𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. Embarazada 2-3

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Desde el "incidente" (y por incidente dígase haber sido fo/lla/da sobre el escritorio en la oficina de Aleksandr) su relación se había vuelto un poco más... normal. Se hablaban por teléfono o se enviaban mensajes a lo largo del día, él parecía bastante interesado en mantener el contacto y aunque era un hombre sumamente ocupado, se daba su tiempo para verse con ella. A veces se pasaban la tarde entera encerrados en la habitación, incapaces de quitarse las manos de encima uno al otro, pero otra se la podían pasar hablando sin parar acerca de lo diferente que eran sus vidas, sus infancias, todo. Había sido así las primeras dos semanas, pero para la tercera no lo había visto ni un día. El motivo era simple:

Llevaba semana y media sintiéndose mal, siendo los primeros días tolerable, pero agravándose notablemente con el paso de los días. Mareos por la mañana, náuseas ante el mínimo alimento, dolores de cabeza a todas horas, mucho sueño por las tardes, entre otras cosas. Alessa no se había preocupado lo suficiente para atender su salud o prestar atención siquiera a los constante cambios de su cuerpo, a esas señales de que algo estaba cambiando. No fue hasta la segunda semana cuando sintió verdadera preocupación y es que se dio cuenta de un ‘minúsculo’ detalle: eran casi tres semanas desde que debía haberle llegado el periodo menstrual, y nada.

Con tanto ajetreo, el viaje, sus encuentros con Aleksandr y sus deberes no había tenido tiempo de notar el enorme retraso que tenía, y aquello no debería de asustarle si no existiese el ‘pequeño’ detalle de tener más de dos meses de haberse acostado con Aleksandr sin protección alguna de por medio. El corazón comenzó a golpetearle con violencia bajo el pecho, dándole la sensación de no poder respirar debidamente. ¿Podría ser? Claro que podría ser, pero tendría que ser su suerte realmente jodida como para algo así. Estaba nerviosa, en demasía.

Alessa aprovechó su día libre para acudir a la farmacia más cercana a primera hora del día; y así comprar una prueba de embarazo. Volvió a casa de inmediato con el corazón palpitándole en la garganta de nervios, esperó a que sintiese la necesidad natural de ir al baño y se dirigió a este a realizar el test. Durante un momento tuvo miedo de soltar la prueba dentro de la taza de lo fuerte que temblaba su mano a causa de los nervios, incluso le costó trabajo realizar la prueba, cuando terminó, tapó la prueba y la dejó reposar sobre la caja del agua durante los tres minutos requeridos, en realidad esperó cinco minutos para estar segura. El corazón le golpeteaba con violencia cuando tomó el aparato. Inhaló, exhaló, sentía que el corazón iba a salirle por la boca en cualquier momento. Con la mano temblorosa alcanzó el objeto y cerró los ojos a último momento. ¿Debía mirar ya? Exhaló hondo, con torpeza. Abrió los ojos lentamente, y finalmente tomó valor suficiente para mirar la prueba.

Se le bajó todo. Sintió una sensación helada recorriéndole el cuerpo, no estaba segura si le estaba dando frío o si en realidad estaba perdiendo calor. Un súbito mareo la obligó a sentarse sobre la taza con la tapa abajo. Inhaló, exhaló. Alessa podía jurar que escuchaba los latidos de su corazón retumbando en las paredes. Se mordió el labio inferior con posiblemente más fuerza de la necesaria y se llevó la diestra al rostro, a las sienes, apretándolas.

“Pregnant 2-3” se leía en la diminuta pantalla digital de la prueba de embarazo. Segundo mes de embarazo, tercer semana. No, no podía creerlo tan fácilmente así que corrió nuevamente a la farmacia más cercana a comprar dos pruebas más de distinta marca, volvió al apartamento como alma que llevaba el diablo, y al cabo de quince minutos, Alessa estaba de nuevo sentada sobre la taza del baño completamente anonadada, ahora sostenía en las manos no una sino tres pruebas que habían dado positivo.

Inmediatamente llegó a su mente el padre de su hijo, y aquello provocó que una amplia y torpe sonrisa surcara en su rostro. Iba a tener un hijo de Aleksandr. ¿No era eso maravilloso? La cálida sensación que invadió su corazón la hizo llevar la diestra cariñosamente sobre su, todavía plano, vientre sin embargo, así como vino la felicidad; así mismo se fue. La sonrisa se esfumó de su rostro y el cosquilleo sobre su corazón más tarde que temprano se convirtió en una dolorosa punzada. Iba a tener un hijo de un criminal…

Alessa pensó de inmediato que no quería que su hijo se viese envuelto en ese terrible mundo que era la realidad de Aleksandr, además de ello, en alguna ocasión el mismo Aleksandr le había platicado que no tenía permitido tener relaciones formales con personas externas a la Bratva, todas las mujeres que se volvían compañeras de vida de los krestnik o pakhan eran mujeres de la misma Bratva, criadas en la familia. No era como si esperara alguna ridiculez como ‘casarse’ porque sencillamente no estaba en sus planes ni en sus anhelos con respecto al bratva, sin embargo sí la hacía pensar que el tener un hijo con ella podría acarrearle problemas en su hermandad, y graves. Ignoraba del todo cómo se atendían esos asuntos, pero su visión tan manchada de la bratva sencillamente no le auguraba nada bueno. Y no quería, no quería meterlo en problemas, no quería colocarlo en algún riesgo de cualquier tipo, ya bastante tenía con jugarse la piel como lo hacía. Y era por esa misma razón que no deseaba que su hijo, ni ella, se viesen envueltos (más) de esa manera.

Con una enorme opresión sobre el pecho y las lágrimas surcando en sus ojos, Alessa decidió que no podía decirle a Aleksandr acerca del vínculo que ahora compartían. Aleksandr no podía saber que estaba embarazada de él, no debía enterarse nunca. Alessa no podía negar que se estaba enamorando de él a una velocidad impresionante (si no es que ya lo estaba), aunque también se decía a sí misma que era solo un capricho, un gusto, un simple «crush».

―Tiene que acabar... No puedo volver a verlo, no puedo ―murmuró para sí, con la voz quebrada, y en un hipido estalló en sollozos que inútilmente intentó acallar.

A partir de ese momento, tenía que empujarlo fuera de su vida. Aunque le costara un resquebrajamiento más en su ya aporreado corazón.

TraicionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora