Capítulo 22

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El cartel felicitándolos llevaba ya cuatro días colgado en la fachada del edificio principal pero Koutarou seguía sonriendo orgulloso cada vez que lo veía. Por tercer año consecutivo el instituto se había clasificado para el interescolar y ahora lo único que les quedaba era seguir ganando. Koutarou estaba seguro de que nada podía estropearle el día cuando Akaashi al fin se había reincorporado a los entrenamientos. La primera vez que había rematado uno de los pases de su novio tras tres semanas, el corazón había estado a punto de escapársele del pecho. Konoha no era un mal colocador, pero nadie se podía comparar con Akaashi.

Teniendo a su novio con él, Koutarou no se había podido resistir a entrenar hasta que el conserje los había echado del gimnasio. La bronca del entrenador Yamiji al día siguiente por haber obligado a Akaashi a quedarse con él hasta tan tarde había valido la pena sólo por poder ver la sonrisa de Akaashi con un balón entre sus manos un rato más.

Era extraño pensar que tenían un mes por delante sin competiciones. El calor era asfixiante y con apenas una semana para estudiar para los exámenes finales, el instituto había suspendido las actividades de todos los clubs a partir del siguiente lunes. La perspectiva era descorazonadora cuando, a diferencia de Koutarou, Akaashi necesitaba estudiar. Su novio estaba al borde del ataque de nervios y lo último que Koutarou quería era que Akaashi acabara suspendiendo por su culpa. No era como si no fueran a verse en toda la semana cuando iban a seguir yendo juntos al instituto y quedando a la hora del almuerzo pero Koutarou se sentía robado.


Al llegar a clase, dos búhos de peluche lo estaban esperando encima de su pupitre, rodeados de caramelos de sandía. Koutarou sonrió como un idiota nada más verlos.

–¿Celebramos algo especial? –preguntó Konoha robándole uno de los caramelos.

–Hoy hace dos meses que salimos juntos. –Koutarou cogió uno de los buhitos, de color marrón y con la barriga blanca–. ¿Verdad que sí, Ji?

–¿Ji? ¿Acabas de bautizar al peluche Keiji? –Konoha cogió el búho grisáceo de ojos dorados.

–No me digas que no se parecen. –Koutarou le puso el peluche en los morros. Eran como dos gotas de agua, con las cejas oscuras y las plumas desordenadas.

–No creo que Akaashi esté de acuerdo contigo –Konoha lo apartó con un resoplido–. ¿Vais a hacer algo especial para celebrarlo?

–Aún no se lo he dicho pero pensaba llevarlo mañana a las recreativas. ¿O es una idea muy estúpida? –Koutarou notó el calor de su vergüenza bajarle hasta el pecho–. Fue el primer sitio al que fuimos juntos y no sé.

–Esta vez no podréis decir que no era una cita. –Konoha le dio un codazo–. ¿Pero por qué no vais hoy? No se morirá nadie porque un día no vayáis a los entrenamientos. Lo entenderíamos.

–Akaashi dice que prefiere quedarse entrenando.

–¿En serio? –La cara de Konoha no era tan distinta a la que se le había quedado a él cuando su novio se lo había dicho–. Lo suyo es masoquismo.

–¡Hey! –Koutarou robó a Kou Jr. de las manos de Konoha–. ¡Nos lo pasamos bien! Y casi no vamos a poder practicar hasta el campamento de verano. Eso si la profe de mates no vuelve a suspenderme.

–Nunca he entendido cómo puedes sacar excelentes en el resto de asignaturas y suspender mates.

–¡Porque me aburro y me acabo saltando pasos! ¡No es mi culpa! –Koutarou se quejó.

–Sigue sin tener ningún sentido. –Konoha frunció el ceño con la mirada clavada en la pantalla de su teléfono–. Fumiko quiere hablar con Akaashi.

First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora