[NSFW / +18] 𝐗𝐈. Se ha ido

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Alessa abre los ojos con desmesura, y siente sus propios gemidos interrumpidos por el fuerte grito de alarma y horror que emite, pero este más bien muere a medias, ahogado en su propia boca a causa de la rápida reacción de su amante, quien usa una de sus manos para cubrir su boca e inteligentemente apoya su peso en ella para impedir que se levantase; por supuesto aquello no es suficiente para detenerla. Su postura cambia de inmediato, ya no se dedica a disfrutar, sino a luchar fervientemente contra él para quitárselo de encima y levantarse de ahí, sin embargo no importa cuánto intenta patalear, tiene el movimiento de sus extremidades inferiores restringido, no importa cuánto intenta empujarlo para quitárselo de encima y hacer que salga de ella, su peso sigue siendo demasiado para ella, aunque forcejea, aunque lo empuja, aunque intenta gritarle que la suelte y se quite de ahí, no importa, no puede con él.

¿Cómo puede tener tanta fuerza en ese estado, después de tanto esfuerzo y en su condición? Realmente la resistencia del varón no es nada a retar. La desesperación la invade, siente sus ojos llenarse de lágrimas calientes y derramarse, no puede con él. ¿Cómo lo ayuda si no la deja? ¿Es que no entiende la magnitud del problema? En ese momento Alessa está dejando pasar por alto algo importante, su ‘pequeño’ problema con la atracción por cosas indebidas, como eso, pero a su preconsciente no se le pasó por alto, en lo absoluto. Incluso mientras forcejea con él, la excitación no parece disminuir, al contrario, el aroma y la visualización de la sangre la están estimulando. Entre gritos, él logra arrancarle todavía uno que otro gemido de pleno placer, y a causa de las constantes estocadas es imposible que su cuerpo no responda llegados a ese punto.

El calor comienza a subir súbitamente, su anatomía comienza a experimentar una extraña sensación fulminante que la domina desde la punta de los pies hasta cada rincón de su cuerpo, es como un tirón que se esmera(ba) por concentrar toda su energía en precisamente el interior de su sexo. Espasmo tras espasmo llega a su cuerpo en una sensación tan intensa que le hace elevar sus gemidos en escala y enterrar las uñas en los tensos brazos de Aleksandr, su espalda se arquea lo más que puede con su peso encima, los empeines de sus pies se tensan también, ejerciendo presión en los dedos. El grito es por demás liberador, aunque igualmente ahogado por la palma de su amante, que continúa cubriendo su boca. Su cuerpo se contrae y termina abrazando al varón con una fuerza desmedida, no es esa su intención, ni su voluntad, sencillamente es así como ocurre.

Aleksandr claramente se ve directamente afectado por el org/a/smo de Alessa, sus frenéticas penetraciones y los roncos gemidos que lanza lo delatan, pero sobre todo el cómo tan solo un par de minutos después él mismo encaja las uñas cortas en los muslos de Alessa, tensándose, hundiéndose en ella hasta donde le es físicamente posible. La sensación de sus paredes va/gi/na/les sufriendo repetitivas contracciones van dando tregua, sin embargo tras unos segundos todavía dan una que otra contracción, cerrándose inminentemente sobre el miembro aún dentro de ella que empieza a perder firmeza. Alessa lanza un último quejido, más bien es un suspiro agudo, la manera en la que Aleksandr tiembla sobre su cuerpo es lo mejor, sus jadeos, sus gemidos, la expresión en su rostro al alcanzar su propio clímax tal como lo había hecho ella momentos antes. Sencillamente es perfecto...

Alessa lo siente eyacular en su interior, pero en ese instante es lo último que le importa. La cúspide de placer dura tan solo unos segundos que le parecen eternos, y una vez que cesa deja claras secuelas. Para empezar, tiene la impresión de haber sido ‘exprimida’ no hay otra palabra para definir cómo se siente. Continua emitiendo débiles jadeos con voz aguda, y aunque su cuerpo experimenta una relajación inmediata, lo siente jodidamente sensible, al punto de no sentirse capaz de tolerar un roce más. Sus piernas, que antes se habían cerrado entorno a la cadera del varón con una fuerza desmesurada, restringiendo el movimiento, ahora tras el orgasmo son prácticamente gelatinas. Quiere apartarlo de sí, pero tiene menos fuerza que nunca, necesita atenderlo, urgentemente. La ola de culpa la azota en el momento en que comienza a recobrar el dominio de su razonamiento.

TraicionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora