Sanxenxo, Galicia 📍Sus ojos no se podían creer lo que estaban viendo en esos momentos, los mafiosos desconfiaban de su padre y tenían motivos suficientes para hacerlo.
Pero ahora...
¿En qué bando estaba?
¿En el de los mafiosos o en el de los marineros traidores?
Jodía llamarles así ya que eran los hombres con los que había crecido y también su familia.
—¿Lúa, qué hacen las luces todas encendidas? — cuestionó Antón mientras caminaba a paso ligero por los pasillos.
Fue rápida en dejar todo en su sitio, como si no hubiera pasado nada y tomar el libro por el cual se había decantado entre sus manos.
—Venía a por un libro, ya sabes que amo leer. — dijo saliendo de la biblioteca y apagando la luz de esta.
Su padre la miró entornando los ojos pero finalmente asintió, en el pensamiento tenía a una hija lo suficientemente ingenua para no darse cuenta de nada. Pero sus pensamientos y la realidad estaban muy alejados...
Lúa corrió a su habitación y dejó caer el libro en la mesita de noche mientras ella se sentaba en la cama, las ganas de leer se habían esfumado.
—Joder... ¿Y ahora qué? — se cuestionó mientras tomaba su celular y miraba el fondo de pantalla, era irónico tener una foto de la hermosa ría...
Recordó que tenía el número de Erick así que con dedos temblorosos buscó el contacto para llamarlo.
—Lúa, es bastante tarde, si has llamado para reclamarme por lo que hice déjame decirte que estoy conforme ya que hice lo que tenía que hacer... — murmuró antes de cortarse a sí mismo—. Ah, no... Tú no llamarías a estas horas para esa estupidez, ¿te ha pasado algo? ¿Estás bien?
—Necesito quedar con vosotros mañana, es importante...
—¿Puede esperar hasta mañana? Si es importante tal vez deberíamos de hablarlo hoy.
—No, mañana iré al pazo y hablaremos... No te preocupes.
—La única preocupada eres tú.
—Que te den. — espeta antes de colgar y dejar el celular justo encima del libro.
Sería una larga noche de insomnio...
Tal y como lo predijo, se pasó la noche dando vueltas y vueltas en la cama. Incapaz de dormir ya que cada vez que cerraba los ojos, estes se volvían a abrir involuntariamente.
A la mañana siguiente se levantó más temprano de lo habitual, su padre todavía se encontraba en casa cuando ella bajó a la cocina a por una botella de agua.
—¿A dónde vas tan temprano?
—Ahm... A correr.
Esa no se la creía ni ella, si había algo que odiaba era correr.
—¿Y desde cuándo haces deporte? Que yo sepa no te gusta.
—Desde hoy, supongo que todo es empezar y luego ya se acostumbra.
Le regaló una sonrisa forzada y salió de casa, sabía que su padre la observaba desde la ventana así que no le quedó más remedio que echar a correr durante una larga distancia. Miró sobre su hombro para comprobar la distancia y darse cuenta que su padre ya no podría verla.
—Al fin. — dijo jadeante, sus pulmones no se llevaban bien con el ejercicio.
Caminó con pasos torpes hasta llegar al dichoso pazo, su cuerpo todavía no se recuperaba de la carrera que se había echado así que la situación era un tanto ridícula.
Apoyó su peso en el portalón mientras una mujer de aproximadamente unos cuarenta años se acercaba a abrirle.
—Los señores la están esperando.
—Genial. — fue capaz de pronunciar, su rostro se encontraba en un tono rojizo cubierto por una fina capa de sudor.
Avanzó por los inmensos jardines hasta que logró entrar a casa, el único sonido presente era el de su agitada respiración y eso la hacía sentir incómoda. Divisó la puerta del comedor abierta y no tardó en caminar hacia allí y entrar, los cinco hombres allí presentes la regresaron a mirar con expresiones bastante confusas en sus rostros.
—Parece que acabas de huir de la policía, Lúa. — se burló Erick pero al ver que ella lo miraba con ganas de fulminarlo, se puso serio—. Oh, mierda... ¿Estabas huyendo de la policía?
—De mi padre. — corrigió antes de sentarse en una de la sillas y dejar escapar una bocanada de aire.
El silencio inundó la sala, entre ellos parecían entenderse muy bien con solo las miradas pero Lúa se sentía excluida en esa conversación.
—Sé donde está la droga que nunca llegó a vuestras manos. — dijo, todas las miradas recayeron en ella.
—¿Y a qué esperas para decirlo? — preguntó Joel, su impaciencia era algo bastante notable.
—Os lo diré con una condición.
—Bonitiña, no estamos para juegos. — dijo el ecuatoriano, la expresión seria en su rostro no era para nada buena.
—Es importante...
—¿Cuál es la condición? — preguntó Richard, ignorando las miradas de sus compañeros.
—No le hagáis nada a mi padre. — murmuró en un hilo de voz—. Por favor...
—Hecho. — dijo él, sin importar que los demás no estuvieran de acuerdo.
—¿Cómo? — preguntó Joel alzando una ceja—. Richard, no sólo decides tú...
—No repliques, no estamos dispuestos a perder una gran cantidad de dinero sólo porque la Fariña no llegó a nosotros. — espetó—. Sabemos que llegó a puerto y ahora estamos a nada de saber en donde está.
Nadie replicó en su contra, mirándolo desde esa perspectiva era muy sencillo. Sin embargo, eran mafiosos y no perdonaban a la ligera. Si había errores se pagaban, que nadie se pasara de listo en su negocio.
—¿Dónde está? — preguntó Zabdiel con voz calmada antes de mirar a Lúa.
—En mi casa. — les hizo saber en un susurró, dejándolos a todos bastante sorprendidos.
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Fariña da costa
Teen FictionFariña es el nombre por el cual se conoce la cocaína y la droga en polvo en la costa gallega. Cinco chicos latinos arman su banda en el mundo del narcotráfico. Y que mejor que exportar droga desde sus países de origen hasta la costa de Galicia. Ci...