Hopelessly

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Dedicado a una Leo de Agosto que no para de sacarme sonrisas ❤

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— Ruso de mierdaaaaaa

Antes de responder la llamada, Vokov nunca esperó escuchar esas palabras provenientes del ex director. — ¿Horacio? ¿Estás bien? — Cuestionó desconcertado.

— Eso no t-te importa r-ruso de los cojones — Su tono de voz desvariaba al igual que sus palabras. Horacio estaba increíblemente borracho, durante su tiempo viviendo juntos, el cresta nunca se presentó en ese estado, aquello era algo nuevo para Viktor, es por esa razón que no sabía cómo actuar o reaccionar.

— ¿Cuánto has bebido? — Preguntó en un intento de darse a sí mismo el tiempo de asimilar las cosas.

— ¡Tengo el Vodka hasta en la sangre! — Gritó Horacio.— ¡Hoy ha sido el peor día de mi vida!

Volkov suspiró, se pasó su mano libre frotándose los ojos en un intento de desperezarse, justo cuando por fin lograba consiliar el sueño, estuvo casi a punto de quedarse dormido hasta que Horacio le llamó, era frustrante. Se fijó en la hora del teléfono.

Tres y veinte de la mañana.

Estaba agotado, ser taxista no era nada fácil. Eso sumado a los constantes informes que tenía que redactar sobre sus avances, la preocupación constante por que los rusos le descubrieran, y el fatídico pronóstico que le daba a los resultados del próximo ataque a la sede; lo tenían al borde del estrés.

A pesar de eso no podía ir en contra de sí mismo, Horacio aún en su estado le había llamado y eso sólo significaba que lo necesitaba, y ahí estaría él siempre que le diese oportunidad.

Con una paciencia que sólo podría ser atributo de Viktor Volkov, le preguntó dónde se encontraba, para lo que Horacio, en un estado colérico — no sabía si por el alcohol o cosa propia —, respondió: — ¡No te quiero ver!

Su pijama fácilmente podía pasarse por ropa de estar por casa, así que no tuvo reparo en salir rápidamente de casa e ir a por su auto. Prendió el auto con maestría y condujo hacia la avenida más cercana intuyendo la zona por el sonido de fondo y rogó mentalmente para que el moreno que aún escuchaba todo desde el móvil empezara a cooperar.

— H, hablo en serio. Necesito saber tu ubicación ¿Estás solo? ¿Blake no está contigo?

— No sé dónde estará, y no me importa. No necesito que me cuiden. — Farfulló orgulloso. — ¿sabes? por la tarde estaba dispuesto a que me re cogieras pero ya no. Seguro que estabas con tu novia, la tal Natasha...

— He estado trabajando todo el día, dime dónde estás.

Tal confesión pareció ser suficiente para el cresta, que con voz baja y rendida, le dijo que se encontraba en la playa, cerca al pier. Aquello no pudo más que preocupar al ruso, ya que el sonido del mar empezó a escucharse cada vez más cercano.

— Vale, no me cuelgues ¿Escuchaste? — Ordenó. — Estoy cerca de la zona, cuéntame qué has hecho hoy.

Más que lograr calmarlo, aquella pregunta solo enfureció más a Horacio.— ¡¿Qué crees que hice hoy?! Esperé algo tuyo, estuve muy ilusionado cuando vi esa nota en la reja y creí que por fin tu- ... ¡Es que no entiendes! ¡¿Qué más debo hacer?! ¡¿Cuánto tengo que esperar?! — Las escenas de la tarde fueron pasando como si las hubiese vuelto a vivir. Las olas del mar que tanta paz le estaban trayendo sólo lograron que aquella sensación de soledad se intensificara. Ya no veía una bella luna, era una noche triste, el agua ya no era cálida y el ambiente que lo rodeaba tampoco.

Se encontraba sólo, con el corazón roto y sin un lugar dónde pasar la noche.

No se merecía esto, estaba harto de esta situación. Quería estar enamorado y que le correspondieran, quería pasar el día de San Valentin y todos los días de su vida con una persona que supiese valorarle y que lo tratase como si fuera lo más valioso en su vida.

Maldito el día en el que se enamoró de Viktor Volkov.

Malditos los momentos en los que se sintió más completo que nunca con cada abrazo, maldito el retumbar de su corazón cada que se encontraban, maldita su mente que no dejaba de pensar en él.

Maldita la hora en el que lo vió corriendo hacia él, y no escapó.

Volkov tiró de Horacio evitando que el agua del mar se lo llevase, lo cubrió con su cuerpo y jadeó al sentir su espalda empaparse con el frío agua de mar. La marea los movió un poco pero gracias al peso de ambos cuerpos no logró que perdieran el equilibrio.

Horacio sólo podía escuchar el fuerte pálpito de su corazón mientras que el ruso maldecía en su idioma natal, llevándolo a rastras lejos de la orilla.

— Joder Horacio, ¡¿No sabes lo peligroso que es estar en plena orilla estando en tus condiciones?! ¡Pudiste haber sido arrastrado por el agua y haber muerto ahogado!

— Si... que terrible... — Murmuró sarcástico soltándose del agarre del ruso y empezar a caminar sin rumbo fijo.

Escuchó a Volkov llamarle, pero le ignoró. No quería saber nada por esa noche, encontraría alguna forma de emborracharse aún más hasta olvidar su propio nombre, y más importante, el de Viktor Volkov.

— ¡No entiendo cómo puedes ser tan cabezón! — Exclamó el ruso tomándolo del brazo en afán de detenerle. — Sólo quiero ayudarte, joder, ya deja de hacer la de niño pequeño

— ¿«Niño pequeño»? ¡Claro! Natasha nunca se emborracharía ni sería una carga ¿No? — Volvió a alterarse. — ¿Sabes qué? Estoy mejor... No. ¡Estoy de puta madre! ¡Vete con la Natasha esa anda, que te cante en la oreja con su perfecta voz o que te modele con su cuerpo perfecto, lárgate.

— Horacio, no empieces otra vez con eso-

— No, no. Vete con ella, anda, pírate de aquí que no quiero verte. — Le paró.— Este a sido mi peor San Valentin y tú solo estás volviendo todo peor

Aquello sólo hizo que el ruso se aferrara más a su brazo para no dejarlo ir. Volkov siguió hablando pero entre la borrachera y su desmedido enamoramiento, él ya no podía escuchar nada.

Su atención estaba enfocada en el suave movimiento de esos finos labios. ¿Qué se sentiría besarle? Durante más de diez años su imaginación había volado mil veces haciéndose esa misma pregunta, y estaba harto de no saber la respuesta.

Dicen que la curiosidad mató al gato, pero Horacio estaba plena y satisfactoriamente seguro, de que moriría con gusto luego de lo que él consideraba: Su más arriesgada travesura.

Supo lo que fue la gloria cuando Viktor Volkov correspondió a su beso.

Aferró sus puños a la camiseta del contrario sintiendo cómo esta se encontraba húmeda. El olor a sal impregnó en sus fosas nasales sin embargo no le podía importar menos, sus labios se movían a un compás torpe — considerando su estado de embriaguez y la sorpresa del otro — pero para Horacio no podía ser más perfecto. Estaba besando al amor de su vida y este no lo había hecho a un lado. Cuando se separaron, sus ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas, parecía ser un sueño hecho realidad, uno en el que-

— UAADDADLKJ — Su propio vómito lo despertó. Se acostó rapidamente de lado en un intento de no ahogarse con el líquido que no dejaba de brotar por su garganta.

Cuando por fin acabó, se levantó como pudo sintiendo su cuerpo pesado. Un intenso mareo y dolor de cabeza la luz del amanecer escocía en sus ojos y el ruido del cantar de los pájaros le resultaba molesto. Caminó entre tropezones hasta dar con unos baños públicos. Ahí, se acercó a los lavamanos y sin importarle la carencia de higiene que pudiese haber ahí bebió directo del grifo. Se encontraba sediento, su hígado ardía en reclamo por la abundante ingesta de vodka que se había bebido pero poco le importaba.

La más dolorosa realidad era que Volkov nunca apareció, y Dex fue el único que se dignó a elaborar algo bonito para él, brindando su extravagante toque personal a pesar de que fuera plan inicial de su hermana.

Sintiéndose aún como la mierda se acostó en el frío suelo esperando que el sueño disipara el dolor de cabeza, ya no quería saber más de amor, estaba cansado.

VOLKACIO SONGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora