Capítulo 3

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Sanxenxo, Galicia 📍

—No vamos a darte una respuesta ahora, es un tema que tenemos que hablar en privado. — dijo finalmente Joel, con voz pausada y con toda la formalidad posible.

—Comprendo, no quiero meter presión ni mucho menos pero si fuera cuanto antes os lo agradecería...— dijo ella mientras tragaba saliva, sus labios se encontraban nuevamente secos así que aprovechó para remojarlos con su lengua. Un gesto que no pasó desapercibido para los cinco muchachos.

—¿Sabe tu padre que estás haciendo esto? — le pregunta Richard con mucha curiosidad, conocían un poquito a Antón y sabían que no dejaría a su hija hacer tal cosa a menos que perdiera el juicio.

—No, tampoco tiene porqué saberlo. — responde con dureza, ella le dijo a su padre el día anterior muy claramente que se tenía que sacar de ello, si no lo hacía ella tomaría cartas en el asunto. Y aquí estaba, arriesgando su vida delante de CNCO.

—Nos parece muy valiente que hagas esta movida. — murmuró Christopher con un tono amargo —. Pero esto no es un juego, niña.

—Sé en donde me estoy metiendo.— espetó con dureza, sin siquiera importarle que cargo ocupase, no iba a permitir que le hablara con ese tonito de voz.

Carallo... — murmuró Erick por lo bajo omitiendo una sonrisa porque no quería que la joven saliera ganando, pero era muy atrevido que alguien le alzase la voz a un mafioso.

—Confirmo, no sabes en donde te estás metiendo ni con quien.— dijo él mientras revoleaba sus ojos, no iba a ponerse a discutir con ella.

—Primera cosa que tienes que saber, Lúa. — empezó diciendo Zabdiel —. Si quieres que te respeten, debes de respetarnos a nosotros porque somos los que mandamos en la ría, así que como comprenderás...

—Comprendo. — les dijo mientras asentía, podía ser joven y novata pero no tonta, que los chicos no se equivocaran.

—Vas a ver cosas muy duras... — afirmó Joel, no era algo difícil de entender y probablemente fuera ya de lógica pero aún así tenían que advertirla antes de que fuera más allá.

—Y tendrás que hacer cosas duras. — dijo Richard.

—Yo no quiero matar a nadie...

—Ya, eso no es algo que se quiera, simplemente se hace cuando se debe y punto. — le hizo saber el más joven.

—Ni siquiera sé usar un arma, además eso de mancharme las manos con sangre de gente inocente...

—Nadie que esté en el mundo del narcotráfico es inocente, todos han cometido delitos, algunos más fuertes que otros. — dijo Zabdiel—. Te enseñaremos con eso de disparar y tal.

—¿Lo haréis?

—Aunque es más fácil mandar a alguien que haga el trabajo sucio por ti, sino cargarás con eso en la conciencia durante toda tu vida. — le explicó Erick.

—¿Os ha pasado? — preguntó con curiosidad.

—Una vez que te acostumbras a hacerlo a diario ya no.— respondió Christopher al ver que sus compañeros permanecieron en silencio. Lúa palideció al oír su respuesta, se esperaba de todo menos eso.

—Creo que podría con todo excepto con lo de matar...— murmuró con un tono de voz bajo—. Quiero estar dentro.

Los cinco mafiosos se miran entre sí antes de dar un leve asentimiento. No tomarían decisiones a lo loco, tendrían que hablar de ello. No era la primera vez que le hacían propuestas de este tipo pero si era la primera vez que se lo tenían que pensar, las otras veces las negaban rotundamente.

Tenían que tomar medidas en cuanto a la situación que estaban viviendo y separarse no era una idea que le agradase, si contaran con alguien en Sanxenxo ellos podría volver a tener el control de las rías altas sin ningún problema.

Lúa no era la mejor opción, era una joven que no sabía nada del negocio. No la tomarían en serio ni le tendrían respeto y menos su gente, todos ellos la habían visto crecer por lo tanto no harían caso a sus órdenes.

—Bueno, Lúa, ya hablaremos en otro momento. — dijo Zabdiel, su mirada se posó en la joven y elevó una de las comisuras de sus labios—. Ahora no tenemos ninguna intención de hablar del tema.

—¿Cuando será ese día? — cuestionó mientras se ponía de pie—. Si tardáis mucho no dudaré en volver aquí.

—Tranquila, cativa. —dijo Christopher alzando sus manos.

—No tardaremos en darte la respuesta. — dijo Richard dándole una rápida mirada a la joven

Lúa los miró desconfiada por un momento, su mirada se quedó clavada en Erick durante más tiempo del esperado, específicamente en sus manos.

Él al darse cuenta dejó escapar una risa y le lanzó la pequeña bolsita, esta la tomó con una cara de repugnancia.

Sabía que los polvos blancos que contenía eran nada más y nada menos que cocaína.

Lo que no sabía era que ellos mismos se drogaban. Por lo general los mafiosos no solían hacerlo, si andaban en drogas pero no llegaban a involucrarlas en su organismo.

¿Por qué entonces él la tendría?

Aunque no fueran mafiosos, no tenían pinta de esnifar cocaína, no veía al menos ningún indicio de ello. Tampoco le tenían aires de chutarse, por lo poco que había visto sus brazos no vio ninguna marca de algo por el estilo. Y... Las pastillas ya estaban pasadas de moda, al menos para gente como ellos.

Volvió a mirar a Erick, sus ojos no estaban mínimamente rojizos, su nariz tampoco. Se veía normal, bueno, dentro de lo que se podía catalogar "normal".

Desvió su mirada rápidamente, no quería que el mafioso llegara a pensar cosas que no eran, volvió a mirar lo que tenía entre manos antes de dejarlo nuevamente en la mesa con mucho cuidado. No quería que terminara en el suelo y se echara a perder, sabía que era mucho dinero a pesar de ser apenas unos ciento cincuenta centigramos.

Fariña da costa. — dijo él con firmeza, refiriéndose a lo que Lúa tenía en sus manos y se había pasado varios minutos escaneando. Ella asintió brevemente dándole a entender que tenía muy claro lo que era, se había criado en la costa y sabía a la perfección de que se trataba.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora