𝐗𝐗𝐈𝐕. Ayúdame

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Alessa había sido tan ilusa como para pensar que un hombre como Aleksandr podía quererla y darle buenos tratos. Aunque a veces parecía que sí guardaba buenos sentimientos por ella, eventualmente terminaba volviendo a esos agresivos tratos que tanto la marchitaban. Incluso después de comprometerse las cosas parecieron solo empeorar conforme el embarazo avanzaba. Tenía ya casi cinco meses.

Aleksandr tenía la costumbre de llegar al apartamento por las noches y escabullirse en la cama de Alessa para hacerla suya, a veces llegaba a altas horas de la noche, otras lucía jodidamente rendido a causa del trabajo, mas en cuanto daba la primera caricia parecía olvidarse de toda esa fatiga, sin embargo tiempo después de la muerte de su mano derecha y de la hija del pakhan, Aleksandr había cambiado considerablemente, al punto en que ya no solo llegaba en las noches a buscar sexo, a veces no llegaba, y si llegaba lo hacía ebrio.

Ese día había llegado temprano, eran cerca de las diez de la mañana (quizá un poco más tarde) cuando llegó dando traspiés y gritando sandeces. Prácticamente la arrastró a la recámara y se lanzó sobre ella con besos bruscos y toqueteos lascivos. Diferente a todas las veces anteriores a las que lo había aceptado así, en esta ocasión Alessa no pudo evitar sentirse y mostrarse molesta, renuente ante el encuentro, así que comenzó a empujarle y gritarle que se detuviera. La negativa de Alessa desató una discusión entre ambos, por un momento Alessa llegó a incluso pensar que Aleksandr y la golpearía, se estaba tornando cada vez más violento e irascible, sin embargo en el momento en que le levantó la mano y ella se encogió para cubrirse del golpe que veía venir, él detuvo su propia mano en el aire, como si por un ínfimo y afortunado instante recobrara la consciencia lo suficiente como evitar hacerle daño. Con un gruñido, el varón se levantó con el pantalón mal abrochado y la camisa desabotonada y prácticamente huyó del apartamento a pasos agigantados, azotando la puerta mientras Alessa gritaba su nombre al borde de las lágrimas de frustración, siguiéndole y quedándose de pie como tremenda estúpida junto a la mesa.

La maraña de sentimientos que le atascaba el pecho en ese momento era increíble, al punto en que no podía respirar bien siquiera. Estaba molesta y preocupada, estaba asustada pero también frustrada, y sobre todo se sentía herida, cansada del trato de Aleksadr, era demasiado doloroso soportar eso de parte suya. Cuando se dio cuenta las lágrimas estaban corriendo ya y venían acompañadas de un insistente lloriqueo, que acabó con un desmedido llanto a viva voz, sin embargo este se vio mermado cuando sintió un dolor intenso en el vientre bajo, seguido de una cálida y abundante humedad. Temiendo lo peor, Alessa bajó la mirada hacia su pelvis, solo para confirmar su mayor temor: su vestido estaba manchado en esa zona con una generosa cantidad de sangre fresca.

Una segunda puntada la hizo doblar las rodillas y soltar un quejido, llevó las manos a la zona por inercia y entre el manoteo desesperado ensució aún más la tela y sus propias manos, dando una imagen posiblemente más alarmante de lo que en realidad era e irónicamente eso mismo la colocaba más nerviosa aún; desde su posición en el suelo alcanzó a ver su teléfono móvil, y en un movimiento arrebatado y torpe lanzó los brazos hacia el aparato, con las manos manchadas de sangre y los nervios haciéndola temblar tan terriblemente le fue toda una hazaña lograr marcar el primer número que vino a su mente, el de Aleksadr a, en ese momento ya no le importaba la pelea, ni su estado etílico, no le importaba en lo absoluto; lo necesitaba ahí con ella, lo necesitaba como posiblemente nunca antes en su vida había necesitado a alguien, como madre primeriza en obvia crisis, era natural estar aterrada, era natural buscarlo a él de inmediato, sin embargo Aleksandr no atendió el teléfono, ni al primer, ni al segundo o el tercer timbrazo, ni al cuarto ni al quinto. No atendió en ningún momento y finalmente la llamada fue desviada al buzón de voz. No dudó en dejar el mensaje, prefirió pensar que no había oído el teléfono a pensar que estaba lo suficientemente enfadado como para no atender la llamada, incluso cuando ella jamás le había buscado después de una disputa.

―Aleksandr, velve, por favor vu-vuelve. Tengo un sangrado, me duele el vi-vientre ―balbuceó entre sollozos y llanto, con la voz entrecortada―. Por favor… tengo mucho miedo ―añadió al final con voz suplicante, con el temor palpable en su voz. Terminó así el mensaje de voz, colgando la llamada y dejando el teléfono a un costado en el suelo.

El miedo se apoderó de cada rincón de su cuerpo, incluso podía sentir el cuerpo helado y tiritando de nervios, ni siquiera supo cómo hizo para colocarse los zapatos y llegar a la puerta. Justo cuando cruzó el umbral visualizó una figura femenina a algunos cuantos metros. La chica en cuestión parecía estar saliendo del apartamento en el que vivía Aleksandr, con la vaga calma que le quedaba Alessa logró reconocer a la chica como Nastya, la tercera al mando después de Aleksandr y Mikhail, poco sabía de ella, solo que era de las mejores en todos los aspectos, además era insanamente hermosa, pero Alessa no tenía cabeza para sentir celos en ese momento. Los nervios la estaban comiendo viva, no dudó en llamarla con voz entrecortada y desesperada.

―T-tú. Por favor, por favor… ayúdame. Ne-necesito ir al hos-hospital ―ni siquiera era capaz de enunciar correctamente las palabras, se le veían entorpecidas a causa del desmedido llanto, los sollozos, todo.

Aleksandr le había dicho alguna vez que si por casualidad llegaba a toparse con la Matryoshka (como llamaban a Nastya) no le dirigiera la palabra siquiera, pero Alessa sentía las piernas trémulas y el corazón latiendo desbocado, tanto que incluso podría jurar que le dolía, el pánico que la sola idea de perder a su hijo le provocaba era indescriptible. Esa chica frente a ella era su única esperanza.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2021 ⏰

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