Capítulo 5

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Sanxenxo, Galicia 📍

Los días pasaron muy lentamente, los mafiosos los vivían como cualquier otro día a pesar de la presión que llevaban encima. La situación era complicada, sabían que tenían que ir a Costa da Morte para ver como iban las cosas por allí pero al mismo tiempo tampoco podían dejar Sanxenxo sin ninguna vigilancia.

—Hasta aquí hemos llegado, mañana avisamos a Lúa para que nos eche un cable.— dijo Zabdiel mirando a sus compañeros.

—Tienes que estar de coña...— murmuró Joel por lo bajo.

—No, Zabdiel tiene razón. —dijo Richard apoyando la idea de su compañero—. Tenemos que ir a las rías altas a supervisar, solo serán un par de días y ella se quedará aquí.

—No aguantará. — afirmó Christopher.

—Dejen de hacer tanto drama. — murmuró por lo bajo Erick, todos lo regresaron a mirar—. Es la verdad, la necesitamos y punto.

—Hay gente más preparada que ella para todo esto.

—Por supuesto que la hay, pero abrid los jodidos ojos de una puta vez... ¡Es ahora o nunca! — exclamó molesto —.  Dos putos días, nada malo pasará.

—Nos arrepentiremos de esto. — dijo el mexicano echando sus manos a la cabeza y desordenando su cabello.

—Tal vez lo hagamos pero ahora mismo no hay opción. — murmuró Erick levantándose—. Me encargaré personalmente de ir a avisar a Lúa, capaz y nos quiera acompañar al desembarco de esta noche.

Les guiñó un ojo a los chicos antes de salir de casa con todas la dudas en su mente.

Por su parte, Lúa estaba lo suficientemente estresada desde que había hablado con su padre por última vez. Este no apoyaba su idea, le gritó varias cosas en la cara y terminó por no hablar con ella. Desde entonces lo único que recibía de él era desprecio.

"Me has decepcionado, hija"

"No esperes que te agradezca lo que hiciste, eres una completa ingenua"

Todas y cada una de las palabras que él le había gritado en la cara dolían cuando las recordaba. Se dejó caer en la cama y soltó un par de lágrimas mientras el dolor en su pecho aumentaba.

Su padre era lo único que tenía, perderlo suponía quedarse sola.

El golpeteo en la puerta llamó su atención, bajó rápidamente las escaleras para poder abrir. Cuando vio quien se encontraba tras esta sintió su mundo paralizarse por completo.

—¿Estás llorando? — cuestionó llevando su mano a la cara de la joven, sus dedos hicieron contacto con las lágrimas que caían por sus mejillas y las limpiaron para no dejar rastros de ellas—. No soy bueno consolando a las personas pero puedes contarme si quieres.

—No te preocupes, estoy bien. — le hizo saber.

—No hay que ser muy listo para darse cuenta de que no llorabas de alegría. — murmuró, en un gesto para nada de él decidió envolver sus brazos alrededor del cuerpo de Lúa y pegarla a su cuerpo. En un intenso de ser fuerte, esta solo se rompió a llorar desconsoladamente en los brazos del mafioso.

Una tercera persona entró en escena, empujó a Erick por la espalda haciendo que apenas se moviera unos pasos hacia delante y que mirara por encima de su hombro.

—Oh, Erick... — murmuró el marinero totalmente apenado—. Pensé que sería algún... Ya sabes.

—No son formas de tratar a las personas. — espetó, pasó un brazo por los hombros de Lúa para pegarla a su cuerpo y se enfrentó a Antón.

—De verdad que no quise...— trató de excusarse.

—Ahórrate las palabras. — puso los ojos en blanco—. Estaré hablando con tu hija a solas, espero no enterarme que algo malo pasa entre vosotros porque no me gustaría intervenir.

—Son cosas de padre a hija, los jóvenes hoy en día van muy por libres... No vayas a creerte lo que tenga que decirte.

—Lo que crea o no ya es cosa mía. — dice con dureza, camina unos pasos para llevar a Lúa fuera de casa y que ambos pudieran tomar el aire.

Antón los miró durante varios segundos pero al ver que no valdría la pena decir nada, se dispuso a entrar en casa.

—Bueno, bonitiña.... Tenemos un desembarque en un par de horas así que me acompañarás.

—¿Ya habéis tomado una decisión?

—Te necesitamos un par de días así que no te vendría mal ir aprendiendo algo del negocio.

Lúa asintió no muy convencida antes de soltar un pesado suspiro que llamó la atención del mafioso.

—Soy bueno escuchando, puedes desahogarte conmigo.

—Gracias, pero preferiría no hacerlo...

Él la miró sin estar del todo convencido pero asintió de todos modos. La oscuridad de la noche ya se estaba haciendo presente así que caminaron más rápido para que no les cayera la noche encima.

Una notificación en su celular hizo que se sobresaltaran, tomó este y leyó el mensaje que le había enviado uno de sus compañeros.

—Cambiemos la dirección, algo ha ido mal. — dijo frustrado antes de comenzar a caminar en dirección opuesta. Lúa no hacía más que mirarlo confusa, sabía que algo iba demasiado mal por la forma en la que su estado anímico cambió.

Al llegar a la playa, ella sintió que su corazón daría un vuelco. Todos los marineros que conocía desde pequeña estaban allí arrodillados y con las manos en la cabeza mientras los cuatro mafiosos gritaban en su dirección, alguno de ellos iba armado y los apuntaba sin miedo alguno.

—¿Qué está pasando? — le preguntó atemorizada a Erick.

Él no se inmutó y siguió caminando hacia sus compañeros. Estos los miraron durante breves segundos antes de volver a su labor.

—Lúa, cierra los ojos y tapa los oídos.

Fariña da costaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora