𝐗𝐈𝐈. Otra 'no persona'

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Los días comienzan a transcurrir y para ella no parece haber diferencia alguna. ¿Por qué sigue pensando en él? Llega a ser desesperante la manera en la que se ha metido en sus pensamientos, infiltrado totalmente, arraigándose cuando no le corresponde lugar alguno. Todavía siente el sabor de sus labios impregnado en su boca, todavía siente el aroma de su piel, su sudor y hasta su sangre grabado en su olfato. Su piel está estigmatizada con las caricias de Aleksandr, las siente como un recuerdo vívido que siempre acaba con esa horrible opresión en el pecho. Intenta borrarlo de su piel, arrancarlo de su memoria, no tiene sentido para ella estar atada a una vivencia tan efímera, a un encuentro tan fortuito. Hace 3 noches que ha vuelto de su viaje a París y ni siquiera la discusión con sus padres sobre lo que le ocultaron sobre su hermano pudo hacer contrapeso.

Hasta empieza a salir por las noches, incluso cuando eso jamás le ha agradado. Nunca se atreve a acercarse a ningún muchacho, sencillamente no le llaman la atención en lo absoluto; y si alguien se acerca, no duda en rechazarle al instante. Incluso en momentos como ese él sigue presente en su mente. ¿Está bien? ¿Se está recuperando? Su cuerpo era resistente y parecía responder bien, pero era humano a fin de cuentas. ¿Está ya en condiciones de revolcarse con otra mujer? Su corazón siente una fría punzada ante la imagen de Aleksandr besando otros labios, tocando otro cuerpo. Menea la cabeza. ¿No es eso lo normal? El sujeto tenía pinta absoluta de mujeriego, y con su personalidad, sumado a ese carácter machista en realidad es lo mínimo que se puede esperar de él. Además de eso, ellos no sob nada, apenas y se conocen ¿Por qué la reacción de su corazón? ¿Por qué la importancia ante lo que hiciera de su vida el completo desconocido con el que se acostó una sola vez y a quien seguramente no volverá a ver en su vida?

―Quizá… me estoy obsesionando con él, quizá me obsesioné con él. No hay lógica alguna en mis reacciones infantiles ―se reprende a sí misma. Tiene que librarse de eso, tiene que superarlo, dejarlo atrás (donde pertenece). Es ridículo estar atada a ese sentimiento.

Alessa despega la espalda de la pared y se dirige al muchacho que la invitó a bailar minutos antes. Es bien parecido, alto y tiene la ventaja de estar fumando, elemento que atrae de algún modo a Alessa.  Llama su atención tocando su hombro y le dedica una sonrisa.

―Cambié de opinión. Bailemos un poco ―se limita a murmurar contra el oído del atractivo desconocido.

Los movimientos comienzan, torpes y sin ganas, sin embargo el joven es un gran bailarín y termina por guiar a Alessa a moverse bien. Bebe durante un buen rato, realmente quiere olvidar esa manera insana en la que se siente. Cuando se da cuenta, el sujeto ya la tiene firmemente afianzada por el trasero y justo al momento busca contacto entre sus labios y los de ella. Al principio da un respingo tomada por la sorpresa, y aunque inicialmente piensa en apartarlo, recuerda que tiene que borrarse el sabor de los labios de Aleksandr de la boca, así que corresponde al beso de joven del bar en el que se encuentra. Sus manos se posan en los hombros y ascienden por el cuello, sus labios se acompasan al fogoso movimiento de los adversos y más tarde que temprano su lengua se enfrenta a la ajena en húmedos choques, sin embargo, Alessa no siente nada. No hay nada ahí. No hay excitación, ni mariposas en el estómago, no hay 'corrientes eléctricas' surcándole la espalda, ni el deseo de que el tiempo se congele. No hay nada, no siente nada.

El varón comienza a mover sus manos contra sus glúteos, la lleva a la parte más oscura del bar y apoyándose con su rodilla alz el liviano cuerpo de Alessa y la insta a que cierre las piernas en torno a sus caderas. Lo hace sin embargo no hay humedad alguna entre sus pliegues. La boca adversa abandona la propia para dejar una serie de besos por su cuello, siente una mano acariciándole con poca delicadeza el trasero, lo que puede, sin embargo Aleksandr llega a su mente como recuerdo fulminante y la sola imagen del bratva en su cabeza hace que en su rostro se deje ver una expresión de asco sincero, producida por la sensación que le provoca sentir su piel siendo recorrida por otros labios, su cuerpo tocado por otras manos. No. No quiere eso, lo quiere a él, solo a él; y si no puede tenerlo a él, entonces no quiere nada.

―Eugh, por favor quítate ―pide al varón, dando un salto brusco y soltando las piernas para bajar, empujando su cuerpo lejos del suyo y dejando anonadado al joven que naturalmente no acaba de entender cómo las cosas han dado ese inesperado giro.

Alessa por su parte se dirige a la salida, experimentando una arcada de asco puro al sentir la saliva de ese hombre del bar en su boca. Asco, asco puro. Siente asco de sus labios, asco de su piel tocada por ese hombre, siente asco de sí misma. ¿Qué tan patética puede ser como para intentar estar con otro hombre con tal de arrancarse el fantasma de Aleksandr de la piel?
Llega a casa dando las dos de la mañana, y sube directamente a su cama, tirándose bocabajo en esta. Dos semanas. Han pasado tres semanas desde que lo ha visto por última vez, ¿por qué le parece una eternidad? Ahora sí se está volviendo loca, extrañando a ese desconocido que se la fo/lló y se largó sin despedirse siquiera.

De pronto el celular suena y la pantalla se enciende, Alessa rueda sobre la cama y toma el móvil, hay un mensaje de una compañera de trabajo pidiéndole que haga guardia por ella la próxima noche, responde de inmediato afirmativamente, tal vez si se dedica el mayor tiempo posible al trabajo tenga menos tiempo para pensar en él.

TraicionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora