𝐗𝐕. Cita desastre

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Alessa no pudo evitar sentirse incómoda en cuanto vio la fachada del restaurante. Lucía mil veces más caro y exclusivo que cualquier lugar donde ella hubiese puesto un pie siquiera. De pronto se sintió avergonzada del vestido tan plano y sencillo que llevaba. Ni siquiera llevaba maquillaje encima, venía saliendo de turno por dios. Suspiró discretamente y dejó que el ruso la guiara al interior del lugar. Claramente lo conocían bien ahí, no necesitaba reservación alguna y la mesa que les dieron se notaba... Privilegiada.

Un mesero se presentó poco después de que tomaron asiento. Alessa sintió un tirón en la boca del estómago al ver el menú, no conocía ni la mitad de esos platillos, de hecho, muy apenas y podía leer algo porque el maldito menú entero estaba en ruso sin traducción alguna. Probablemente sus mejillas sonrojadas la delataron, pues Aleksandr tuvo la cortesía de ordenar por ambos... Eso o estaba siendo un controlador absoluto, pero hey... Es difícil ver las banderas rojas cuando traes encima lentes rosas. Las cosas se estaban encaminando de buena manera, algo que sencillamente le parecía increíble a Alessa, pues Aleksandr no era precisamente el tipo de persona con la que pudiese llevarse bien, sin embargo aquel ambiente de tranquilidad y equilibrio se hizo añicos tras la orden de alimentos, justo cuando se quedaron a solas y él hizo una pregunta tan… incómoda.

—¿Y... Cómo has estado desde que me fui de tu apartamento?

Alessa intentó mantenerse serena, pero ciertamente la sola mención de aquello había provocado una opresión en la boca de su estómago, desvió la mirada involuntariamente y ladeó el rostro.

―Pues… desperté justo a tiempo para verte partir, en ese auto en el que me has traído aquí, precisamente. Hice el viaje que te dije, volví a mi tierra, llevaba unas semanas ahí cuando me llegó una buena oferta del hospital donde me encontraste así que volví. Llevaba unos tres días ahí cuando apareciste. Como verás, no tiene ni una semana que he vuelto ―relató, en ningún momento se atrevió a mirarlo mientras hablaba. Había apoyado su rostro en su diestra, la cual yacía sostenida con el brazo flexionado y posada sobre la mesa también.

Alessa miraba en dirección al ventanal mientras hablaba, solo de ese modo lograría hablarlo, con esa distracción sirviendo de filtro entre ella y los recuerdos de aquel día, porque como consecuencia, venían los recuerdos de los días previos a ese. Accidentalmente, cruzó su mirada con él, craso error el suyo. En el instante en que sus miradas se encontraron, la ola de imágenes llegó como un tsunami de memorias. Aquel primer beso, demandante, sofocador; sus manos recorriendo su piel, sus preciosos calzones de panditas hechos jirones (casi sintió una puntada al corazón a causa de ese recuerdo), el tacto de la piel de él bajo sus dedos, su olor, su sabor, el sonido de su respiración tan agitada como la propia; sus gemidos, los escalofríos de aquel orgasmo. Fue como si su cerebro hubiese decidido obviar lo siguiente, aquel sangriento incidente. Y se quedó muda, un nudo se ajustó en su garganta, fue como si de pronto el aire le faltara, bajó la mirada, como si hubiese algo realmente interesante en los trazos de aquel fino mantel. Sintió sus mejillas arder. A pesar de la incómoda nube de incomodidad que se levantó sobre ellos, de algún modo consiguió hablar sin que se le trabara la lengua o se le atoraran las palabras en la garganta. Intentó obviar también el hecho de tener la mirada de Aleksandr escudriñándola, ya que evitaba mirarle, no podía verlo, pero el varón tenía la mirada tan filosa y pesada que era imposible no sentirla. No advirtió la sonrisa en el rostro del varón al enterarse de su estancia permanente en Corea.

El desviarse a esos pensamientos la distrajo más de lo pensado, pues no advirtió siquiera cuando el mesero llegó con la orden… hasta que el aroma hizo estragos en ella. Sintió un pequeño malestar, sin embargo hizo caso omiso. Al momento de verle marchar y entonces enfocar su atención en el varón notó cómo ofrecía un brindis por el reencuentro. Tomó delicadamente la copa entre sus dedos, rodeando con medio e índice y apoyando la curvatura de fino cristal en el anular, auxiliándose para semi-cerrar el agarre con el pulgar; sin embargo la copa tembló en sus dedos, pero no conforme con eso, se vio obligada a soltarla justo a milímetros de chocar grácilmente con la copa que el varón sostenía. La fina pieza cayó en la mesa, dando en el borde del plato más cercano y provocando con ello que se quebrada en pedazos. ¿La razón? Alessa estaba muy ocupada evitando vomitarle encima. Apenas y tuvo tiempo de excusarse, su cuerpo sintió una súbita sensación de náusea, y tuvo que levantarse de inmediato a la par que se llevaba la diestra a la boca para cubrir sus labios. Afortunadamente había visualizado el tocador de las damas desde que entró en el lugar.

TraicionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora