19: Etiquetas

364 40 115
                                    

Utahime

— Estamos... en... la... escuela — trataba de hablar entre besos, sus labios se movían con precisión para llevarme a un viaje sin retorno a la locura, estaba callándome con su boca y ¡vaya que era bueno para persuadirme!

Mis manos sobre sus anchos hombros eran la prueba irrefutable de que estaba disfrutando todo, su agarre en mi cintura parecía quemar mi piel, solté un jadeo contra sus labios cuando su mano bajó hacia mi cadera. El aire comenzó a escasear entre nosotros obligándonos a separarnos, un pequeño hilo de saliva unía nuestros labios, sus bronceadas mejillas tenían un pequeño rubor y sus pupilas delatas lo hacían ver muy...provocativo.

Me estaba volviendo una pervertida.

— No estamos haciendo nada malo — Satoru sonrió con fingida inocencia dejando a la vista su perfecta dentadura, maldición, este chico era muy apuesto.

— Solo... volvamos con los demás, ya tardamos demasiado — traté de ignorar su rostro juguetón, acomodé mi uniforme y tomé las bolsas plásticas abriendo la puerta. Se supone que Gojo y yo éramos los encargados de comprar en la cafetería el día de hoy, pero... nos quedamos en un salón vacío antes de subir a la azotea.

Mi relación con Satoru Gojo era... no sabría como describirla, él seguía molestándome pero de forma más coqueta, o bueno, así lo veía yo. Solía hacerme bromas con doble sentido que solo yo entendía, iba a dejarme a la puerta de mi casa después de clases, hacíamos tarea por llamadas telefónicas que podían durar horas... No sabría decir si éramos una pareja solo porque ambos confesáramos gustarnos... no hemos tenido citas, chocolates, palabras románticas, flores, nada de las cosas que se supondrían componen a una pareja hoy en día.

Sin embargo... siempre terminábamos besándonos. Solo ocurrió una tarde que tuvimos que cerrar el gimnasio debido a nuestras típicas peleas en la clase de deportes, estábamos solos y una cosa llevó a la otra; jamás creí que esa pequeña acción se convertiría en una costumbre secreta que teníamos. Gusto ahora acababa de ocurrir, estábamos en el edificio viejo del instituto. Se suponía que nuestro deber era ir a la cafetería, comprar cerveza junto con chucherías e ir a la azotea pero, terminamos desviándonos un poquito...

— Deberíamos dejar de hacer esto en la escuela — dije mientras subíamos las escaleras, Gojo hizo un puchero y frunció las cejas.

— ¿No te gusta? — claro que me encantaba besuquearme con el chico que me gusta, pero ¡Hey! El pudor de que algún maestro pudiera pillarnos podía conmigo — Bien, tienes mi palabra que ya no habrá besos en la escuela, ¿alguna petición más, mi reina grotesca?

Si, ¿Qué somos?

Mordí mi lengua para evitar lanzar la interrogante que tanto invadía mi mente, éticamente solo éramos amigos; amigos que se besaban cada que podían. Llevábamos alrededor de dos semanas en ese bucle de intercambiar saliva que, ya estaba acostumbrada a sus labios, a ir caminado a su lado mientras volvía a casa, comprar dulces o comida de puestos andantes en la estación...

— Pensé que estaban fabricando la cerveza — ironizó Yuki al vernos llegar a la azotea, solté una risita nerviosa y le entregué una bolsa — ¿Por qué tardaron tanto? — interrogó abriendo una lata de cerveza mientras paseaba sus ojos entre Gojo y yo.

— La cafetería estaba abarrotada de estudiantes, hoy es miércoles de pizza ¿recuerdas? — respondió Satoru con total tranquilidad, como envidiaba su fuerza mental para no escupir que estábamos comiéndonos la boca en un salón desolado. Yuki nos miró intensamente por unos segundos y luego se encogió de hombros restándole importancia.

Aún no le contaba a nadie sobre lo que ocurrió la tarde que cuidé de Gojo, ni siquiera a Shoko. Quería contarles a todos acerca de nosotros cuando las cosas, ¡agh! No lo sé, cuando todo entre Gojo y yo se haya "formalizado", creo que las cosas avanzan muy bien entre ambos, digo, yo ya conocía su pasado, él había confesado gustar de mi y viceversa, entonces ¿por qué sentía que faltaba algo?

𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙧𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙮 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨  (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora