Capítulo 8

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–Los chicos no tenéis vuestro primer partido hasta el domingo, ¿no? –Mizuno preguntó apoyando la espalda en la ventana–. ¿Vendréis a vernos jugar?

Keiji la miró arqueando una ceja aunque sabía que Mizuno no se iba a dar por aludida. Era inútil quejarse. Tras la cuarta vez, Keiji había desistido de intentar conseguir que Mizuno no usara su pupitre como asiento

–El sábado tenemos entrenamientos, el entrenador Yamiji quiere aprovechar hasta el último minuto. No sabremos quién es nuestro rival hasta el domingo al mediodía, así que el domingo tendríamos que poder ver alguno de vuestros partidos. No jugamos hasta la cuarta ronda.

–¡Estoy tan nerviosa!

Keiji podía entenderlo. Mizuno había conseguido una posición en la alineación inicial y, siendo la líbero del equipo, la presión sobre sus hombros tenía que ser agobiante. Mizuno le recordaba un poco a Keiko. Quizá no en lo físico, con su pelo teñido de rubio y su metro sesenta de altura, pero había algo en su forma de ser. Quizá era el como se había encarado al primer idiota que había decidido que podía ser divertido llamar a Keiji maricón.

–¡Bokuto-senpai! –Mizuno alzó la mano y saludó efusiva–. ¿Vienes a buscar a Akaashi?

Keiji se giró nada más oír el nombre de Bokuto-san.

–¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! ¡Mizuno! –Bokuto-san entró en clase como si fuera un terremoto–. ¡Akaaaaashiiii! ¡Te he echado de menos!

–Nos hemos visto hace menos de dos horas –contestó Keiji sin mucho énfasis.

–Pero eso es demasiado tieeeempoo –gimió Bokuto-san–. Si no nos damos prisa, nos vamos a quedar sin curry.

–Bokuto-senpai, algún día vas a tener que dejármelo a la hora del almuerzo –Mizuno le lanzó una sonrisa pícara–. Aunque seas su favorito, creo que Akaashi podrá sobrevivir un día sin ti.

Keiji estaba seguro que la combustión espontánea era un mito pero Bokuto-san parecía estar a punto de hacerles una demostración empírica.

–Mizuno, si puede ser, necesitaría que Bokuto-san sobreviva al menos hasta pasado mañana –dijo Keiji con su tono monótono–. Cuando nos hayamos clasificado para el Torneo de Kanto, si quieres puedes matarlo de un infarto.

–Akaaashiiii –gimió Bokuto indignado–, tenemos que llegar hasta la final del Torneo de Primavera. ¡Cómo dejas que me mate tan pronto!

Mizuno rió.

En la última semana, Bokuto-san se había convertido en un visitante habitual y ya nadie se sorprendía nada más verlo asomar por la puerta de clase. Era algo tan normal que incluso los de segundo antes pasaban por allí si lo estaban buscando para lo que fuera. Lo raro era no tenerlo allí en cada descanso, aunque sólo fuera para saludar antes de salir corriendo para no llegar tarde a su siguiente clase.

–Y quieres hacerme creer que no le gustas –murmuró Mizuno, asegurándose que Bokuto-san no los oyera.

Keiji se sonrojó. Aparte de a Keiko, Mizuno era la única a la que le había dicho que Bokuto-san le gustaba. Era extraño darse cuenta de lo mucho que habían cambiado las cosas desde que Bokuto-san había entrado en barrena en su vida. No era como si Bokuto-san hubiese hecho desaparecer el dolor y la vergüenza pero Keiji empezaba a creer que también merecía ser feliz.

Las horas parecían ir al ralentí. Keiji tenía la impresión de que el domingo no iba a llegar nunca pero antes de darse cuenta eran las ocho menos cuarto de la mañana y estaba esperando a que llegara el autocar que habían alquilado con el presupuesto del club para conducirlos hasta Sendagaya.

First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora