Capítulo 3

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Keiji no sabía porque se había molestado en ponerse la alarma del móvil. Su hermana era más efectiva que cualquier despertador. Keiji apenas recordaba a su padre, pero su madre siempre decía que Keiko era su vivo reflejo. Por molesto que resultara tener que pelearse por el cuarto de baño por las mañanas, Keiji la había echado de menos.

–¿Listo? –Keiko preguntó jugueteando con las llaves de la furgoneta. Se la había dejado su novio para ayudarla con la mudanza.

Keiji se despidió de su madre con un beso en la mejilla y siguió a su hermana hasta la calle. La furgoneta, de un blanco amarillento, estaba aparcada justo en frente. Keiji no pudo evitar fruncir el ceño nada más verla.

–¡Oh! No seas tan quisquilloso. Es del padre de Mamoru. –Keiko le dio una palmada en la espalda. Tardó dos segundos en estar al volante–. ¿Subes o qué?

Keiji se mordió el comentario sarcástico y suspiró, incapaz de compartir la emoción en las palabras de su hermana. Sólo esperaba que aquel cacharro no los dejara tirados en medio de la carretera.

En el reloj del salpicadero aún faltaban unos minutos para las nueve. Keiko tenía puesto uno de los discos viejos de Gackt y cantaba sin importarle que pudiera acabar provocando que lloviera. Keiji se alegraba de tenerla de nuevo en casa, aunque sólo fuera hasta que acabara la mudanza. Durante mucho tiempo, su hermana había sido la única persona con la que había podido contar. Su madre se preocupaba demasiado y sólo conseguía hacerlo sentir culpable.

–Es raro verte tan pendiente del teléfono –Keiko comentó mirándolo de reojo.

–Sólo es un compañero del club de voley.

–¡No me lo puedo creer! –Keiko rió–. ¿Estás interactuando voluntariamente con otro ser vivo?

–Sólo son memes estúpidos– contestó Keiji a la defensiva–. Bokuto-san está obsesionado con los búhos.

–¿Bokuto-san? –Keiji frunció el ceño al ver la sonrisa en el rostro de su hermana–. ¡Dios mío! ¿Has conseguido el número del chico que te gusta? Bien por ti.

–Estamos en el mismo club –musitó Keiji con la mirada clavada en la pantalla de su móvil–, sólo está siendo educado.

Keiko suspiró nada más aparcar la furgoneta en batería frente a su bloque. Keiji saltó del vehículo y estiró los brazos. El barrio parecía tranquilo. Los edificios resplandecían cuando el sol se reflejaba en las paredes blancas.

–No tiene que ser barato. –Su mirada se distrajo con el verde de los arbustos y los colores vibrantes de las flores en las jardineras–. ¿Ya te lo vas a poder permitir?

Keiji empezó a descargar cajas. El calor empezaba a apretar y el sudor resbalaba pegándole la camiseta a la espalda.

–Para algo tenía que servir sacarme la carrera de medicina. –Keiko abrió la puerta y siguió a Keiji hasta el ascensor–. Y sólo tiene una habitación. No esperes nada del otro mundo.

–Pensaba que querrías irte a vivir con tu novio. –El ascensor era pequeño y apenas había espacio para los dos y las cuatro cajas que habían arrastrado hasta allí.

Keiji hizo un recuento rápido de cuantos viajes iban a tener que dar. Iba a ser difícil que terminaran antes del mediodía.

–No empieces con lo mismo que mamá. Me gusta mi independencia y no sé si estoy preparada para dar ese paso.

–Es tu vida –Keiji se encogió de hombros.

Keiko hacía tres años que salía con Mamoru y su madre había empezado a preguntar cuando se casarían y le darían un nieto. El novio de Keiko le caía bien pero no era cosa de Keiji. Al final, lo único que importaba es que Keiko fuera feliz.

First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora