Cinq

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Londres nos estaba regalando una hermosa noche en éstos momentos. La luna casi llena aún estaba presente en el cielo cuando nuestra fiesta de casamiento había terminado. Fue una jornada llena de emociones, risas y lágrimas de alegría junto a las personas más importantes en nuestras vidas.

La mejor sorpresa de todas fue anunciarles que unos meses iba a nacer nuestro bebé y fue toda una revolución. Nos emocionaba saber el amor que nuestro pequeño iba a recibir.

Ahora mismo estábamos camino al hotel donde íbamos a pasar la noche de bodas, previo a nuestra luna de miel en Mykonos. Grecia era un país que hacía tiempo que queríamos conocer y lo habíamos dejado pendiente para éste momento.

Sonreí al sentir la mano de Michael sobre mi mejilla y dejar suaves caricias en ella. Giré mi cara y deposité en beso en su palma.

- Hola hermoso.

- Hola mi amor - sonrió tierno - ¿Cómo estás?

- Cansada. Pero muy feliz. ¿Vos?

- Me explota el pecho de felicidad, Bonita - suspiró embobado y mi corazón se derritió - Ya casi llegamos al hotel.

- Ya estoy pensando en la cama que vamos a usar para dormir - traté de decir seria.

- Ambos sabemos que ese no va a ser precisamente el uso que le vamos a dar apenas entremos a la habitación - su mirada se encontró con la mía y tragué lentamente.

A los pocos minutos llegamos al lugar donde nos íbamos a hospedar. Al bajar del auto, Michael vino rápidamente a mi lado y dejó su saco sobre mis hombros ya que había refrescado.

- Gracias - susurré.

- De nada - una sonrisa apareció en su cara.

Sujetó mi mano y entrelazó nuestros dedos mientras que con la otra sostenía el bolso que contenía la ropa que íbamos a usar pocas horas después ya que nuestras maletas estaban bien guardadas en el baúl.

Entramos al lobby y luego de dar nuestros datos personales a la secretaria para el check in, fuimos hasta el ascensor y mi estómago se encogió de los nervios. Miré a mi esposo por el espejo quien estaba concentrado observando los números que se cambiaban a medida que subíamos los pisos hasta llegar al que nos habían designado. Caminamos hasta la puerta de la habitación y mi australiano favorito me enfrentó.

- ¿Es muy antiguo si quiero entrar con vos en brazos?

- Michael Italiano, el señor de 83 años - reí asintiendo - Si vos lo queres hacer, no hay problema...

Pasó la tarjeta por el lector y una vez que se destrabó, abrió la madera para dejar el bolso a un lado de la misma y girarse hacia donde estaba parada.

Se acercó nuevamente y colocó una mano en mi cintura mientras la otra la ubicaba por debajo de mis piernas para levantarme suavemente, a lo que mis brazos fueron a su cuello para sostenerme de él.

Ambos sonreímos felizmente y Michael atravesó la puerta para adentrarnos en la habitación y con la ayuda de su pie, cerró la misma. Caminó hasta el centro del lugar y me depositó otra vez en el piso aunque no solté mi agarre, por lo que mi esposo colocó sus manos en mi cintura para apegar su cuerpo con el mío.

- Hola, Señora de Italiano - susurró juntando nuestras frentes.

- Hola Bonito mío - respondí con una sonrisa.

Acorté la poca distancia que había entre nuestros labios para dejarle un beso tierno sobre ellos y quedarnos en esa posición por unos segundos mientras Michael acariciaba mi espalda baja.

No me sueltes - Capítulos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora