La gallega se sentó a la mesa cuando eran pasadas las nueve de la mañana, madrugar no era su especialidad y eso todos en el pazo lo sabían de sobra.
—¿Es cosa mía o hay tensión? —cuestionó ella mientras removía la cucharilla dentro de su taza de café.
—Cosa tuya —respondió Erick, poniendo los ojos en blanco.
—Hay tensión —dijo a un mismo tiempo Richard.
Christopher enarcó una ceja con diversión, ni para dar respuestas se ponían de acuerdo, a ese punto se delatarían ellos solitos.
—Vale... —la gallega aclaró su garganta y desvió el tema de conversación a otra cosa sin importancia.
Encendió su teléfono para revisar su cuenta de Instagram, hacía un par de meses que se habían hecho una cuenta conjunta los seis y ella era la que más la usaba, los chicos apenas y se manejaban por la redes a pesar de ser jóvenes. En el apartado de explorar le aparecieron varias noticias de La Voz de Galicia, al parecer algunos marineros alertaron a la policía de que se había encontrado droga en el mar.
—¿Habéis visto las noticias? —preguntó levantando la mirada del teléfono y centrándola en los cinco chicos.
—Si... Espérate a que encuentren los cuerpos —burló Zabdiel soltando una carcajada.
—Oh, mierda... ¿Los habéis limpiado y todo? —interrogó, con preocupación—. No necesitamos que nos incriminen, ya hay sospechas y...
—No es la primera vez que matamos, Lúa —la voz de Erick la tranquilizó—, sabemos cuál es el procedimiento, no tienes que preocuparte por nada.
—No estoy acostumbrada a las muertes —dijo lo obvio, bufando—. Ya sé que vosotros sois unos putos expertos en ello pero, definitivamente, yo no lo soy... ¡Ni tampoco busco serlo!
Se levantó de la mesa de mala gana, echando humo, dejando su café a medio beber y a los chicos con la boca entreabierta. Lúa siempre había sido muy temperamental y con el tema de matar siempre se ponía mal, por lo general ellos solían no tocar el tema para que estas cosas no pasaran, pero lo de anoche estaba toda muy reciente y sabían de sobra que no lo superaría de inmediato.
—¿Y ahora qué, listo? —le recriminó Joel, cruzándose de brazos y mirándolo con fastidio.
—Que Richard la consuele —bufó el ojiverde, ganándose una mala por parte del recién nombrado.
—¿Por qué no te vas a la mierda, Erick? —escupió.
—¿Por qué tengo que ser yo siempre el que la consuela, eh? —gruñó levantándose—. Si es una niñata que no está preparada para el mundo del narcotráfico hay que decirlo y punto.
—Nadie te obliga, lo haces tú solito porque quieres —dijo Zabdiel, sonriéndole con malicia—. Así que no vengas a reclamar nada, gilipollas.
El cubano pasó olímpicamente de sus palabras y subió las escaleras para dirigirse a la habitación de Lúa, sabía que estaría allí sumergida entre las páginas de algún viejo libro, normalmente esa era su vía de escape de la realidad. Tocó la puerta con sus nudillo y no esperó a que ella le permitiese entrar, abrió y cerró tras su cuerpo. Efectivamente, estaba sentada en su cama con un libro apoyado en las piernas y la mirada clavada en las letras entintadas en el papel.
Se acercó con lentitud y tomó asiento a su lado, no interrumpió porque si lo hacía se pondría de peor humor, tendría que esperar a que terminara ese capítulo para darle una palabra.
—Bien, ya basta —al ver sus intenciones de seguir leyendo le arrebató el libro de las manos, puso el marcapáginas en la hoja correspondiente y lo cerró, dejándolo en la mesita de noche—. ¿Cómo te encuentras?
—Me encontraría mejor si me dejaras leer tranquila.
—No... ¿Sabes como te encontrarías mejor? —chasqueó su lengua, llevando dos de sus dedos hasta su mentón—. Si te olvidaras de las preocupaciones, deja de atormentarte a ti misma.
—Erick, no intentes hacerte el bueno conmigo, haces lo mismo siempre y no funciona —no se molestó en quitar su mano de su rostro porque, siendo sincera, no le molestaba su contacto—. Ayer maté a alguien... En el momento fue un simple impulso pero después no pude dormir por la noche, la imagen de yo asesinándolo con un maldito cuchillo de cocina no dejaba de reproducirse en mi mente. No es esto lo que quiero, soy joven y no me apetece pasar el resto de mi vida en la cárcel por haber acabado con la vida de alguien.
—Los mafiosos no pisamos la cárcel, bonitiña —rió, todavía acariciándola—. Aunque te incriminen algún día, que eso no pasará porque nosotros cinco no lo dejaremos, créeme que tenemos dinero de sobra para pagar un buen abogado. No va a pasarte nada, eres una buena persona que se ha juntado con hombres manchados de mierda, no dejes que todo esto te salpique.
—Tú no quieres que yo forme parte del grupo, ¿verdad? —cuestionó mirándolo a los ojos.
—Yo no quiero que tú lo pases mal, no quiero verte llorar por una muerte o quejándote de los malos tratos que hacemos. No somos buena gente. Tú sí lo eres —suspiró, cerrando sus ojos por un momento, cuando volvió a abrirlos se acercó más a ella para tenerla más cerca—. No quiero que nada te pase porque no me lo perdonaría en la vida, que tú salgas afectada sería lo peor de todo.
—Basta de excusas —pidió.
—Joder, Lúa, ¿tan ciega estás que no te das cuenta? —casi lloriqueó—. Recibiría una bala por ti si hiciera falta, no me vengas con que son excusas porque no lo son, si te pierdo a ti... Lo demás va a dejar de importarme.
La gallega entreabrió los labios pero no llegó a decir nada, no cuando no sabía como tomarse la confesión de Erick.
Él aprovechó para acercarse, acortar la distancia de sus labios y dejar un casto beso en estos, que la dejó más atontada de lo que ya estaba.
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Fariña da costa
Teen FictionFariña es el nombre por el cual se conoce la cocaína y la droga en polvo en la costa gallega. Cinco chicos latinos arman su banda en el mundo del narcotráfico. Y que mejor que exportar droga desde sus países de origen hasta la costa de Galicia. Ci...