió su parte del trato y fue a revisar si la fariña había llegado a su sitio. Tras comprobarlo regresó al pazo, el cual se encontraba en silencio desde hacía ya varios días, se notaba la ausencia de los cinco mafiosos.

Esa noche pudo dormir con completa tranquilidad sabiendo que había hecho perfectamente bien el trabajo que le habían dejado a su cargo.

Serían las seis de la mañana cuando tuvo que despertarse, se arregló en tiempo récord y caminó al bar en el que había quedado de verse con el italiano. Las terrazas a esas horas estaban vacías, las personas de Portonovo todavía estaban durmiendo a esas horas.

Se sentó en una de las sillas mientras admiraba las perfectas vistas de la costa, estaba amaneciendo y no había mejor momento en el día para ver el hermoso paisaje.

Signorina. — pronunció el italiano para llamar su atención, Lúa se sobresaltó en su lugar y miró al hombre frente a ella.

—Oh, lo lamento.— se disculpó mientras le regalaba una sonrisa.

—¿Lúa?

—Si, esa soy yo. — murmuró divertida, el hombre dejó un maletín encima de la mesa y se sentó frente a ella.

—Supongo que ya has escuchado hablar de mí. — dijo alzando una de sus cejas.

—Algo he oído, si. — asintió lentamente.

—Solo vengo a entregarte el dinero en persona, confío en las palabras que me dieron los chicos cuando hablé con ellos y quiero creer que no ha cambiado nada.

—Te doy mi palabra de que nada ha cambiado y que todo saldrá como lo habíais planeado.

—Pero bueno, no tendría ningún problema en quedarme a hablar un rato más con esta preciosura.

La sonrisa seductora que tenía en el rostro no pasó desapercibida para Lúa, quien continuó la conversación pura cortesía. Lo que ella no sabía era que a tan sólo metro se encontraba la mayor banda de narcotráfico de Galicia, habían llegado a Portonovo hace tan sólo media hora y que mejor que ver como le estaba yendo a la sexta integrante de su grupo.

—Parece que se le da bastante bien el negocio. — murmuró Richard con orgullo.

—La fariña llegó a costa y se encargó de que también llegara a la fábrica. — murmuró Erick—. Y ahora parece que ha dejado complacido al italiano.

Vieron con claridad como ambos estrechaban sus manos y se sonreían. El italiano le guiñó un ojo mientras que se levantaba y abandonó la terraza con una sonrisa en los labios.

—Creo que es momento de ir a saludar a nuestras gallega favorita. — dijo Joel antes de acercarse a pasos despreocupados a donde ella se encontraba.

—Por lo que vemos te va muy bien sin nosotros eh. — comentó Zabdiel al llegar a su lado.

La cara de felicidad que puso la joven al verlos fue digna de fotografiar, se levantó rápidamente y se fundió en un abrazo grupal con los chicos.

—No sabéis lo mucho que os echaba de menos. — declaró ella—. Intenté hacer las cosas bien y creo que lo conseguí.

—Por supuesto que lo conseguiste. — dijo soltando una pequeña risa.

—Te has convertido ya en toda una mafiosa. — bromeó Erick haciendo que todos rieran.

—He tenido unos buenos maestros que me han enseñado muy bien. — murmuró la joven mientras se separaba de ellos con una sonrisa.

Joel tomó el maletín que había encima de la mesa antes de abandonar la terraza, caminaron por las calles del pueblo como si fueran los dueños del lugar hasta llegar al acantilado.

El viento hacía que sus cabellos se movieran, haciéndolos ver empoderados allí arriba y con unas increíbles vistas de la playa.

—CNCO siempre hemos sido nosotros seis, desde el principio de nuestro ridícula historia. — dijo Richard—. Desde aquella noche que huiste corriendo tras vernos matar a un marinero.

—Nuestra historia todavía no termina, hay CNCO para rato. — dijo Lúa con una sonrisa en el rostro.

—La gallega ya se acostumbró a la Fariña da costa. — murmuró Joel con una sonrisa burlona en el rostro.

Ella le echó la lengua mientras se acercaba cada vez más al final del acantilado.

—Lúa, retrocede diez jodidos pasos ahora mismo.— murmuró Erick alarmado.

—Tranquilo, no voy a tirarme y suicidarme. — murmuró ella.

—Podrías resbalarte y no queremos que esto termine en un incidente. —dijo Zabdiel mientras le extendía una mano—. Ven acá.

Entonces ella tomó su mano y volvió a acercarse a ellos, mirándolos uno a uno detenidamente. La primera vez que los había visto en persona eran demasiado intimidantes y le causaban demasiado miedo. Ahora los veía como esos hermanos que nunca había tenido, daría la vida por ellos al igual que ellos lo harían por ella.

Siempre habían sido seis, aún sin conocerse sabían que algo les faltaba y ese algo era Lúa. Quien entró por casualidad y terminó descubriendo un mundo que no conocía.

La cocaína siempre la tenían como algo malo pero en este caso fue la Fariña da costa quien los unió y sería también quien no los separaría.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora