Capítulo 23

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Lúa se apartó nada más darse cuenta de lo que estaba haciendo, siguiéndole el beso a Erick por segunda vez en su vida.

—¿Yo te gusto? ¿O es que solo te gusta besarme cuando te da la gana?

—Tú no eres más tonta porque no entrenas —siseó, cerrando los ojos—. Me gustas, maldita sea, me encantas... Si todo lo que he dicho no ha servido para nada entonces me retiro, porque está claro que el problema no soy yo.

—Erick, ponte en mi lugar... Necesitas ver esto con perspectiva y no solo centrarte en ti, eso es algo muy egoísta.

—¿Egoísta? —rió llevándose una mano al cabello—. No tienes ni puta idea, Lúa, ni puta idea.

Se levantó de la cama cabreado, Lúa también lo hizo para interponerse en su camino y que no la dejara hablando sola. Detestaba que siempre quisiera huir de las conversaciones importantes, evadir los temas que le molestaban no era una buena opción.

—Apártate —su voz había sonado fría, él nunca usaba ese tono con ella. Nunca.

—No, vamos a hablar porque yo también tengo muchas cosas que decirte.

—Ahora soy yo el que no quiere escucharte.

—Erick, estoy hablando en serio.

—¡Yo también!

—¡Que te apartes, joder! —exclamó, llevando sus manos a sus hombros y empujándola. La puerta se abrió en ese mismo momento, haciendo que la cabeza de la gallega chocase contra esta y de sus labios se escapase un quejido.

—Chicos, hay problemas, han entrado a robar la mercancía —la voz de Joel sonaba también distante—. Los demás ya van en camino, yo iré ahora y... Bueno, vosotros igual deberíais de venir, no creo que las cosas se nos salgan de las manos pero el apoyo nunca viene mal.

No esperó respuesta y tan rápido como entró volvió a salir, al parecer el asunto sí que era importante. Erick miró a Lúa durante unos segundos, asegurándose de que estaba bien y después imitó la acción de su compañero, dejándola sola en la habitación. Ella bufó, cansada de ser siempre la misma historia, se llevó una mano a la zona en la que se había dado el golpe y comprobó que no estaba sangrando pero que ya se encontraba algo hinchada.  Ató su cabello de mala manera y salió de la habitación con pocas ganas, sabiendo que ya todos se habían ido y la habían dejado sola, dejándola de lado como en muchas de las operaciones.

El pueblo no era tan grande y bien podría caminar sin ningún problema, así lo hizo, al llegar se encontró la imagen que tanto se esperaba: una pelea.

—¿Lúa que haces aquí? —Zabdiel intentó correr hacia ella para cubrirla, siendo consciente de que allí todos estaban armados y no dudarían en hacerle daño, pero ya era demasiado tarde.

Un chico presionó su pistola en la sien de la gallega, pasando uno de sus brazos por su cuerpo para mantenerla pegada a él.

—¡Alto el fuego o la mato! —gritó, llamando la atención de todos. La mayoría de los de su banda ya estaban vencidos, algunos muertos en el suelo y otros siendo brutalmente asesinados, mientras que los mafiosos estaban intactos.

—Mátame, no creo que a ninguno de ellos les importe demasiado —le hizo saber ella, ni siquiera intentó forcejear—. Me dejan siempre tirada, disque para protegerme de toda esta mierda, creo que en el fondo soy una carga para ellos así que si me matas solo los estarás ayudando.

—Si así fuera no estarían todos con su atención en nosotros —rió el hombre, agarrándola con más fuerza—. Tengo a cinco mafiosos apuntándome solo porque yo te estoy apuntando a ti, ¿que crees que va a pasar?

—Que tú me matas y después ellos te matan a ti —sonrió de lado, sabiendo cómo serían las cosas.

—Chica lista —le quitó el seguro, dispuesto a disparar y terminar con el asunto de la forma que ella lo había descrito.

—¡Ni se te ocurra, hijo de puta! —el grito de Erick vino acompañado de un disparo, uno que casi le roza al brazo al hombre.

—¡Pudiste matarla!

—Si, pero no lo hice, fallé a propósito —espetó, sabiendo que si le disparara directamente a él habría sido una mejor opción pero más arriesgada porque tenía a Lúa entre sus brazos y saldría afecta de una forma u otra.

Había sido la mejor forma de ganar tiempo, así Christopher y Richard se habían podido acercar a ellos, uno para dispararle con exactitud y el otro para encargarse de Lúa.

El hombre yacía en el suelo, con dos tiros en la frente y con un gran charco de sangre provocado por dichos disparos.

—Merecías que te disparara a ti —bufó Erick, mirándola con emoji—. Por poco y lo jodes todo...

—Estás a tiempo de dispararme, así no volveré a joder nunca nada.

—Tienes razón —rió, apuntándola con su pistola directamente a la cabeza.

Bravo, Lúa. Si no te mata uno que lo haga el otro.

—Vamos, Erick, dispara —estaba aterrada de sólo pensar en que sería capaz de hacerlo, pero no desvió su mirada de la suya, no iba a mostrarse débil.

No pestañeó, ni siquiera cuando le quitó el seguro a su arma y la despegó de su frente, separándose unos centímetros.

La gallega supuso que sería para no salpicarse de su sangre cuando la bala perforara su cráneo.

Y disparó. Llamando la atención de todos sus compañeros, que se aguantaron la respiración nada más ver la maniobra. El sonido fue seco pero zumbó en los oídos de todos durante largos segundos que parecieron eternos.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora