Capítulo 11

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La noche era fría, más de lo normal, la terraza siempre había sido mi lugar favorito, era tan tranquila y acogedora, simplemente perfecta. Un té y una cobija puede resultar una gran combinación, estaba sentada en la silla viendo a la nada, disfrutando el aire fresco y la paz que me transmitía, pero todo lo bueno tiene un fin. Éste era mi fin.

     — ¿Me extrañaste cariño? su voz grave resonaba en el lugar.

     — ¿Cómo entraste? comenzaba a temblar y a crearse el nudo en mi garganta.

     —Te dije que no quería verte con otro, me engañaste, Rose la taza cayó de mis manos.

No podía respirar, no podía estar aquí, Luciano no podía haber entrado a mi casa. Me estaba muriendo de miedo, las lágrimas se me escapaban, grité desesperada, debía haber alguien. Tenía que llegar alguien, sabía que no podría defenderme.

     —Cuando vas a entender que nadie vendrá a salvarte, ahora eres mía, siempre lo has sido ¿no lo entiendes?

Recordaba todo con cada paso que daba, el abuso, sus golpes, sentía sus manos al igual que en la fiesta, estaba gritando y nadie me escuchaba, quería salir de ahí, huir de él. Había llegado al límite, estaba contra la barandilla de la terraza y él a tan solo 2 pasos de mí, avanzo esos dos pasos, tomó mi mandíbula con fuerza y beso mi mejilla.

     —Detente apenas hablaba entre sollozos.

      —Me engañaste, debes pagar.

Me tenía inmovilizada en sus brazos, gritaba e intentaba soltarme pero no podía era demasiado fuerte, lloraba con fuerza esperando que por un milagro todo acabara, pero solo empeoro... cargo todo mi peso en sus brazos, sabía lo que haría, no ahora no estaba lista para esto, me aferre a sus hombros.

      —No sabes cuánto te extrañaré.

Caía desde la terraza y solo podía verlo, solo lograba ver esa sonrisa que se dibujaba en su rostro. Esa asquerosa sonrisa que me perseguía día y noche.

      — ¡Rose despierta, por favor, despierta!

Mi hermano estaba desesperado, había enfermeros tratando de atarme, mi padre sostenía a mi hermano intentando tranquilizarlo y yo... no podía parar de llorar, no quería manos de extraños sujetándome.

     — ¡No, suéltenme, no...— llegó otro enfermero para sujetarme— no los dejes... Marlon!

Marlon hizo a un lado a los enfermeros y me tomó en brazos para relajarme o intentar hacerlo, sentía la sudadera húmeda por mis lágrimas, no me di cuenta de lo fuerte que estaba abrazándolo hasta que escuche un quejido por su parte. Me separé un poco sin soltar su abrazo, miré alrededor, estaba en una habitación de hospital, mi madre lloraba en los brazos de su esposo y los enfermeros bajaron la vista.

      —Estás bien, trata de relajarte— Me pegó nuevamente.

Marlon tenía unas enormes ojeras y los ojos hinchados, parecía que no había dormido en días. Poco a poco las lágrimas pararon, nuestros padres estaban fuera de la habitación con el doctor, no sabía qué pasaba, no recordaba nada pero ahora no me importaba, estaba demasiado afectada por la pesadilla sin mencionar que no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Estaba quedándome dormida en los brazos de mi hermano cuando Shelby entro a la habitación, corrió hacia mí abrazándome lo más fuerte que pudo.

Ramé: en esta vida y la que sigue [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora