Sanxenxo, Galicia 📍
Los cinco jóvenes caminan entre la oscuridad, acercándose con pasos firmes a la ría. Varios marineros los esperan allí, con la cabeza gacha y atemorizados.
—¿Quién de vosotros hablará de lo sucedido? — preguntó con voz dura Zabdiel, su fría mirada se posó en todos y cada uno de los allí presentes.
Nadie habló, permanecieron en silencio sin siquiera levantar la mirada y hacer frente a los muchachos.
Habían cometido un error, uno de los gordos. Sabían que CNCO se daría cuenta, eran jóvenes pero muy inteligentes, de lo contrario no estarían en el lugar que están ahora. Un error en el narcotráfico se pagaba muy caro.
—Sabéis muy bien como acaban siempre las cosas aquí en la ría. — pronunció Christopher, sacó una cajetilla de Malboro de su bolsillo y tomó un cigarro entre sus dedos. El eco del metal de su zippo sonó cuando lo cerró después de haber prendido el cigarro. Dejó este en sus labios con total calma y dio una larga calada, expulsando el humo por su boca segundos después —. En agua salada.
—¿Agua salada? — se atrevió a cuestionar en voz muy baja, apenas audible, uno de los marineros.
—En lágrimas. — repuso, analizándolo con la mirada—. O en el fondo del mar.
Todos allí tragaron saliva con dificultad, de tan nerviosos que se encontraban el aire apenas hacía contacto en sus pulmones.
—¿Quién fue el gilipollas que tuvo la gran idea de transportar la mercancía en plena luz del día, con la puta guardia civil paseando por la playa? — preguntó Richard—. Es de mala educación no mirar a las personas cuando se les habla.
Entonces todos alzaron la mirada a un mismo tiempo, estaban jodidamente acojonados, la mirada de todos desprendía temor hacia ellos. De alguno brotaban lágrimas, les temían más que a nada. Tenían miedo por sí mismos y por su familia.
—Fui yo. — dijo la voz de uno de ellos, Antón Fernández. Todos sus compañeros lo miraron sorprendido pues era una vil mentira, se estaba culpando de algo que no hizo sólo por cubrir a sus compañeros.
—Tengo entendido que tienes una hija, Antón. — mencionó Joel, se acercó a él con sigilo y lo miró con soberbia—. A la próxima, no te sorprendas si Lúa amanece con una bala entre las cejas.
El hombre sollozó, negando con la cabeza y suplicando clemencia, aún sabiendo que no se apiadarían de él. Su hija era todo lo que tenía, si la perdía a ella lo perdía todo.
—Se lo ruego, señor... Haré lo que sea, pagaré por ello... Pero a miña filla non lle toquen....
—Carallo, parece que ahora sí estás preocupado. — dijo Erick sonriendo con cinismo en su dirección —. Podrías haber pensado en ella cuando tuviste tu genial idea.
—Sabes cómo funcionan las cosas aquí. — dijo Zabdiel—. Pagan justos por pecadores, ¿no?
—O sino recuerda un par de años atrás, tu mujer pagó tus errores. — comentó Joel—. No dejes que ahora sea tu hija quien lo haga.
Si mirábamos unos años atrás, Antón pensó que podía burlarse de la mafia, entregar menos fariña de la que había llegado a puerto y hacer su negocio con la restante.
Estaba bien equivocado, al llegar a casa su mujer estaba en el suelo de la cocina, desangrándose con una bala en el pecho.
Los cinco mafiosos se miraron entre sí, sabían que estaba mintiendo pero por meterles presión no pasaría nada. Esa misma mañana se encontraban na Costa da Morte, se vieron obligados a partir hacia las playas de Sanxenxo al enterarse del estúpido plan de sus marineros. Por suerte, la droga llegó a la costa con normalidad y ahora se encontraba en uno de los almacenes de esa misma zona.
Si había algo que le molestaba, eso eran las mentiras. Y ellos estaban mintiendo en sus caras, nadie allí se atrevía a decir quien fue el verdadero culpable.
Por supuesto que ellos sabían quien era y sabían también que no pasaría de esa noche con vida, pero la sinceridad era algo esencial en su trabajo.
—Marcos García. — pronunció con calma Erick, disfrutando el decir su nombre—. ¿Ibas a dejar que tu compañero pagara por ti?
El mencionado se atreve a negar con la cabeza pero de su garganta no brotan las palabras. Hacía poco que se había integrado en el narcotráfico, recién llegado de Colombia y queriendo ser líder de la cuadrilla de marineros para poder pasar droga desde su país a la costa gallega.
—Los demás podéis iros. —dijo Zabdiel en dirección a los marineros, quienes no dudaron en desaparecer de la playa.
—Podemos hacer esto de dos formas, García. — dijo Richard acercándose a él—. Muerte fácil y rápida... O dejarte morir lentamente, sabiendo que nadie se atreve a venir a la playa a estas horas. Para cuando amanezca estarás muerto por una hemorragia interna.
Christopher llevó una mano a su cadera y sacó de debajo de la tela un revolver cargado con únicamente una bala.
—¿Cuántas posibilidades hay de que esté la bala en el primer disparo? — preguntó mirando su arma y sonriendo malicioso.
—Pocas, señor... — respondió cerrando los ojos.
—Exacto, podría haberla cargado con diez balas. Sin embargo, tiene sólo una. — la posicionó en la garganta del hombre, sintió su nuez moverse ligeramente cuando tragó saliva—. Tendrías que tener muy mala suerte para que te disparase a la primera, ¿verdad?
—Si. — dijo en un susurro apenas audible.
Entonces pasó, le quitó el seguro y apretó el gatillo. La bala perforó su garganta de forma profunda y salió por su nuca, la sangre empezó a brotar con demasiada fluidez de la gran herida que había dejado. La camisa blanca llegó a mancharse con el líquido color carmesí. Su cuerpo cayó en la arena, haciendo un sonido hueco contra esta y llegando a mojarse con la agua del mar, la marea estaba subiendo.
—Vaya, pues si que tenía mala suerte. — afirmó Erick haciendo un puchero fingido con sus labios.
—Sigue respirando. — dijo Joel midiendo el pulso en su muñeca—. Y su sangre circula.
—No por mucho tiempo. — murmuró Richard —. Se está desangrando, mañana encontrarán su cuerpo sin vida ya en el mar.
Entonces Christopher se puso de cuclillas al lado de su compañero y miró al hombre agonizando.
—No sé cómo son las cosas en Colombia, pero aquí en Oeste mandamos nosotros. — se levantó, Joel imitó su acción y empezaron a caminar para salir de la playa.
A lo lejos divisaron la sombra de una joven, alejándose en dirección contraria y a paso apresurado.
—Acaba de ver lo que hicimos. — murmuró Zabdiel—. Todavía no terminamos esta noche.
—Déjala ir, no es más que una niña que no sabe donde se está metiendo. — comentó Richard.
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Fariña da costa
Teen FictionFariña es el nombre por el cual se conoce la cocaína y la droga en polvo en la costa gallega. Cinco chicos latinos arman su banda en el mundo del narcotráfico. Y que mejor que exportar droga desde sus países de origen hasta la costa de Galicia. Ci...