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Bajo las escaleras y visualizo la cocina. Camino hasta ella y miro atenta cada rincón.

Al no ver a nadie doy un pequeño brinco de celebración.

—Eso es perra—digo para mis adentros, sonrio triunfante mientras me permito observar el lugar.

Sus paredes son blancas, y la mesada es de un mármol bastante caro, hay una barra con todo tipo de alcohol y varias copas dadas vuelta. Algunas tablas que supongo son para cortar vegetales.cuchillos de cocina y luego ésta el tipico horno junto a la heladera.

Mi objetivo

Camino despacio y la abro, de inmediato mi estómago ruge. Saco un refresco y luego un poco de bocadillos que supongo son de ayer. Me siento en la encimera y agarro un poco de comida antes de llevarla a mi boca

La situación es esta: son las tres de la mañana y como era predecible estoy muerta de hambre, soy tan orgullosa que al principio decidí aguantarme, pero luego....

Si, el orgullo se fue a la mierda cuando mi estómago comenzó a rugir de una manera muy poco agradable. Abro el refresco y fijo mi mirada en la fotografía que se encuentra en la puerta de la heladera.

Me bajo de la encimera y me acerco hacia ella

Trago.

En la fotografía se puede observar a Cecilia juanto a su esposo y......

—Hola hermanita

Dejo de observar la fotografía y me giro hacia el rubio de ojos claros.

—Bruno, ya te estabas tardando.

El mira mis pies descalzos y niega

—¿Nadie te mencionó los riesgos de abrir descalza la heladera?—me encojo de hombros —Chica suicida

Me acerco hacia el y le sonrio de verdad

—¿Te preocupas por mi brunito?

El rueda los ojos y me abraza con fuerza

—Eres mi hermana, por supuesto que sí.

Bruno es el hijo del esposo de Cecilia, y la razón por la cual nos llevamos bien es porque los dos odiamos a Cecilia. ¿Divertido no? Hace algunos años lo conocí, y al inicio lo detestaba,algo predecible, ya que eramos unos niños y en el momento ambos pasabamos por momentos dificiles.

Las separaciones con niños de por medio casi siempre son dificiles, peor cuando los padres no saben manejar la situación y perjudican a sus hijos.

Pero luego eso cambió cuando Cecilia lo castigó y yo lo defendí diciendo que no tenía ningún derecho a hacerlo. De ahi, comenzamos a tener una mejor relación, hasta que luego, nos unimos a tal punto de amarnos como si fuesemos hermanos de sangre.

Las pocas visitas que he tenido en Phoenix fueron buenas gracias a Bruno y sus videojuegos, sinceranmente.

—¿Por qué no bajaste?

Suspiro cansada

—No fue un buen día Bruno, despedirme de papá no fue nada fácil.

—Lo sé, con mamá fue algo parecido. Pero ya pasaron varios años y puedo decir que me acostumbré.

Mi estómago ruge y el me separa con una mueca divertida

—Vamos, te haré algo más rico que lo que estabas comiendo

—Ya olvidaba que eres un.....

Arquea una ceja esperando mi respuesta

—¿un...?

tres besos [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora