Alessa retrocedió un par de pasos con su característica torpeza, Aleksandr previendo que lo seguiría haciendo, detuvo su distanciamiento con un firme agarre de su cintura con un brazo mientras que con la otra mano le dejaba una caricia en el cabello. Alessa se estremeció ante el tacto.
—¿Has quedado con alguien más? —cuestionó con un tono que a Alessa de le antojó peligroso. El bratva arqueó una ceja y una media sonrisa se perfiló en su rostro con notas de mofa. Y Alessa supo que él sabía que ella mentía, por supuesto que mentía—. Ah, mi dulce Alessa... —murmuró, repasando sus labios con su lengua y acortando la distancia entre sus rostros.
Su corazón latía con fuerza desbocada, el Bratva estaba demasiado cerca de ella, en el límite. Sus palabras, la calidez de su aliento, la forma en la que la miraba, las expresiones de su rostro cuando descubrió su patética mentira, todo le resultaba tan malditamente excitante. Aleksandr le generaba la tensión sexual que jamás pensó experimentar en su vida. Carraspeó torpemente, sus labios temblaron cuando quiso dar una excusa más, sin embargo no tenía idea de qué decir, y por fortuna o por desgracia, aquellos intentos de enunciar algo fueron ahogados con un beso que si bien fue suave y gentil, fue suficiente para provocarle una oleada de cosquilleos, poco a poco este fue tomando mayor terreno, y aunque no fue capaz de corresponder en un inicio, tampoco lo fue de apartarlo ni un centímetro siquiera. Y si Alessa tuviera algún súper oído y escuchara la violencia con la que el corazón de Aleksandr le aporreaba el pecho, tal vez se habría sentido menos nerviosa, tal vez.
—Sé que quieres esto —Aleksandr masculló las palabras entre ansiosos besos y explosiones de calor entre sus cuerpos. Con los ojos cerrados, la punta de su nariz reconoció a la ajena en un gesto que se antojaba hasta tierno.
Alessa gruñó excitada ante las palabras del varón, por supuesto que quería eso, lo anhelaba locamente, para ese punto le importaba poco ya en dónde estaban o quién era él, criminal o no, quería entregarse a él nuevamente.
―Es a ti a quien quiero, a ti ―espetó contra sus labios, y es que era totalmente cierto. Lo quería para más de lo que debería quererlo, en realidad. Lo quería para follar ahí mismo en su oficina, en su departamento, en el auto, en la jodida calle si eso quería él pero también lo quería para pasar horas hablando por teléfono, para enfermar cada noche si era lo necesario para que durmiese a su lado como la noche anterior, para tener más cenas donde no quisiera vomitar, para bailar bajo la lluvia si no era eso mucho pedir, lo quería para todo lo que no debía quererlo, sin embargo sus ganas de él pudieron más que la razón, y aquel dulce gesto al frotar su nariz con la ajena fue lo que terminó por rendirla definitivamente, no iba a dar marcha atrás ya y en el instante en que sus miradas se encontraron, Aleksandr también lo supo.
Él retomó el beso, está vez con más fo-go-si-dad, Aleksandr usó el agarre en su cintura para guiarle hasta el escritorio lleno de documentos tras ellos. La acorraló contra el borde de este, aprisionado su menudo cuerpo con el suyo, y para cuando el trasero de Alessa chocó contra el borde del escritorio ya sentía la humedad entre sus piernas. Era una contradicción interna colosal, quería besarlo, se moría por besarlo, mas sabía que no debía, no podía estar con él de nuevo, mucho menos en su lugar de trabajo, pero lo deseaba tan malditamente que era difícil mantener eso en mente. La invasión de la lengua adversa fue lo que terminó por rendirla temporalmente, la electrificante y gloriosa sensación que le provocó la llevó a llevar la diestra tras la nuca del varón, sujetando suavemente a la par que ladeaba levemente el rostro para profundizar el beso y permitir a su propia lengua juguetear con la adversa. Ahogó un jadeo de placer ante ello, en el punto justo en que se entregó de lleno al beso. Y es que había echado de menos tanto esa sensación que solo él podía provocarle, había echado de menos tanto ese sabor que la enloquecía, había reprimido tanto las ganas de volver a besarlo de esa forma que al desatarse fue algo tremendo, sus labios friccionaban con los adversos sin ápice de consideración, su lengua serpenteaba en frotes contra la ajena con casi salvajismo, incluso sus labios se atrevieron a mordisquear suavemente el labio inferior de Aleksandr, su respiración agitada evidenciaba ya los leves jadeos que se perdían entre el beso.
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Traicionada
Teen FictionEsta es la historia de una ingenua mujer que terminó envuelta en el bajo mundo criminal, todo por haber dado vuelta en la esquina equivocada. Salvarle la vida a un capo de la mafia rusa le costó la vida propia. Vivió como la mujer de un bratva, le...