Capítulo 6

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Sanxenxo, Galicia 📍

La joven gallega pareció no oírlos, sus ojos estaban clavados en todos y cada uno de los marineros allí presentes. Sabía que algo no iba bien... ¿Pero que tan mal podía estar para acabar en esa situación?

—¿Vais a disparar?— cuestionó con la voz temblorosa del pánico.

—¿Tú qué crees, nena? — respondió uno de ellos, ella no pudo apreciar quien de los cinco fue.

—¿Qué ha pasado?— dijo antes de carraspear.


—Nuestros galleguiños piensan que son más inteligentes que nosotros. — murmuró Joel mientras se ponía de cuclillas frente a uno de ellos y lo obligaba a mirarlo—. ¿No es así?

—No, señor... — el puño del mexicano impactó en la mandíbula del hombre que había empezado a hablar, el sonido de la ruptura del hueso se hizo presente en el lugar.

—No te dije que hablaras. — siseó molesto antes de levantarse y darle una patada a la arena.


Lúa ahogó un sollozo entre sus manos, la imagen que acababa de presenciar no era de su agrado. La frialdad del mafioso al hacerlo fue lo que más causó impacto en ella. ¿Cómo podía romperla la mandíbula a alguien y quedarse tan ancho?

—La droga tendría que llegar hoy de México, era un cargamento importante. — Dijo Richard mientras jugaba con la pistola ente sus manos—. Pero nunca llegó.


—¿Y no puede llegar todavía?

—No, Lúa, no es lo correcto. — espetó en su dirección—. Tu gente nos ha traicionado, lo que peor se paga es la traición.

—No, no, no... Por favor, no los mateis.

—¿Quieres que actuemos como si nada hubiera pasado? — cuestiona Zabdiel incrédulo, no daba crédito a lo que acababa de escuchar.


—No he dicho eso... Simplemente dadle una oportunidad más.

—Esta es la tercera, os recuerdo que todavía hay mucha Fariña circulando por Sanxenxo. — dijo Christopher soltando una risa sarcástica—. Si esa droga no aparece mañana, podéis daros por muertos.


—¿Y vamos a pasar por alto el cargamento de hoy? — cuestionó Erick alzando una ceja.

—No, vamos a revisar el mar, como encontremos la puta droga... Uy ho, las cosas se van a poner muy negras para algunos. — dijo Joel.


—¿Podéis guardar las pistolas? — cuestionó Lúa, un tanto incómoda con la situación.

Los mafiosos le hicieron caso y le dieron a los marineros la orden de levantarse.

—Creo que ha quedado muy claro todo, ¿verdad? — preguntó Zabdiel, todos a sintieron como respuesta—. Perfecto, a la próxima no avisamos, actuamos directamente.


Empezaron a retirarse uno por uno de la playa, los cinco mafiosos no le quitaban la vista de encima únicamente por desconfianza. Uno de ellos salió enojado de allí, chocando su hombro contra el de la joven y haciéndola retroceder unos pasos.

—Eres una niña ingenua. — siseó para ella, dándole una clara mirada de rabia—. Ojalá termines en el fondo del mar o con una puta bala en el pecho.

Lúa tragó saliva, incapaz de hablar, su temperatura había bajado de repente debido a sus palabras. Nunca nadie le había deseado la muerte, no entendía porqué este hombre lo hizo... Después de todo, gracias a ella no los habían matado esa noche.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora