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Toda la farsa de estar bien y haber dejado de tener sueños y alucinaciones fue la calma antes de la tormenta.

Olvide por completo que cerrar los ojos no hará que los monstruos no te vean.

Cuando nos privamos de los sentimientos como culpa o miedo, el subconsciente busca alguna manera de procesarlos, en sueños o incluso despiertos, haciendo que se sienta muy real, son como conversaciones con nosotros mismos. Cuando enterramos emociones o ideas aveces la única salida que tienen es el subconsciente.

Es normal que nos sintamos embrujados, por las pérdidas o por todo lo que hayamos pasado, emociones no resueltas luchan por salir.

Eso era lo que me decía mi psicólogo y lo que quería creer, pero no era mi caso.

La poca vida que había tenido se encontraba destruida, las ilusiones y fantasías que algún día esperaba cumplir quemadas.

Solía pensar en la muerte, más bien en morir. Pero realmente no quería hacerlo, siempre me sentí destrozada y ni mi cabeza ni mi corazón eran lo suficientemente fuertes para soportar todo lo que había pasado. Era débil, muy débil. Todo mi esfuerzo había sido en vano y me dolían las rodillas de tanto permanecer en el suelo.

Lo intente, pero mi dolor fue más grande que mis ganas de correr a un lugar donde si saliera el sol. Donde el mundo fuera color de rosa y el otoño no fuera eterno.

Me gustaba la vida, pero no me gustaba la mía.

Era como estar muerta, ni siquiera podía recordar lo que me hacía feliz y nunca fui capaz de suicidarme desde antes por las alucinaciones que tenía donde mi padre me pedía que no lo hiciera. Todas las veces en las que me encontraba en el baño apunto de tomar la mayoría de pastillas, el lo impedía de alguna manera.

El era mi soporte a pesar de no estar físicamente conmigo. Y eso dolía como una daga enterrada en el corazón.

. . .

No sabía si lloraba de repulsión, pavor o por lo corrompida y usada que me sentía. Una punzada de decepción había atravesado mi pecho, rápida, inexplicable.

La vida había vuelto a restregarme en la cara que no tenía a nadie, que estaba sola. Daimon me usaba, no le importaba ni un carajo, no era mi amigo o algo por el estilo, quería matarme para darle mi corazón a la mujer que alguna vez amo.

Todo lo que me había dicho, las noches en las que dejaba que llorara en su regazo mientras acariciaba mi cabello, los consejos que me dio, las veces que fingía preocuparse por mi, sus chistes, sus abrazos. Habían sido una mentira.

Fue mi más amado terror.

Una combinación entre la desgracia y lo que en algún momento había sido amor y agradecimiento. Porque después de todas las dudas que sentía, todos los presentimientos y miedos, venía un te quiero. Una simple palabra llena de significados diferentes que nunca le pude decir.

Y que ahora estaba muerta al igual que todas esas personas que vi desgarrarse en el sufrimiento.

Sentí culpa, a pesar de que yo no contribuí con eso me sentí culpable. Al cerrar mis ojos lo único que veía eran las caras perplejas de esas personas, retorciéndose entre la tierra, las cadenas chocando unas entre otras, sus miradas llenas de agonía. Al tener los flashback sentí que me pedían ayuda, que de alguna manera querían que les ayudara.

Sueños profundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora