09

591 55 202
                                    

Desperté después de sus palabras.

Me había desmayado en el pasillo y por ende me golpee la cabeza con el suelo, otro moretón más para mi colección.

No me sorprendí ni un poco de lo que había pasado, las cosas con Daimon siempre eran así de confusas y no quería agobiarme más por lo mismo. Tomé la mochila y subí nuevamente a mi habitación, saque los audífonos y la aventé dentro del armario, me tumbe en mi cama y la música comenzó a sonar.

Looking For Love- Soko

bop it up!- The Marias

Louise- Camille Jansen

Playground Love- Someone

Y así pasaron al rededor de tres horas, se dieron las seis de la tarde y comenzó a darme hambre, no quería bajar enserio que no, quería quedarme toda la vida allí solo viendo los dibujos que colgaban de mi pared.

Pero mi necesidad de comer gano contra mi tristeza. Bajando las escaleras alguien toco la puerta.

—¡No hay nadie!

No hubo respuesta, solo siguieron tocando provocando que me molestara.

Que fastidio, ya les dije que no hay nadie.

De mala gana abrí la puerta y vi a Liam parado allí con una bolsa.

—Hola Rin.

—¿Qué tienes ahí?— señalé la bolsa que tenía toda mi atención.

—Mmm, un par de donas y dos cafés con leche.

¡Café con leche Hera! ¡Café con leche!

—¿Quieres pasar?

—Creo que escuche que no había nadie, supongo que me iré— se dio la vuelta decidido a irse.

—Era broma— le dije tomándolo del hombro para que volviera a verme —dámelo anda, tengo hambre.

—Pues come.

Después de repetirle unas tres veces que era broma acepto pasar y miramos American Horror Story mientras comíamos.

Es raro como tú estado de ánimo cambia cuando estás comiendo lo que más te gusta ¿no? No soy para nada conformista, pero hay veces en las que solo necesito escuchar la lluvia tomando una taza de café para sentirme mejor.

—Estabas acostada escuchando música ¿verdad?

—Ya me conoces.

—Lo dije por qué aún tienes los audífonos colgando del cuello, pero no, en realidad no te conozco o al menos ya no tanto.

—¿Qué quieres decir?— pregunté antes de tomar otro trago de ese divino líquido creado por los dioses.

—Se que tomas antidepresivos pero no se cual es tu libro favorito, se que la relación con tu madre es mala pero no se que es lo que provoca que no puedas  superar el dolor o las ojeras que tienes si todo el tiempo duermes.

—No es nada relente— me encogí de hombros.

—Para mi lo es.

Estábamos sentados en el mismo sofá y solo nos separaba el plato en donde habíamos puesto las donas, el seguía mirando el televisor con la taza entre sus manos y una expresión de indiferencia.

—Yo tampoco se mucho de ti.

—Yo no importo, considera que soy alguien muerto que solo quiere saber de ti para ayudarte y no alejarse.

Sueños profundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora