Dix-Neuf

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Abrí mis ojos y me encontré con la espalda desnuda de mi marido a centímetros de mi cara.

Sonreí y me acerqué a mordisquear suavemente su omóplato izquierdo lo que lo hizo remover su cuerpo sobre el colchón.

- ¿Bonita? - dijo con la voz ronca y se me escapó un suspiro.

Comencé a besar cada centímetro de su triangular espalda, donde tenía esparcidos sus muchos lunares que eran mi perdición. Contemplar cada uno de ellos era un espectáculo hermoso y deslumbrante. A veces me gustaba jugar a olvidarlos, para luego volver a encontrarlos y sorprenderme.

Sentí como sus músculos se tensaban a medida que recorría su piel con mis labios. Una de mis manos fue hasta su pecho desnudo para acariciar lentamente sus pectorales con la yema de mis dedos y luego bajar hasta la zona de su bajovientre.

Coloqué mi pierna izquierda por sobre su cadera y di el impulso suficiente para poder quedar sentada sobre él.

- Hola vos - susurró.

- Hola yo - imité su tono de voz y ambos sonreímos.

Intentó tocarme por sobre la remera que usaba de pijama y le pegué suavemente.

- No. Aún no - negué con una ceja enancada.

- Pero...

- Quieto, Italiano - amenacé.

- Está bien. Estás a cargo, mi amor - respondió y colocó sus brazos detrás de su cabeza, regalándome una de las imágenes más sexys que podía ver.

- No podes estar tan bueno - mordí mi labio inferior y él rió bajito.

Gracias señor por permitirme ver ésta hermosa imágen.

Me apoyé sobre su pecho y ataqué su cuello mientras iniciaba un camino de besos y mordiscos por esas zonas al mismo tiempo que Michael se movía debajo de mi cuerpo haciendo que nuestros puntos más íntimos se rozaran sobre las telas que aún nos cubrían y se despertaran.

No dejé un centímetro de su piel sin cubrir.

Una de sus manos se coló debajo de mi remera y fue subiéndola lentamente hasta llegar a uno de mis pechos, el cual apretó dejándome escapar un gemido. Se sentó sobre el colchón, apegando nuestros torsos y sus cabellos quedaron despeinados brindándome una imágen demasiado sexy sumado a la sonrisa que me estaba dando en estos momentos. Me dediqué a acariciar suavemente con las puntas de todos mis dedos desde sus hombros, bajando por su brazos y colocando mis manos sobre sus omóplatos para sentirlo más cerca.

De repente mi prenda superior estaba en el suelo. No dudó un segundo más y atacó mis pezones con besos húmedos al mismo tiempo que los masajeaba suavemente.

De un momento a otro hizo que giráramos y mi espalda se encontró sobre las sábanas. Apoyó las palmas de sus manos a cada lado de mi cabeza haciéndo que los músculos de sus bíceps se marcaran y atacó mi pecho con besos.

Se colocó entre mis piernas y dirigió sus manos a mi bajovientre para luego sentir como mi piel se erizaba ante su tacto.

Aprovechando que sus dedos estaban en la zona comenzó a masajear por sobre la tela la unica prenda que cubría mi cuerpo. Mi australiano favorito enganchó ambos pulgares en el elástico de mi ropa interior y miró en busca de mi permiso, a lo que respondí con una sonrisa y fue suficiente para que me dejara totalmente desnuda frente a sus ojos.

Una de sus manos fue hacia mi pecho derecho mientras que la otra atacaba mi nudo de nervios. Nuevamente se colocó sobre mí y bajé su bóxer con la ayuda de mis pies.

No me sueltes - Capítulos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora