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—¿Qué haces aquí?— pregunté mostrando mi confusión.

—Te dije que te traería el libro ¿no?

—¿Cómo sabes dónde vivo?

—Ya sabes, pregunté por ahí— me dijo mientras movía un poco su cabello hacia atrás.

Recordé que cabeza de flan me había dicho que cuando terminara el libro me lo traería a mi casa, no creí que fuera tan literal, aunque no me generaba desconfianza, después de todo Shielside era un pueblo pequeño y había probabilidad de que estuviera diciendo la verdad.

Me quede allí parada en la puerta observándolo un momento, llevaba puesta una sudadera color vino y un pantalón negro.

Me entrego el libro y me dijo que cuando lo terminara de leer se lo devolviera ya que el lo entregaría a la biblioteca.

—Gracias cabeza de flan.

Mierda ¿dije eso en voz alta?

—¿Cabeza de flan?— dijo mientras soltaba una carcajada, su risa era bastante linda, entre gruesa y aguda, se le formaban unos pequeños huecos en las mejillas cuando lo hacía y lanzaba su cabeza hacia atrás dando a entender que realmente le había provocado gracia —es el mejor apodo.

No respondí, simplemente aparte mi vista hacia otro lado, sentí la cara completamente roja y no quería que el se diera cuenta de eso.

—Bueno Rin, nos vemos luego, tengo que irme— me dijo dando unas palmadas en mi cabeza para después caminar lejos de allí.

¿Rin? ¿Olvido mi nombre tan rápido?

Cerré la puerta y me dirigí a la cocina para tomar el café y deje el libro en la mesa, me senté en el gran sofá de la sala y comencé a ver la quinta temporada de la serie.

Logre terminar la mitad, el dolor de cabeza volvió así que decidí darme un baño. Comencé a desnudarme y me quede un momento observando mi cuerpo en el espejo del baño, estaba en el punto medio de amarlo y odiarlo. Bueno, en realidad no.

Mi rostro era un poco delgado, lo que más resaltaba de el eran las grandes ojeras que tenía bajo mis ojos venosos y cansados y un pequeño lunar color rojo en mi mejilla.

Mis clavículas y brazos estaban llenos de moretones morados, mi cabello estaba mal cortado y mis labios estaban secos y quebrados, era tan pálida que parecía un muerto.

Eres tan horrenda.

No es que me urja que alguien se fije en mi, de hecho nunca entendí como había personas que me consideraban atractiva, un ejemplo era Oliver.

Era una persona que ni siquiera valía la pena conocer, me daba miedo el hablar con alguien porque sentía que no le agradaría, pero al mismo tiempo sentía que si me encariñaba tarde o temprano se iba alejar de mi dejándome sola, así que me encerraba en una burbuja donde no expresaba lo que sentía a menos de que estuviera sola. Quería ser fuerte, intentaba ser fuerte, pero al final del día nunca lo lograba.

Comencé a desarrollar un fastidio enorme al hacer diferentes actividades fuera de mi habitación, Leyla lo sabía y se esforzaba todos los días por hacer que eso cambiara.

Lloraba la mayor parte del tiempo en silencio, mi vida eran los libros y mi habitación, nunca tuve una persona que estuviera orgullosa de mi, o que me quisiera dar un abrazo "solo porque si".

Las únicas personas eran Leyla y mi padre, pero mi padre había muerto y todas las noches antes de dormir me preguntaba si sería lo suficientemente buena para ser amiga de Leyla.

Sueños profundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora