𝐗𝐗𝐈. Hogar es donde está tu corazón

2 1 0
                                    

Fiel a su promesa (o amenaza) Aleksandr la había llamado a primera hora de la mañana siguiente. Alessa pensaba que quizás luego de una noche para calmarse y pensar mejor las cosas, fuese a querer reunirse para hablar sobre lo que harían con respecto al embarazo, pero Aleksandr tenía ya muy claro lo que iba a hacer, y aparentemente no consideraba necesitar la opinión de Alessa siquiera. El ruso le dejó caer la noticia sin anestesia: se la llevaría a vivir con él a partir de ese momento. Alessa balbuceó a modo de protesta, pero él dejó muy en claro que no era algo sujeto a discusión. Él era un hombre peligroso pero también importante, si ella ahora esperaba un hijo suyo eso requería toda la protección que él pudiese darle, y para eso la necesitaba cerca.

Esa misma tarde un equipo de mudanza con personas mal encaradas llegaron a prácticamente desalojarla de su apartamento. Alessa no sabía ni cómo sentirse, la vulnerabilidad era extraña, ajena, distinta. No le quedó de otra que tomar sus más valiosas pertenencias, algo de ropa y hacer sus maletas. El lugar al que la llevaron no era ajeno a ella, ese enorme edificio donde había llevado la cartera de Aleksandr sería su nuevo hogar, aparentemente los pisos superiores estaban condicionados como apartamentos privados. Para su sorpresa, cuando quiso dirigirse al apartamento de Lev, un hombre mayor apareció, presentándose como Mikhail, la mano derecha de Aleksandr y diciéndole que en realidad ella tenía asignado un apartamento exclusivo para ella. Alessa no fue capaz de comprender por qué la idea de tener una pieza para ella sola le pasaba tanto, por qué el saber que no vivirían juntos le estrujaba el corazón.

Para Alessa fue difícil instalarse y adaptarse, estaba en un lugar que no conocía, rodeada de personas que hablaban ruso la mayor parte del tiempo, y aislada en general de todo. Las semanas pasaban pero ella se sentía todavía como el primer día, Aleksandr ya no era ni un ápice de lo que había sido con ella. Estaba distante y frío, rozaba la crueldad. Bebía todo el tiempo y la evitaba a toda costa, era como si de buenas a primeras le tuviera asco, no la tocaba ni por error; no en un sentido sexual (en lo cual él acostumbraba ser bastante demandante) sino, evitaba todo tipo de contacto físico con ella y naturalmente ella no entendía la razón.

Alessa intentaba con todo su ser mantenerse firme y no quebrarse, el ginecólogo había sido bastante preciso: nada de estrés ni corajes porque podía sufrir un desprendimiento de placenta. Al parecer la vida le estaba cobrando realmente caro su descuido personal pasado en cuanto a su salud, no tenía la fuerza para llevar ese embarazo y era eso lo que lo volvía tan riesgoso. Alessa no quería perder a su hijo, le aterraba que eso pudiese ocurrir, tenía casi dos meses, pero no podía confiarse de eso. Por eso evitaba discutir con él, y sabía también que era la misma razón por la que él evitaba discutir con ella. Sin embargo Aleksandr no tomaba a consideración las preocupaciones que le acarreaba a su mujer cuando no llegaba a dormir o sencillamente llegaba de madrugada ahogado en alcohol. Ni siquiera se había atrevido a decirle que aquello le había provocado leves sangrados en dos ocasiones ya ¿cuál era el punto si ni siquiera la escuchaba, si no era capaz de saludarla siquiera? Definitivamente era él quien la evitaba ahora.

Como madre primeriza, llena de temor, había acudido a solas al ginecólogo esa mañana, y todo volvía a lo mismo: no debía estresarse, pero ¿cómo podía hablar eso con Aleksandr? No había manera, estaba encerrado en sí mismo. Por supuesto eso era algo que no le compartiría al médico, había sido su colega y ya había aprendido a la mala lo rápido que se especían los chismes en ese maldito hospital. Si por ella fuera iría a cualquier otro, pero Alessa sabía de primera mano que el doctor Cho era una eminencia de la ginecología, no iba a encontrar mejor médico que él, y naturalmente quería la mejor atención para su futuro hijo o hija. Si aguantas las habladurías de la gente del Asan Medical Center era el precio a pagar por la mejor atención médica para su bebé, que así fuera. Alessa estaba lista para irse, se despidió del doctor Cho y se encaminaba a la salida cuando el celular comenzó a sonar, la mujer sintió un vuelco al corazón cuando leyó el nombre de Aleksandr en la pantalla. Contestó, o eso intentó.

TraicionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora