Body Massage

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— ¡Vamos Volkov! ¡Te juro que en ese lugar te tocan las manos de cristo! — Exclamó el barbas siguiendo a trote el paso rápido que mantenía su compañero.

— No estoy interesado Greco, no necesito de esas cosas. — Gruñó el ruso entrando rápidamente al patrulla y cerrándolo de un portazo.

Aquel movimiento provocó que los músculos de su cuello se tensionen, provocándole un tirón molesto que le hizo llevar su mano a dicha zona. Hizo una mueca, el trabajo de estas semanas había sido sumamente estresante, pasar tanto tiempo en la computadora redactando informes y cambiar drásticamente de actividad al ser necesitado en campo lo tenían exhausto y con los músculos resentidos.

Sus ojos azules voltearon hacia su compañero que lo miraba expectante y con una enorme sonrisa. Rodó los ojos.

— Entonces Volkov... ¿Qué día tienes libre?






Llegaron al local al mediodía. Era sábado y ambos agentes habían acordado encontrarse en la puerta de aquel Spa ubicado un poco lejos del centro. Entraron, y llamaron a un timbre que había sobre el mostrador, al momento apareció un hombre de cabellos rubios, lucía más joven que ambos y vestía el típico traje color blanco de dos piezas.

— ¡Vaya, vaya! ¡¿Pero qué tenemos aquí?! — Exclamó el rubio mientras se acercaba para saludar al comisario más bajo con un beso en cada mejilla. — Veo que trajiste un amigo.

— Hola Gustabo. Si bueno, teníamos el día libre y yo ya no podía aguantarme de venir a disfrutar un poco de tus manos. — Habló en un tono sugerente.

El ruso, quién se encontraba tras el barbas, abrió mucho los ojos al escuchar aquello ¿Qué cojones?.

— Muy bien, espera un momentito que voy terminando de enviar unos e-mails y le aviso a mi compañero para que atienda a tu amigo ¿Va?.

— De acuerdo. — Contestó Rodriguez

Ambos hombres se sentaron en uno de los sillones de la salita. Viktor, quién había permanecido callado hasta el momento, observó los alrededores buscando algo que lo distraiga en su espera, no quería pensar en lo que su compañero de trabajo había hecho con aquel masajista pero si era sincero consigo mismo, lo envidiaba. Usualmente ocupaba descargar toda la tensión y estrés de su oficio con un poco de sexo ocasional, pero últimamente le resultaba molesto hacer todo ese trayecto de invitar a alguna mujer u hombre y fingir interés antes de hacer algún movimiento.

Durante la última temporada estuvo muy tentado en conseguir una pareja, pero descartó esa idea al poco tiempo, su última novia había resultado ser un completo dolor de cabeza, aquella mujer lo había dejado tan exhausto con sus celos enfermizos que terminó asqueándose de tener algo formal. Nunca se había llegado a enamorar seriamente o desear con intensidad a una persona, por lo que mantenerse soltero era la mejor alternativa para asegurar su tranquilidad, aunque eso no sea beneficioso para su líbido.

De un momento a otro, un joven de cresta ingresó a la sala saludando cordialmente a los dos hombres presentes. Este llevaba puesto el mismo uniforme que su colega; sin embargo, al tener una musculatura más proporcionada, la tela se ajustaba a la perfección a su figura. Mientras este ordenaba unos papeles en el escritorio, el peligris paseó su mirada con descaro por el fornido cuerpo del hombre. Inició su recorrido por la espalda, bajando por esa fina cintura hasta su objetivo que eran las gordas y torneadas nalgas que se cargaba el joven.

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