Noches del Infierno

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Me levanto sobresaltada y respirando con dificultad, los ángeles oscuros ya no gritan mi nombre, entonces lo comprendo, era un sueño, nada más que eso.
Leah, como siempre, está friendo dos huevos, y cocinando tortitas.
-Vamos Sarah, si no te das prisa me voy a ir a la uni sin ti, ya lo sabes- Dice ella, Leah tiene dieciocho años, como yo, cabello castaño oscuro y ojos verde amarillento. Es muy morena y delgada, con curvas y muy en forma.
-Leah, ¿a qué hora te has levantado?- Pregunto, curiosa, me mira con sorpresa y contesta:
-Ah, Sarah, tú y tu peculiaridad, a las ocho, ya sabes el dicho, quien madruga...-
-Dios le ayuda- Respondo mientras suspiro- ¿Por qué eres tan devota?
-¿por qué tú no?- Responde alegremente, ella siempre sonríe, pase algo malo o bueno, nada le arranca la sonrisa de su perfecta cara.
-Dejemos esta conversación ¿vale?- Suspiro mientras me estiro para coger mi plato de huevos fritos y tortitas, y ella me pasa el zumo de piña que tanto me gusta.
Se sí entra frente a mi y comenzamos a comer en silencio, una de las cosas que más me gustan de ella es que el silencio no le incomoda, es más, parece hasta gustarle, lo que me permite pensar y reflexionar durante nuestros ratos juntas.
Termino de comer y dejo el plato en la fregadera, para limpiarlo después.
Entro en mi cuarto y abro la cómoda, saco una camisa azul de la marca "Arrow" que me regaló mi madre por mi decimosexto cumpleaños y un jersey de punto beige. Abro el cajón de los pantalones y sacó unos "leggings" vaqueros claros y alcanzo mis botas de pelo grises oscuras. Me visto y me paso el peine por la cabellera a toda velocidad, cojo mi abrigo verde caqui con borrego y me coloco la mochila roja a la espalda.
-Leah, estoy lista-Digo alegremente.
De repente oigo un estruendo y a Leah salir de su cuarto con la ropa y el pelo empapado.
-Maldito jarrón- Dice entre dientes- siempre me la juega.
-Ay dios, Leah, ¡No vamos a llegar!¡Cámbiate!-
-Ve llendo- Dice más tranquila- Ya te alcanzaré.
Asiento y salgo por la puerta, cuando la puerta se cierra comienzo a reír como una cosaca y empiezo a recordar la vez en que íbamos caminando por la calle y de repente pasó un joven muy hermoso y le guiñó el ojo, entonces ella se lo quedó mirando empanada y se chocó contra un cristal que transportaban unos hombres con sumo cuidado , dejando la marca de su cara en mitad del cristal.
-Perdona- Dice una voz grave detrás de mi- Busco el piso cuatrocientos dieciocho.
Un joven de diecinueve años aproximadamente me mira con expresión despreocupada. Es alto y fuerte y tiene los ojos de un verde muy intenso. Sus cabellos rubios alborotados de rizan en la mitad del cabello, dándole a su expresión una jovialidad despreocupada y alegre. Tiene la piel oscura, más o menos del tono de la de Leah.
-Perdona, soy Sarah, y la verdad es que soy nueva por aquí- Respondo- Mejor pregúntale a otra persona.
-Soy Duce- Responde, y se queda mirando mis cabellos negros ondulados y mis ojos azules, que mi madre afirmaba, se asemejan al azul del cielo.
-Em, tengo que irme, he de ir a la universidad- Digo
-Yo también- Responde- en verdad he dicho lo del piso para acercarme a ti y hablarte, he decidido que quiero empezar a hablar con chicas hermosa y delicadas.
-Te lo agradezco- Digo ruborizandome- el cumplido digo, pero no sé si tu universidad es la misma que la mía.
-Sheila university- Dice.
-Sheila university- Me sonríe y comienza a andar.
Le sigo, echando de vez en cuando una mirada atrás por si viene Leah.
Lleva una camiseta ceñida gris que le marca la figura y los abdominales perfectos, una chaqueta marrón caqui, unos vaqueros ceñidos viejos y un poco destrozados, una cazadora negra larga y unas deportivas parecidas a las de baloncesto negras y rojas.
Llegamos a la parada de autobús esperamos sentado a que llegue.

El Ángel de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora