Capítulo 23

460 82 15
                                    


El silencio los envolvía cuando al fin sus pasos los hicieron detenerse delante de su bloque de pisos. Era imposible no estar nervioso cuando Keiji estaba decidido a perder la virginidad esa noche. Pensar en la caja de condones escondida en el primer cajón del escritorio aún le producía sudores fríos. Keiji llevaba toda la semana rezando para que su madre no los encontrara. En eso, su madre y la de Bokuto-san no se parecían en nada. No era la primera vez que la relación de su novio con sus padres le daba un poco de envidia. Su madre siempre había intentado estar ahí tanto para Keiko como para él, pero a veces era difícil hablar con ella de ciertas cosas. Keiji prefería no imaginar su reacción si llegaba a encontrar los preservativos. Los había comprado en un Seven Eleven fuera del barrio rezando para que nadie lo reconociera. Keiji nunca se había planteado que pudiera haber tantos tipos distintos. Sólo eran condones. ¿Por qué tenían que hacerlo todo tan complicado? Parado en medio del combini, Keiji estaba seguro de que iba a acabar provocándose una úlcera de estómago si seguía allí un segundo más. Desesperado, al final había metido en el cesto la caja de Durex Clásico y los había escondido debajo de las bolsas de chuches y patatas chips que iba a comprar para disimular. No era como si ninguno de los dos tuviera algo tan impresionante entre las piernas como para merecer comprar el tamaño XL.

Keiji frunció el ceño al ver las luces del apartamento encendidas. Sacando el móvil del bolsillo, miró la hora. Era lo suficientemente tarde como para que su madre ya no estuviera en casa. El avión había salido de Narita hacía unas dos horas y tampoco había avisado de ningún cambio de planes de última hora.


Keiji respiró hondo. El sonido del televisor podía oírse en el rellano de la escalera nada más salir del ascensor.

–¿No se suponía que no iba a hacer nadie en casa? –preguntó Koutarou.

–Se suponía. –Keiji suspiró sacando las llaves del bolsillo y abrió la puerta. No necesitaba ser muy listo para saber quién era el invitado indeseado.

Su hermana estaba sentada en el kotatsu, en shorts y camiseta de tirantes. No podía hacer mucho que había cogido la cerveza de la nevera cuando aún podían verse las gotas de condensación resbalando por el cristal. A quién no esperaba ver en casa era a Mamoru.

–¿No tenéis algún lugar importante al que ir? –Keiji dejó su bandolera apoyada contra la pared y se quitó las bambas.

–Me hieres, Kei-chan. –Keiko fingió apuñalarse con un gesto grandilocuente–. ¿Tanto te molesta que tu querida hermana haya venido a verte?

–Conoces la respuesta de sobra. –Keiji se cruzó de brazos.

–Eres un aburrido y un sooooso. –Su hermana lo miró haciendo pucheritos–. Kou-chan, dile algo.

De pie en el recibidor, Bokuto-san parecía no saber muy bien qué hacer.

–Mamá te ha pedido que nos vigilaras, ¿verdad? –Keiji cerró los ojos e inspiró. Keiko tenía que saber de sobra lo que estaba interrumpiendo.

–¡Yep! –Keiko alzó la botella en un brindis–. En cuanto llame para saber que estoy aquí nos largaremos y entonces ya podéis cardar como conejos si queréis. Hemos quedado con mis amigos del insti, así que no te preocupes, que tendréis la casa para vosotros solos.

–¡Keiko! –Keiji gritó mirando a su novio de reojo. Por lo que parecía, no era el único que deseaba fervientemente que la tierra lo tragara.

–¡Oh! ¡No seas mojigato! Deberías aprender a esconder mejor los condones si no querías que me enterara. –Su hermana rió.

–¿Tienes que ser tan basta hablando? –Mamoru suspiró. Los dos llevaban el suficiente tiempo saliendo como para que nada lo pillara por sorpresa–. A veces me alegro de no haberte conocido en el instituto.

First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora