En ausencia de ti

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Fuertes pisadas resonaban a su paso, firme, como ha logrado mantenerse durante todo este tiempo en soledad. Aceptando su destino así como las decisiones de todos sus allegados que en su tiempo, servían junto a él codo a codo, brindándole fiel apoyo que ahora, a la distancia, es solo un borroso pero querido recuerdo.

Una serie de problemas inconexos lo habían llevado a esa situación que si bien aprovechó para mantener a raya el crimen organizado y la delincuencia en la ciudad, habían también sacado a relucir aquella parte de sí mismo que creía muerta.

A fuerza, nuevos agentes llegaron a la sede. Todos ellos confiables, resilientes y fieles a su labor conocieron al director Viktor Volkov como alguien serio, exigente y muy reservado cuando se le cuestionaba por su vida personal o su pasado antes de llegar a su actual puesto.

No lo consideraban un mal hombre, de hecho, era un excelente líder y se mostraba muy receptivo cuando alguien tenía algo por decir. A pesar de eso las relaciones de director-agente nunca llegaron a romperse. No había cercanía, sólo trabajo.

Y Viktor lo sabía, era consciente de lo mucho que sus agentes deseaban sentirse pertenecientes a algo. Que el personal más antiguo hablaba, y que su relación amical con los agentes Alana, Parker y Ryan Blake aún eran mencionados por los pasillos de la sede.

Sin embargo, nadie mencionaba al antiguo director.

Un acuerdo tácito se había instaurado en el FBI por no mencionar el nombre del antiguo director que había desaparecido de la noche a la mañana sin dejar rastro, ocasionando que su equipo se disperse en su búsqueda y el actual director quedase en la cabeza.

Viktor no era tonto, escuchaba cómo el personal de limpieza cuchicheaba en los alrededores, y cómo las secretarias y los informáticos hablaban en la cafetería a viva voz, bajándola, cuando notaban su presencia en el lugar.

Algo parecido acababa de pasarle. Se había aproximado a la cafetería por algo de comer cuando, desde la puerta, el inconfundible acento de Abdul charlando con personal de la sede llegó a sus oídos. No tuvo que quedarse mucho tiempo escuchando puesto que ya había sido testigo de escenas cómo esa con anterioridad. "El día de hoy se le vió al jefe con la mirada muy apagada, fui a dejarle unos papeles y ni siquiera notó mi presencia." "Yo escuché por ahí que era por las fechas" "Es cierto, pero todos saben que su humor a cambiado desde que... bueno, ya saben".

No quiso oír más y regresó a su oficina siguiendo los mismos pasos que lo habían traído hasta allá. Cruzó el umbral de la puerta sintiéndose derrotado, compungido y con el corazón colmado de pesadez y añoranza. Las imágenes eran difusas, por lo que no prestó atención a su entorno hasta que el recuerdo de no haber dejado su máscara sobre su escritorio llegó a su cabeza.

—Tardaste mucho V, ya estás viejo eh.

— H-Horacio — Farbulló al darse vuelta y encarar la figura del hombre que de entre las sombras que ocasionaba una de las esquinas de la oficina se fue acercando a él, a paso lento, como si el tiempo no hubiese pasado, como aquella vez cuando se reunieron en aquel yate.

Hermoso, pensó. Su corazón sólo se lo confirmó porque no había ser humano sobre la tierra que pudiese provocar tales latidos en él. Nadie más que Horacio.

— ¿Por qué esa cara Volkov? Casi pareciera que estuvieras viendo a un fantasma, es que ya estás oxidado hombre, oxidadísimo. — Sonrió con confianza, abriendo los brazos para recibir al ruso que ni siquiera se había dado cuenta que había empezado a llorar.— Ven aquí ruso, yo también te extrañé.

No necesitó más para romper aquella corta distancia que los separaba, porque había pasado mucho tiempo, demasiado sin ver esa sonrisa, sin ver esos ojos ni sentir esos cálidos abrazos que derretían el hielo de su corazón. Horacio se encontraba tal y cómo lo recordaba, igual que la última noche en que lo vio llegar del trabajo, la misma ropa, los mismos zapatos. Aquello solo logró que mas lágrimas descendieran por sus pálidas mejillas. Repitió su nombre con voz ahogada una y otra vez, como si eso hiciera que aquel reencuentro fuese real, como si aquello hiciese que él fuese real. Tenía tanto por decir, tanto por expresar, pero las lágrimas y el nudo en su garganta sólo le permitían decir su nombre.

VOLKACIO SONGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora