Lay All Your Love On Me

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Era un Domingo cualquiera. Volkov estaba limpiando como de costumbre mientras que Horacio descansaba en la habitación que compartían.

A pesar de que durante la semana ambos se preocupaban de realizar las labores del hogar, el ruso era el tipo de hombre que no podía estar un día sin hacer algo; así que sacramentalmente cada mañana de domingo en el que él y su pareja no tenían nada planeado, se encargaba de bañar al perro, cepillar al gato, ordenar la zona artística de Charlotte y limpiar partes de la casa que podrían haber omitido durante la semana. Horacio solía decirle que aquello era «cosa de viejos», pero al final del día era muy consciente de que el moreno admiraba mucho lo ordenado y disciplinado que era, ya que en ocasiones se lo hacía saber.

Ambos vivían una buena vida. Después de tanto sufrimiento por fin habían logrado construir aquello que se prometieron en antaño: ser felices juntos. O por lo menos algo cercano a esa realidad. Para la desgracia del ruso, fue imposible cortar lazos con la familia Pérez. Volkov tenía que aguantar la constante visita de su cuñada, así como verle la cara al padre de Horacio cada que llegaba por su suegra para llevarla de paseo.

Aquella era una rutina que habían adoptado "por la paz". Horacio sabía que si fuera por él, habrían abandonado el país junto a Charlotte y se hubiesen instalado en algún lugar tranquilo donde no pudieran encontrarlos. Pero la realidad era otra y a pesar de que no se llevaba de todo bien con la familia de su novio, el amor que le profesaba a Horacio era más que suficiente para obviar todo lo demás y ser feliz a su lado.

Completamente enamorado y una vez terminados sus quehaceres, el ruso subió a la segunda planta donde se encontraba su habitación. Desde la escalera pudo escuchar el sonido de la televisión reproduciendo alguna de las últimas series a la que su pareja llevaba obsesionada. Volkov sonrió y se dispuso a entrar al cuarto hasta que un sonido —o más bien quejido— de su pareja detuvo su paso.

Definitivamente aquel sonido no era de dolor, todas las terminaciones nerviosas del ruso se pusieron como locas cuando el claro sonido de un placentero suspiro llegó a sus oídos. Sabía que estaba mal espiar pero aún así lo hizo, desde el marco de la puerta observó a su chico removerse entre las sábanas, un acto que podría considerarse tierno de no ser por aquel bulto entre sus piernas. Estaban en pleno verano y Horacio por respeto a su madre había abandonado la costumbre de andar desnudo por la casa. A cambio, unos pequeños shorts que siempre volvían loco a Volkov se habían convertido en la nueva arma del cresta para estar cómodo, no morir de calor, y de paso, seducir a su hombre.

Hoy, unos lindos shorts de color rojo —el color favorito de Horacio— cubrían la excitación del moreno mientras con ojos cerrados y espalda arqueada se restregaba contra el colchón.

— ¿Vas a quedarte mirando hasta que termine o piensas ayudar?

Viktor no se sorprendió de que su pareja haya notado su presencia, después de todo había avanzado unos pasos hasta quedar en un punto visible para él. Delineó con la mirada todo el cuerpo del moreno, detallando en sus prendas arrugadas por el roce al igual que las pulcras sábanas de satén que por el movimiento, terminaron aglomeradas al filo de la cama.

— Aún no me decido —dijo Volkov. No supo ni cómo ideó aquella frase, pero al ver el brillo de satisfacción en los ojos de su chico, supo que había acertado con sus palabras.

Horacio rió entre dientes y hurgando en el cajón de su mesa de noche sacó su ya reconocido estuche de juguetes y la botella de lubricante—. En lo que te lo piensas, disfruta el show, mi amor.

El moreno paró de prestarle atención para empezar a enfocarse en su placer. Lentamente, fue acariciando su tersa piel recorriendo con énfasis aquellas zonas donde se sentía estremecer. De inmediato su cuerpo despertó instintivo a sus toques, el hecho de que su novio estuviera observándole sólo hacía que la situación fuese más caliente.

VOLKACIO SONGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora