You Are My Destiny

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Escuchó desde la cocina el sonido de las llaves abrir la puerta principal y cómo posteriormente esta fue cerrada.

— ¡Volkov! llegas justo a tiempo, la cena va a estar lista en un rato. — Saludó el cresta a penas tuvo al ruso en su campo de visión. — Puedes aprovechar para darte un baño, ya sabes que puedes tomar ropa de mi armario, las toallas también están ahí.

— Buenas noches Horacio. Si, gracias, haré eso. — Contestó el peligris ligeramente cohibido por la amabilidad del dueño de la casa.

Horacio continuó con su tarea anterior, moviendo el contenido de la olla mientras cantaba por lo bajo la letra de la canción que sonaba desde su móvil. El ruso por su parte se había acercado al área para servirse un vaso con agua. Una vez terminado se acercó hacia donde el moreno para lavar el objeto, secarlo y dejarlo en su lugar. No pudo evitar curiosear por sobre el hombro del cocinero el contenido de la olla, murmuró un suave "Huele bien" antes de escabullirse y huir por las escaleras dejando a un cresta sonriente y embobado por el halago.

Un minuto después apagó la hornilla, tomó la cuchara que tenía al lado y dió una última testeada a su sazón, gimió gustoso al sentir el sabor de la salsa de tomate y la carne molida en su boca. Sintió sus mejillas calentarse al recordar el comentario de su compañero de hogar.

Habían pasado unos días desde que se volvió a declarar en comisaría. Contrario a lo que se esperaba, su relación con Volkov había mejorado notoriamente. Si bien este aún no le daba una afirmativa de que iba a quedarse en la ciudad, ya estaba ayudándolo con el caso y poniéndose al día con la investigación. Por las tardes lo acompañaba a patrular y de vez en cuando se tomaban descansos para divertirse o simplemente hacer el tonto. Le gustaba esta nueva faceta de Viktor, nunca podría haberse imaginado tener la oportunidad de ver al hombre que conoció hace once años riendo a carcajadas y apoyándolo en sus payasadas.

Últimamente las líneas de expresión que tenía el ruso al sonreír se habían vuelto sus favoritas. Eso, y el sonido que hacía al reír.

Al finalizar el día él solía retirarse unas horas antes que el otro porque prefería tomarse su tiempo para volver a casa, mientras que al ruso le gustaba quedarse un rato más con sus antiguos compañeros de la LSPD. No le molestaba, al contrario, estaba feliz de que Volkov conserve viejas amistades y comience a valorarlas como tal.

Sirviendo la pasta en el plato, la bañó por el centro con la salsa preparada previamente. Tomó el segundo plato, aún se sentía extraño por tener que servir y preparar más de una porción; aunque no se notara, la vuelta del ruso había provocado un giro completo a su vida.

No se quejaba, de hecho estaba agradecido por ello. Volkov estaba cumpliendo lo que le dijo ni bien llegó, estaba recuperando de a poco la esencia que había tenido de joven. Si bien a Horacio le asustaba a veces volver a ser el chiquillo sensible, juguetón y confiado, el ruso siempre estaba ahí para ayudarlo a encontrar un equilibrio entre su yo del ayer y el hoy.

A pesar de no ser nada y no haber hablado de lo que sentían el uno por el otro, su relación avanzaba a pasos agigantados. El de ojos bicolor ya no estaba herido por el rechazo del mayor, luego de meditarlo entendió que Viktor necesitaba tiempo y él estaba dispuesto a dárselo. Esperó once años, podía esperar más.

Y ahora mucho más feliz, porque si bien el otro no era bueno para expresarse con palabras; lo hacía a la perfección con sus acciones. El tatuaje en su espalda hablaba por él. Cada noche, Volkov se acercaba con la excusa de que le ayudara a ponerse la crema hidratante ya que "temía no cubrirlo como era debido".

Y por supuesto que él no iba a negarse la oportunidad de tocar esa espalda.

— ¡Ya está lista la cena! — Exclamó para ser escuchado hasta la segunda planta.

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