La partida de Aleksander por la mañana fue realmente temprano, hasta ese momento, Alessa no se había detenido a pensar en las labores que el varón tendría que realizar al día siguiente. Había sido egoísta, infantil e imprudente de su parte que le pidiera quedarse la noche anterior, ahora estaba completamente desvelado a causa suya. Sin embargo, el varón no se quejó en ningún momento, por el contrario, se aseguró de dejarla tranquila y estable antes de partir, reiterando la preocupación que había denotado en las horas previas. Ella no quería admitirlo, pero le gustaba esa sensación.Después de que se fuera, notó que Aleksandr accidentalmente había olvidado algo: la cartera. Bufó, hombre distraído. Cuando la alzó, accidentalmente cayó el carné del bratva. Alessa, inevitablemente curiosa, observó la tarjeta, le llamó la atención que el nombre de registro era “Lev Belov”, frunció el ceño. ¿Le había mentido? Si lo pensaba bien, tenía bastante sentido que le mintiera como algo tan elemental como su nombre, después de todo, las circunstancias en las que se conocieron eran por demás, peculiares. Se alzó de hombros, se dijo mentalmente que no le importaba, incluso si había mentido, a esas alturas debería haberle dicho ya su nombre, aunque “Lev” era un nombre realmente extraño, ¿y si el nombre del carné era el falso? Con un hombre como él, no había manera de saberlo. Meneó la cabeza de un lado a otro ¿y a ella qué le importaba? Esos no eran asuntos suyos, no tenía que darle más importancia, es más, no tenía que seguirlo frecuentando siquiera.
Y ahí estaba, yendo contra toda su razón, buscándolo. Aquel día tenía no debía acudir al hospital, y en realidad pensaba quedarse en casa todo el día, no se sentía con ánimos de ir a particularmente ningún lado, y tampoco es como si tuviese alguien con quién pasar las tardes, ya no tenía amigas, ya no tenía a nadie. Aleksandr, o L; o como diablos se llamara, se podía decir que era actualmente su único contacto.
A pesar de ser mayormente descuidada en su aspecto, tirada a lo natural, no pudo evitar comenzar a arreglarse. De entrada tomó una larga ducha como esas que tanto le gustaban, planchó incluso, su cabello, y maquilló su rostro para lucir mejor. Escogió un pequeño vestido azul celeste que le encantaba, era corto aunque no demasiado, tenía un ligero vuelo en la parte inferior, y a pesar de no ser precisamente entallado se pegaba a su esbelta figura, haciendo notar sus ya no tan infantiles curvas. Alessa siempre había creído que aquel dicho acerca de que el cuerpo cambia después de la primera relación sexual era un mito. Sin embargo tras haber yacido con Aleksandr ciertamente sentía su cuerpo diferente, ya no se sentía con ese cuerpo sin forma de antes, tal vez eran meras ideas suyas, tal vez era simple cuestión de autoestima. Decidió llevar el cabello suelto, cayendo grácilmente sobre sus hombros, y antes de salir se roció con su perfume favorito, aquel con notas dulces y cítricas, fresco, como ella. Alessa tuvo el orgullo suficiente para engañarse y decirse que aquel día ‘se sentía bonita’, ‘quería lucir bien’, no era capaz de admitirse que se estaba arreglando para él, porque quería ser bonita para él; quería lucir bien para él.
Alessa Cassel fue tan torpe para no advertir hasta el último momento, justo cuando se disponía a salir del departamento, en un pequeño e «insignificante» detalle: no tenía idea de dónde encontrar a Aleksandr. Se llevó la palma de la diestra a la frente en un acto de autoreprendimiento y con un gruñido infantil sacó el móvil, iba a enviarle un mensaje al varón, pero por alguna razón, sentía necesidad de escuchar su voz. Buscó el número entre los mensajes recibidos, recordando que no se había atrevido a guardarlo aún, y marcó. La espera en la línea le provocó inquietud, una inquietud que hasta ese momento, Alessa no sabía que podía experimentar por una simple llamada telefónica.
Un timbrazo. Su pierna comenzó a moverse inquieta.
Segundo timbrazo. Se mordió el labio inferior.
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Traicionada
Teen FictionEsta es la historia de una ingenua mujer que terminó envuelta en el bajo mundo criminal, todo por haber dado vuelta en la esquina equivocada. Salvarle la vida a un capo de la mafia rusa le costó la vida propia. Vivió como la mujer de un bratva, le...