Capítulo 19

233 31 28
                                    


Era noche cerrada y la oscuridad protagonizaba la escena. Lo único que se veía en el cielo era la blanca y resplandeciente luna llena. El sonido propio de las olas del mar se escuchaba con intensidad, la marea estaba brava en esa temporada del año.

Los mafiosos observaron desde el piso que tenían en Portonovo, justo enfrente de la playa Caneliñas, como la operación se desenvolvía. Había al menos treinta personas implicadas y no era para menos pues cinco mil kilos de cocaína no llegaban a la costa gallega todos los días.

—Se vería mucho mejor si no hubiese un andamio aquí en medio.— se quejó el cubano mientras apoyaba sus brazos en la baranda del balcón.

—¿Algún días harás algo que no sea quejarte?— le preguntó Christopher poniendo sus ojos en blanco—. A veces eres irritable.

—A esa frase le sobra el "a veces"— dijo el mexicano con diversión.

Erick puso los ojos en blanco ante la actitud de sus compañeros y volvió su vista al frente, tan solo quedaban un par de lanchas por llegar a la orilla, lo que equivalía a quinientos kilos de fariña.

La operación había resultado un éxito, pues cuando el reloj marcó las dos de la madrugada ya no había rastro de los marineros en la playa ni de la droga tampoco. Ningún vecino había salido a mirar lo que pasaba ni había llegado la policía, sin duda podían estar orgullosos del trabajo que habían hecho.

—¿Aquí es donde se supone que debería de estar todo?— cuestionó Zabdiel mirando incrédulo el taller al que los habían enviado—. Esto es muy... Obvio.

—No está a nuestro nombre, así que no tenemos que preocuparnos.— dijo Richard entrando al lugar, este se encontraba oscuro y apenas se veía nada en el interior debido a la falta de luz—. ¿No hay luz en este sitio?

—Desgraciadamente no.— respondió Joel chasqueando su lengua—. Pero tenemos linternas.

Tras decirlo sacó su teléfono y encendió la linterna de este para iluminar, sus compañeros imitaron su acción para que hubiese más luz en el taller y poder ver mejor. Comprobaron que efectivamente todos los paquetes que habían sido descargados en Caneliñas estaban allí, todos tenían el mismo envoltorio por lo que no les llamó la atención... A excepción de unos cinco o seis que eran de color gris oscuro en lugar de negro.

—¿Por qué cojones son de otro color?

—Bueno, tal vez se les acabó el envoltorio de color negro, date cuenta que es mucha droga.

Non seas parvo.— gruñó Richard con un marcado gallego.

—¡No soy tonto!—exclamó el ojiverde frunciendo el ceño—. Es un razonamiento lógico...

Non o é, ti deberías de sabelo.— volvió a decir el mismo mientras sacaba una navaja de su bolsillo y se acercaba a los paquetes de distinto color.

Hizo un corte en uno de ellos dejando que parte de los polvos blancos cayeran al suelo.

Sin siquiera pensarlo llevó uno de sus dedos a estes y acto seguido lo acercó a sus labios.

—¿Y bien?— preguntó Christopher ante el silencio.

—Fariña.— murmuró él frunciendo ligeramente el ceño.

—¿Ven? Nada de que preocuparse, sois unos dramáticos...

—No, Erick, no dije fariña para referirme a la cocaína, lo dije porque verdaderamente es harina.

La risa de Joel se hizo presente, pensando que su compañero estaba bromeando pero al ver la seriedad en su rostro fue rápido en acercarse e imitar la acción que él había hecho hace minutos.

—Oh, mierda, verdaderamente es harina...

El siguiente en reírse fue Christopher, pero no por eso sino por lo divertida que le resultaba la situación. No era la primera vez que le robaban mercancía como tampoco era la primera vez que matarían a alguien por hacerlo.

—La gente es tan ingenua...— soltó un suspiro tras reír—. Vamos a por esos hijos de puta mientras que la situación es divertida, si lo hacemos cuando me encuentre aburrido será peor, con más sangre y más dolor.

—Entonces yo voto por ir más tarde.— dijo Zabdiel en un tono divertido—. Cuando sacas tu peor faceta es más divertido para nosotros.

—Concuerdo, te pones muy creativo en el momento de torturar a las personas.— aceptó Erick con una sonrisa en los labios.

El ecuatoriano puso los ojos en blanco mientras apagaba la linterna de su teléfono y salía del taller, era consciente de que sus compañeros lo seguían.

—Esperemos a que amanezca para solucionar esto.— dijo Joel al llegar al pazo—. No podemos tampoco levantar sospechas al no estar aquí durante toda la noche.

—Concuerdo con él.— lo apoyó Zabdiel—. Por cierto, ¿que hacen las luces del exterior encendidas?

—Tal vez Lúa estuvo en la piscina o algo y se olvidó de apagarlas.— dijo Erick no muy convencido.

—No lo creo.— dijo Richard encaminándose hacia allí, abrió la puerta y salió al exterior, su boca se abrió ligeramente al tiempo que miraba sorprendido la imagen frente a sus ojos.

La gallega tenía a dos hombres atados en una silla y en sus manos jugaba con un cuchillo que había sacado de la cocina, al ver a los chicos llegar les dedicó una sonrisa de autosuficiencia.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora