—Aún no—Aleksandr susurra, mirando fijamente a los ojos de Alessa, desliza el índice sobre los gruesos labios de la mujer y sonríe. Alessa puede jurar ante cualquier Dios que esa imagen es la más sensual que ha visto jamás. Puede notar cómo él pone resistencia con su cadera para no penetrarla. Ella se muerde el labio, resoplando con impaciencia.El hombre la besa una última vez antes de empezar a descender, recorriendo de desde la barbilla hasta el cuello con los labios, la piel se eriza a cada milímetro recorrido por el rostro del varón, el cálido aliento la hace estremecer una y otra vez. De pronto se encuentra a sí misma deseando que aquella dulce boca alcanzara sus senos. Deseo realizado. Antes de que pudiese decir algo, Aleksander le levanta el vestido suelto y con una facilidad increíble lo saca por encima de su cabeza. Ve a la colorida prenda volar y aterrizar en el suelo, junto a las bragas que previamente le rompió y casi de inmediato le quita el sujetador también. Ahora sí están iguales, en plena desnudez. Alessa puede sentir el cálido aliento alterando sus sentidos, acechando a su pe/z/ón, tan solo para complacerle al segundo siguiente. La espalda de Alessa se arquea de tal forma que parece serpentear dos veces ante el nuevo y húmedo estímulo. Un trémulo gemido escapa de su garganta y es seguido de agudos suspiros provocados por aquel contacto. Entierra las manos en el cabello oscuro, removiéndose con inquietud bajo el peso adverso. La sensación de la lengua de Aleksandr repasando su pe/zó/n insistentemente y la presión de sus labios succionando alrededor la tienen vuelta loca. No pasa mucho tiempo para que sienta los largos dedos de Aleksandr adentrándose en su intimidad, sensación que sencillamente la rinde en deseo. Por instintl abre un poco más las piernas y relaja las tensas caderas. Alessa siente su cuerpo arder, las ondas placenteras ya no se limitan a su sexo, se expanden por todo su cuerpo. Los dedos de Aleksandr entran y salen de ella con una facilidad inmensa. Está tan mojada. De pronto ya no son dos dedos, son tres. Y ella pierde la noción del tiempo cuando llegan a cuatro. Al principio hay una sensación molesta, pero esta desaparece entre estocada y estocada. Momentos después siente el abandono de los dedos, pero no siente ansiedad alguna debido a que se topa con el calor del aliento del varón sobre sus labios otra vez. Quiere besarlo, mas se olvida de ello cuando sus miradas se encuentran. Sus manos han, sin permiso alguno, hecho un camino de caricias por la espalda, rozando levemente las vendas, y ascendiendo hasta el cuello, para posarse finalmente en el rostro.
Aleksandr vuelve a presionar su glān/de contra la estrecha entrada, y sin aviso alguno arremete contra ella. Entra, entra hasta el fondo y ahí se queda. No se mueve. En el punto exacto en el que él entra de lleno en ella sus manos se aferran de inmediato a los hombros del varón. Quiere reprimirlo, mas no puede: el grito agudo sale directo y sonoro de su garganta. Da un respingo y por inercia empuja levemente sus caderas hacia atrás. Literalmente ha sentido cada centímetro de su interior siendo profanado, aunque fue sin duda llegado al fondo el punto más doloroso. Fue como una estocada caliente, al punto en que abrasaba, una punzada perenne, intensa. Si tuviese que compararlo con algo, probablemente sería como un cólico. Su cuerpo se estremece completamente ante el dolor.
Dolor. Que irónico, ella, quien ha pasado literalmente infierno tras infierno, ahí está, temblando bajo el cuerpo adverso ante la infame primera vez. No se da cuenta siquiera de que sus ojos se llenan de lágrimas, y se derraman. Siempre fue llorona. Siempre.
Su respiración se agita como efecto consecuente, le toma un par de segundos intentar relajar el cuerpo nuevamente, pues la anatomía entera se le ha tensado. Nota cómo la piel almendrada del varón se marca a causa de la forma tan intensa en la que se ha aferrado a él y le suelta inmediato, apenas susurrando un débil y trémulo “Lo siento”. Sus ojos están acuosos, y tiene el rostro colorado, pasa saliva con dificultad, siente la boca seca a causa de su forma de respirar tan inapropiada y busca agachar el rostro para asegurarse de que las heridas del varón estén estables. Sí, nuevamente anteponiendo su bienestar al propio. Alessa ladea el rostro y estrella torpemente sus temblorosos labios contra los adversos, sus manos se acoplaron en el rostro de él, dando una suave caricia con la diestra en la mejilla mientras la siniestra recorre desde el cuello hasta el hombro y se pasaba a la espalda a reconocer cicatrices.
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Traicionada
Genç KurguEsta es la historia de una ingenua mujer que terminó envuelta en el bajo mundo criminal, todo por haber dado vuelta en la esquina equivocada. Salvarle la vida a un capo de la mafia rusa le costó la vida propia. Vivió como la mujer de un bratva, le...