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Para cuando Oliver se había ido Leyla y yo comenzamos una guerra de miradas, la de ella reflejaba curiosidad y la mía confusión.

—Con qué te gusta el patético capitán del equipo de fútbol— puso sus manos sobre sus mejillas, ya no reflejaba curiosidad, se veía molesta. Siempre fui buena para leer a Leyla, después de todo era mi mejor amiga desde los 8 años.

—¿Cuándo fuiste a su sótano?

—¿Celoso Potter?

—Es extraño— deje el dinero sobre la mesita del sillón en el que estábamos y caminamos hacia la salida poniéndonos nuestros abrigos. La lluvia se había calmado un poco pero las nubes se veían más grises.

—Hay que ir a mi casa— le dije mientras empezábamos a caminar.

—No gracias.

—Mi mamá tiene doble turno.

—A tu casa entonces.

Durante el camino Leyla solo hablaba de la vez que se le ocurrió la letra de una canción mientras hacía una tarta de manzana, para ella fue algo completamente increíble ya que la canción hablaba de problemas mentales, y eso no era lo más increíble, sino que la había escrito mientras cocinaba ¡¿Es qué como se me ocurrió algo así?! Fue lo que grito. A Leyla no solo le gustaba tocar la guitarra y componer algunas canciones, también le gustaba la gastronomía, y era muy buena en ambas.

Yo solo podía pensar sobre lo que me había dicho Daimon en mi sueño. . .

Todavía no entiendes nada

Era obvio que le pondría un nombre, después de todo había soñado tanto tiempo con el que ya sentía que lo conocía.

Daimon le quedaba bien, había leído un libro sobre la mitología griega que hablaba sobre ese término, era utilizado para referirse a diversas realidades que en algunas tradiciones se denominaban ángeles y demonios. Es una potencia divina y misteriosa generalmente no identificada, lo que significa que puede ejercer del "bien o del mal"

—Siempre olvido que tu cuarto huele a incienso y pintura— dijo mientas aventaba sus cosas al piso y brincaba hacia mi cama—¿Cambias los dibujos que tienes en la pared cada semana?

—Los cambio cuando hago algunos mejores, la mayoría los tengo en mis libretas— le respondí mientras me recostaba junto a ella.

—¿Tienes algún vestido que me prestes para la fiesta?

—¿Vas a ir?

—Vamos a ir— me corrigió.

—No tengo ganas, yo paso.

—Necesitas distraerte, no puedes vivir todo el día encerrada en tu habitación queriendo solo dormir y comer— se levanto de la cama y me tomo de las manos obligándome a caminar hacia mi armario.

—Solo iré un rato ¿está bien? y será para no dejarte sola— dije con poco entusiasmo.

—¡¡Perfecto!! ven, vamos a elegir algún vestido.

Después de dos horas ella eligió un vestido negro pegado de manga y cuello largo, yo opté por una falda color negra y un corset verde reseda.

Me ayudo a maquillarme sin verme muy exagerada, ella me había enseñado a delinearme cuando teníamos 12 años, sin embargo a ella le quedaban mejor.

Tomó el abrigo que había aventado al piso y tapó su cabello con el gorro, yo usaba una chaqueta de cuero larga. La noche era tranquila, hacía algo de frío ya que había llovido todo el día, los charcos adornaban las calles y el olor a tierra mojada siempre estaba presente.

Sueños profundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora